El Cetro de Barro

Duodécima Práctica: Ídolo

Jessenya, sentada en el suelo, leía algunos pasajes de una pequeña biblia, el Kokkef iv Baltyn. En él, parecía querer encontrar algo en específico, así como Radimir lo hizo para hallar sobre la magia de los bardos, mas parecía no poder llegar a ningún lado.

Un par de toquidos se escucharon desde el otro lado de la puerta de la habitación a luz de vela, por lo que la mujer gritó «adelante», lo que dejó pasar a quien la llamaba.

— ¡Oye…! ¿Por qué siempre estás a oscuras? —Preguntó Zondra al asomarse a la habitación y encender el foco de la misma, cuya acción encandiló a Jessenya y la molestó de paso.

—Porque me gusta… —recordó la mujer, puesta en medio de un sitio que se veía muy bien ordenado, cuidado y, sobre todo, decente. Ya no se encontraban en un lugar abandonado, sino que en un lugar completamente habitable.

—Voy a ir con la banda. Quieren practicar antes del concierto que ya es mañana. Creo que todos van a saltarse sus clases para ir, así que andaré allá todo el día —explicó la bardo a su amiga, misma que seguía viéndola con unos ojos llenos de enojo.

— ¿Estás segura qué es lo que quieres hacer hoy?

— ¡Por supuesto! Yo estoy más que lista para arrasar. No me preocupa absolutamente nada más en este momento, así que no temas, mi querida Jess. Voy a ganar sin dudas —dicho aquello, Zondra se despidió con la mano y comenzó a retirarse.

— ¡Apaga el…! —Pero antes de terminar, Zondra cerró la puerta y se fue—. Foco… Maldición —emitió la clérigo, se puso de pie y apagó el foco de la habitación escuchando a más gente en la casa subir hacia su habitación, por lo que de inmediato se escondió, no sin antes apagar la vela que estaba usando.

A la recamara entró una señora, misma que se dio una vuelta por el lugar, curiosa, como si estuviera buscando algo inusual. Para desgracia de Jessenya, la mujer encontró su biblia, pero entonces alguien la llamó, por lo que dejó el libro encima de la cama y salió del cuarto para atender al llamado.

Jessenya salió del armario, tomó su libro y con cuidado cerró la puerta para que no se escuchara en el primer piso.

—Maldita sea, Zondra. Espero puedas resolver esto pronto —dijo al aire la mujer, para luego regresar al suelo y a su lectura con el foco apagado tomando nuevamente la vela que pronto encendió.

En la casa de Kevin únicamente se encontraban por ahora los que vivían ahí, hasta que, de manera inusual, Erick tocó la puerta de la morada. A ésta respondió un Kevin sin playera y mojado. Acababa de salir de bañarse y no esperaba a nadie tan pronto, por lo que no le dio tiempo de ponerse algo sin dejar a quien sea afuera esperando.

— ¡Erick! ¿Y eso que llegas temprano? —Preguntó el joven al ver a su amigo en la entrada de su hogar, ahora sonrojado y con la mirada baja al haber notado que su musculoso y apuesto amigo estaba sin playera.

—P-pues es importante está vez, ¿no? ¡Mañana es el concierto! —Replicó un tanto torpe el chico, aun sin poder levantar la mirada.

—¡Es verdad! ¡Ja, ja, ja! Bueno, pasa. Quédate en la sala si quieres, o acompáñame a mi cuarto. Sólo me falta ponerme una camisa y ya —dicho esto, el chico por fin pudo verlo a la cara y entró a la morada, no encontrando de buenas a primeras a los otros inquilinos en ella.

— ¿Y los demás?

— ¿Mis compañeros o nuestros amigos?

—Compañeros. Sé que los demás vienen en camino —aclaró el muchacho mientras seguía a Kevin.

—Salieron. Fueron a comprar para el mandado y de pasada les pedí nuestra comida. Tenía ganas de carne asada, espero no les moleste.

—P-para nada. A mi me gusta —declaró Erick una vez que llegaron a la habitación del anfitrión, misma que estaba inusualmente ordenada—. ¡Wow! No creí ver tanto orden acá.

— ¿Qué? ¿No podemos haber hombres ordenados y pulcros? Piensas como un creacionista.

— ¡No! No es eso… es por tu personalidad.

— ¿Tengo personalidad de desordenado?

— ¡No! ¡Arg! —La frustración del chico provocó la risa de su amigo, mismo que estaba sólo fastidiándole—. ¡Malvado! —Insultó Erick para luego sentarse en cama del joven, quien aún buscaba una playera que ponerse.

—Perdón, es que me parece muy gracioso.

—Ya lo creo —de un momento a otro, el asistente del mago se puso un poco serio y decidió hacer una pregunta de la misma índole—. ¿Estas nervioso por el concierto? —Preguntó el chico, cosa que dejó un poco pensativo a Kevin, mismo que se detuvo de buscar algo en su cajón, evidentemente clavado en la pregunta. No obstante, pronto retomaría lo hecho y encontraría algo que ponerse, una camiseta azul, misma que se colocó para luego ir hasta donde Erick y sentarse a su lado.

—Claro que estoy nervioso. Esto es algo que he soñado desde hace ya tiempo atrás. Y quiero decirte algo sólo a ti, porque eres a quien siento que más confianza le tengo, en verdad —al decir esto, Kevin puso una mano en la pierna del chico, cerca de su rodilla, cosa que provocó que los latidos de Erick se aceleraran—. Honestamente, siento que todo esto va muy rápido. ¿No lo crees?

—Sí, sí lo creo, amigo —mencionaba Erick casi ahogándose en sus nervios y viendo el rostro serio del anfitrión, el cual estaba ciertamente muy cercano al suyo.

—No es que desconfié de Gonzo, Khloe o Dolores. Es sólo que me parece que ellos están en otra onda. Tú sí estás más conmigo, y aunque Dolores es tu amiga cercana, me siento más a gusto hablar contigo de esto —la seriedad del chico estaba acelerando la palpitación de Erick al por mayor, el chico no sabía qué hacer de momento. Sentía que se iba a desmayar y comenzó a temblar mucho.

—S-s-sí, verdad.

— ¿Estás bien? ¿Tienes frío?

—N-n-no… ¡Estoy bien!

—Estás temblando muchísimo. ¿Te sientes normal? ¿Seguro? —La preocupación de Kevin sólo provocaba que los síntomas del joven empeoraran, mas él insistió en que estaba bien, por lo que Kevin continuó—. Bueno, yo sé que esto no va a cambiar nuestra amistad.




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