El Cetro de Barro

Vigésima Cuarta Práctica: María, Magdalena y Jesús

En Kahbern, existe un continente llamado Fuzjern, en donde la paz puede respirarse a donde se vaya. El lugar cuenta con gigantescas praderas doradas, titánicos desiertos rojizos y preciosísimos mares que brillan en turquesa durante el atardecer, justo cuando deberían verse de un cálido intenso.

El continente también es bien conocido por sus tres países capitales, que están en medio de las zonas más reconocidas del gran territorio: Hunn, Kazraban y Pobqu.

La primera, llamada también «El infierno árido de Kahbern» es sin dudas un sitio sin igual. Su capital está rodeada de enormes pilares de hielo y es un paraíso que sobresale de toda la arena celeste que se halla en el gran desierto «Mar de diamante». Se dice que, la luz por del suelo que es reflejada por el sol se encarga de deshidratar diez veces más rápido a cualquier viajero que en otros desiertos donde la arena comúnmente es rojiza.

La ciudad es llamada Cenh. En ella reside uno de los grupos religiosos más famosos y poderosos de todo Kahbern: el culto de la Diosa de fuego.

Las personas de éste son clérigos, sacerdotes y papas bien entrenados, cuya devoción y poder sagrado supera por creces el de cualquier lugar. Incluso, se rumora que son capaces de curar cualquier mal si se lo proponen, y han hecho milagros inconcebibles por los más excepticos, excepto uno.

— ¡Madre Jessenya! ¡Madre Jessenya! —Gritaba una joven de piel oscura, misma que estaba corriendo hacia una de las habitaciones superiores de la gran iglesia de Cenh, la cual posee paredes plateadas y acabados purpura por todo el sitio, resaltados murales dentro de la estructura que contienen la historia del planeta, la religión y, sin falta, el símbolo de la Diosa suprema.

Jessenya Darkbless se hallaba rezando con su clásica túnica negra encima, adornada con una bufanda purpura que poseía bordados oscuros. La habitación estaba repleta de múltiples velas opacas con llamas doradas que fueron colorándose a morado, a la par que un aura violeta rodeaba a la mujer que estaba muy concentrada en su labor, hasta que escuchó que alguien la llamaba y estaba acercándose, lo que hizo al fuego regresar a su estado normal.

— ¡Madre Jessenya! —Gritó la joven al azotar la puerta y apagar las velas. Seguido por la relajación de la mujer y un suspiro de fastidio.

—Hermana Viridiana… ¿Cuántas veces debo repetirle que…?

—Su hijo acaba de regresar, Madre Jessenya —interrumpió la chica a la mujer. Aquella se puso de pie, corrió hacia la joven, la cual se hizo a un lado, para luego ver cómo la clérigo saltó por la ventana al vacío. De un momento a otro, de la espalda de Jessenya crecieron alas mágicas que la hicieron volar hacia la entrada de la ciudad, donde veía a la gente reunida en celebración a la llegada de la peregrinación del joven.

Todos estaban muy alegres. Tocaban al adulto al pasar entre la multitud, mismo que llevaba de la mano a una joven que portaba una máscara blanca con dibujos purpura, la cual poseía rasgos de albatros.

De repente, las personas se abrieron al ver que Jessenya estaba descendiendo dentro de multitud, hasta que toco el suelo en medio del fuerte sol que se sentía en la plaza principal de la entrada a la ciudad, revelada la cara de gran alegría de la mujer al ver a su único hijo, mismo que le regresó un gesto de gran alegría.

—Ghalla, por fin volviste, hijo.

—Madre, he vuelto de mi peregrinación. Lo conseguí. Espero estes org… —pero antes de él terminar, la mujer se lanzó a abrazarlo fuerte, acción correspondida su hijo de la misma forma.

—Siempre he estado orgullosa de ti, Ghalla. Desde el momento que saliste de mí, siempre estuve muy feliz de tenerte en mis brazos —declaró la madre con lágrimas en los ojos, para separarse del joven y besarle el rostro múltiples veces, con una felicidad que le desbordaba el alma.

—Fue todo un éxito. ¡El mundo es un lugar increíble! Me gustaría contarte todo, pero antes…

—Lo sé —nuevamente la madre se adelantó y vio a la mujer con la máscara, misma a la que extendió la mano para invitarla a acercarse—. Debemos presentarnos en casa. Por favor, síganme —pidió la adulta para continuar su camino, mientras se escuchaban porras a Ghalla.

— ¡Grande sea la bendición de la Diosa sobre Ghalla!

— ¡Gracias por otra década de prosperidad, Ghalla!

— ¡Bendiciones para Ghalla Shiningbless! —Gritaba la gente con euforia y dejando a Jessenya, su hijo y acompañante pasar sin problemas hasta el hogar de la primera, la cual era una casa humilde y hermosa, adornada bellamente, además de ser muy pulcra.

— ¡Madre Jessenya! Es un honor recibirla hoy tan tempra… ¡Hermano Ghalla! —Gritó una joven de tes pálida que estaba en la casa leyendo a gusto en un gran sofá de la sala. La mujer se levantó y se retiró las gafas al ver al joven alto entrar tras su madre.

—Hermana Obsidían. ¿Cómo está? —Preguntó el joven que fue abrazado de inmediato por la mujer, respondida afectuosamente.

— ¡Qué gran bendición que hayas regresado! ¿Ella es…?

—Así es, hermana. Finalmente, mi pequeño ha encontrado una prometida.

—Es hora de conocerla, madre —dicho esto, la joven pasó su mano por enfrente de la mascara y ésta se deshizo en arena purpura, revelado el rostro negro como la noche de la hermosa mujer, maquillada con puntos blancos brillantes que parecían estrellas, a la par de unos labios planeados que dibujaban una bella sonrisa sin igual.

Tanto Obsidían como Jessenya se quedaron boquiabiertas con la belleza de la mujer, la cual de inmediato se postró sobre sus rodillas e hizo una reverencia hacia la madre del joven.

—Mi nombre es Freja Hekka. Soy hija de Freud Hekka III y he abandonado mi tierra, mi herencia, mi familia y mi país porque amo a su hijo, Ghalla, el cual me ha mostrado la luz de la Diosa de fuego. Estaré más que complacida que usted, su madre, nos dé su bendición para casarnos —mientras decía eso la mujer extranjera, con un acento que apenas se podía entender, Ghalla se colocó a su lado e hizo la misma reverencia a Jessenya.




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