El Cetro de Barro

Vigésima Práctica: Juan y Andrés

La habitación cada vez parecía más y más fría. A pesar de estar ya acostumbrado a estar en la sala del hospital, Lauro sentía como toda su piel estaba completamente helada gracias a la temperatura que lo rodeaba en el congelado sitio. El joven se sentía un animal muerto y destazado, olvidado en una nevera.

En soledad, pues su tía había salido al baño, el muchacho contemplaba el techo de la habitación, veía el blanco extenderse por el sitio junto a las enormes lámparas que iluminaban su acabado rostro quemado. Pensaba que, de alguna manera, la luz estaba destrozándole mientras lo bañaba a cada momento que la tenía frente a él.

«La luz es caos. La luz demuestra a todos lo horrible que soy. La oscuridad es mejor», pensaba el joven al entender las máximas de la religión Luminiscente, creía que ser opuesto a ella podría llevarle a un lugar mejor, pero entonces sentía su propio cuerpo, no al tocarlo, sino simplemente al tratar de moverse. La sensación era no sólo dolorosa, como si le acabaran de amputar sus miembros, sino que también era vacía, incongruente para su mente que ya estaba acostumbrada a encontrar algo en el lugar.

El chico lloraba sin poder evitarlo. Apretaba los dientes del coraje, con ganas de trozárselos y ahogarse con los pedazos, lo que concluiría con su vida.

«Me doy asco. ¡No quiero vivir así! ¡No quiero ser horrendo!», se repetía una y otra vez dentro de su mente y retorciéndose entre las sábanas claras de su cama.

La sensación de los miembros fantasma le estaba volviendo loco, veía su vida como un desperdició, una burla a lo que alguna vez fue, a lo orgulloso que estaba de su ser, y sin dudas, al pensar en ello, el coraje le llenaba, culpaba a Dolores. «¿Cómo es posible que ella, quien se transformó en una horrible bestia y fue violentada cruelmente, estaba completa y sana?».

No tenía sentido.

Un par de pasos se hicieron presentes en la habitación, el joven sabía que se trataba de su tía, por lo que de inmediato comenzó a hacer escandalo como ya era costumbre.

— ¡Por fin llegas, maldita inútil! ¡Me estoy congelando! ¡Haz algo! —Gritó el joven molesto, y entonces vio cómo una sombra se acercó a su cama, misma que estaba cubierta a los alrededores por largas cortinas blancas.

La figura se acercó lenta y serena, hasta colocarse enfrente del mueble, cosa que molestó a Lauro.

— ¡No estás escuchándome, estúpida! ¡Tengo frío! ¡Deberías masturbarme, maldita inútil! —Refunfuñaba el chico, a lo que notó que más personas parecían aproximarse, lo que le hizo callar y sentirse nervioso.

Lo primero que pensó era que se trataba de doctores y enfermeras. Posiblemente iban a hacerle otro procedimiento y esto le aterraba, pero al ver que no decían nada, sólo se colocaron detrás de la primera silueta que apareció, entendió que era alguien más quien se había acercado a él.

— ¿Q-quién eres? —Preguntó el chico temeroso, observaba cómo la persona frente a él levantó su mano y retiró lentamente la cortina hasta revelarse frente a él. Se trataba de Jessenya, acompañada de la madre, tía y tío de Lauro.

—Hola, Lauro. Mi nombre es Jessenya Darkbless, y he venido a…

— ¡Largo! ¡Esto no es un circo! ¿Por qué dejan que me vea esa loca? —Gritó el chico, cosa que enfureció a sus tíos y avergonzó a su madre, mas Jessenya les hizo una señal sin verlos para que no hicieran nada en absoluto.

—Eres en definitiva un mocoso malcriado y altanero. La religión de tus padres te ha vuelto una verdadera molestia. Me apiado de tu familia al haberte tenido que soportar todos estos años —explicó la clérigo, cosa que hizo explotar al joven.

— ¿Qué mierda les pasa? ¡Trajeron a esa puta a que me sermoneará! ¿No les parece suficiente lo que tengo que sufrir, malditos?

— ¡Silencio! —Exigió Jessenya, acción que enfado al chico, mientras ella se acercaba.

— ¡TÚ NO ME VAS A CALLAR, MALDI…! —Pero antes de que pudiera terminar su rabieta, la mujer le dio una cachetada con una fuerza bestia, tanto así que no sólo dejó su mano marcada en la mejilla del chico, sino que le hinchó la misma y le hizo mover la cabeza un poco en dirección del impacto.

—Los que no escuchan, no podrán avanzar. Los cegados por la ira, el ego y sus privilegios serán consumidos por la terrible negrura de sus almas. ¡Velad por el bien de la humanidad! ¡Sentid el fuego ardiente de nuestra Diosa y vislumbrad su generosidad en aquellos cuyos ojos han sido sacrificados por los que más decían amarlos!

—Eres una…

—Tú eres el niño tonto. Vine aquí a ofrecerte curarte y me tratas así. Date cuenta de algo: nunca insultes de a gratis a nadie, nunca sabes qué tan bueno o malo pueda ser. Te pueden matar por ser grosero, puedes perder oportunidades por creer que estás por encima de los demás —las palabras de la mujer extrañaron al adolescente, mismo que volteó hacia sus familiares.

— ¿En verdad creen que esta loca puede curarme? ¿Ella puede traerme de vuelta mis piernas y manos? ¿Puede regresarme mi belleza? —Esto hizo que Luis diera un paso al frente y respondiera.

—La hermana Jessenya fue tocada por la gran Diosa de fuego. Ella puede lograr lo que sea si la gran señora se lo permite. Deberías estar…

— ¡Son unos idiotas! ¡Dejen de decir tonterías! —Exclamó el joven al interrumpir a su tío—. Y tú, ridícula —dijo esto viendo a Jessenya a los ojos—, lárgate de aquí a convencer a otras personas de tus estupideces —las palabras del joven ni inmutaron a la clérigo, misma que puso su mano derecha sobre la mejilla que lastimó de Lauro. Éste quitó la cara bruscamente, pero entonces la mujer la tomó con fuerza, apretó la mano sobre su rostro desde su mentón y volteó la faz del chico para que la viera directo a los ojos.

—Si te regreso tu cuerpo, ¿serás fiel a nuestra Diosa y cambiarás por ella para siempre? —Preguntó Jessenya seria y de manera oscura al colocar su rostro justo enfrente del mismo del chico, mismo que le escupió, lo cual casi hace que Luis pierda el control, detenido por su esposa y cuñada. La clérigo ni se inmutó, ni siquiera parpadeó ante la agresión.




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