El Champú no me hace Alergia

Capítulo 3: Suspensión de a Dos

Hugo

Cuelgo el celular ¡Rayos! Pensé que su ausencia en el primer turno había sido por sus alergias, algunas veces le daban incluso resfriados, pero… ¿Cómo pudieron suspenderla? Ella es una estudiante ejemplar. Bueno, más o menos. Aunque ha estado involucrada en distintos escenarios equivocados, siempre ha sido inocente y ha salido bien librada. Pero en esta ocasión, o se lo ganó a pulso, o fue una injusticia monumental.

Suspiro, mirando al profesor Kalansy, quien revisaba exámenes en su escritorio con una ceja arqueada, como si cada respuesta incorrecta fuera una ofensa personal. No había tiempo que perder. Respiré hondo y me acerqué con la mejor cara de preocupación que pude gestionar.

-Profesor -alzó sus ojos, mirándome por encima de sus gafas de lectura.

-Hugo ¿Un problema con el último teorema?

-En realidad, es algo más urgente. Es mi mamá... -moví mis manos nerviosos, bajando la voz y tratando de sonar lo más convincente posible- Hubo un... accidente. Un pequeño percance, está en el hospital, no es grave, ¡lo prometo! Pero debo irme. Ahora mismo -el rostro del profesor se suavizó al instante, la mención de un familiar en el hospital suele tener ese efecto ¡Por favor Dios perdona por esta mentira piadosa!

- ¡Dios mío, muchacho! Por supuesto, ve de inmediato. No te preocupes por la clase. ¿Necesita que alguien te lleve?

-No, no, tengo mi auto -me apresuré -Muchas gracias, profesor -salí del aula casi a la carrera, sintiendo un pequeño pinchazo de culpa por mentirle al siempre serio pero decente Kalansy, pero Gema estaba primero. Siempre.

La encontré en la parada de siempre, pero no estaba sentada. Paseaba de un lado a otro como un tigre enjaulado, refunfuñando y gesticulando sola, tan ensimismada en su rabia que ni siquiera notó que me acercaba en el coche.

-Bajando del ring, en la esquina izquierda, con un récord de una suspensión y una bofetada letal... ¡Gema "La Furia Pelirroja"! -anuncié desde la ventanilla, ella se detuvo en seco y me lanzó una mirada que podría haber derretido acero.

-No es gracioso, Hugo.

-Para nada -moví mi cabeza invitándola a pasar -Sube, que el aire acondicionado sí es gracioso -abrió la puerta del copiloto y se dejó caer en el asiento con un bufido dramático.

- ¿Sabes lo que es tener que llamar a los agentes inmobiliarios de mis padres y decirles que su hija está suspendida? Fue como hablar con dos paredes de hielo con traje Armani. Me dijeron que “solucionara el asunto” -gesticuló con sus dedos haciendo dos comillas cómicas mientras me arrugaba su delgada nariz de conejita -Y que no interrumpiera su reunión en Dubái. ¡Dubái, Hugo! -yo manejaba en silencio, dejando que se desahogara. Mientras se quejaba, noté que se rascaba la cabeza con insistencia, un gesto nervioso que conocía demasiado bien.

-Oye, para de rascarte, que luego te haces heridas.

-Es que me pica, ese maldito champú verde me ha dejado el cuero cabelludo hecho un desastre -una sonrisa involuntaria se escapó de mis labios.

-Pues mira hacia atrás. Tal vez haya algo que te distraiga -Gema frunció el ceño, sospechando una broma, pero giró la cabeza hacia el asiento trasero, sus ojos se abrieron como platos. Allí, en una bolsa de la tienda de productos naturales, había cinco botellas de champú diferentes, cada una con su acondicionador a juego, alineadas como soldados en una misión de rescate.

- ¿En qué momento compraste todo eso?

-Oh, eso, al inicio del primer turno, por eso no vi cuando te expulsaron -se giró hacia mi intentando neutralizar su sorpresa así que la ayudé -Estoy poniendo en marcha la Operación Número 24: Cuero Cabelludo Pacificado, Fase Dos -me reí un poco pero no me siguió haciendo que frunciera un poco el ceño -Tenemos el de avena coloidal, el de manzanilla y caléndula, el de leche de coco y miel, el de aloe vera puro -sueno una bocina para que un niño se apresure a cruzar la calle y la volteo a ver rápidamente -Esta vez de otra marca, lo juro y el especial para bebés prematuros, que promete ser más suave que un suspiro de angelito -Gema se quedó en silencio, demasiado silencio para mi gusto. La miré de reojo. Había dejado de rascarse y miraba fijamente las botellas, con una expresión extraña, nada de su furia habitual.

- ¿Gem? ¿Todo bien? ¿Es el de bebés? Sé que puede sonar condescendiente, pero...

-No, no es eso - su voz sonaba mucho más pequeña de lo normal- Muchas gracias por los champús, es solo que... no sé cómo van a hacer mis padres para venir, no salen de sus reuniones de negocios desde hace seis meses -suspiró pesadamente -Fletcher va a crucificarme cuando vuelva sin ellos.

-Todo estará bien -dije con una confianza que no sentía del todo- Ya pensaremos en algo. Tal vez mi mamá pueda ir, podría decir que es tu tutora legal o algo así. A Fletcher le caemos bien -me mira con una ceja curveada y recuerdo que le dijo cobarde con bigotes así que me retracto con una risa -Bueno, más o menos -Gema no respondió, solo se tiró en el asiento volvió a mirar por la ventana, rascándose de nuevo la nuca con desesperación. Llegamos a su casa, una espaciosa vivienda moderna que siempre me pareció demasiado grande y demasiado silenciosa para una sola persona. Nada más entrar, el picor de Gema se volvió incontrolable.

- ¡No puedo más! ¡Pica como si tuviera hormigas con botas de fútbol en la cabeza!




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