Hugo
El corazón me latía con tal fuerza que sentía el eco en los oídos. La oscuridad del pasillo de la escuela era absoluta, rota sólo por el delgado haz de mi linterna telefónica. A mi lado, el jadeo entrecortado de Gema era la banda sonora de nuestra misión suicida.
- ¿Estás seguro de que era por aquí? -susurró, su voz temblando tanto como la mano que se aferraba a mi sudadera.
-Positivo. La hemeroteca está al final de este pasillo, a la derecha.
Avanzamos como fantasmas, pegados a las paredes, cada crujido de la madera bajo nuestros pies sonando como un disparo en el silencio sepulcral. La escuela de noche era un lugar completamente distinto. Las sombras de los carteles y las esculturas deportivas se alargaban de forma grotesca, y el más mínimo sonido, el zumbido lejano de un frigorífico, el chirrido de una tubería, nos hacía paralizarnos en seco.
Estábamos a metros de la puerta de la hemeroteca cuando un potente haz de luz barrió el extremo del corredor. El conserje.
- ¡Ahí! -empujé a Gema hacia una puerta entreabierta.
Era un armario de limpieza, estrecho y cargado de un olor agrio a lejía y cubetas húmedas. Nos apretujamos dentro, yo de espaldas a los baldes y fregonas, ella frente a mí, aplastada contra mi pecho. La puerta se cerró con un clic suave, sumiéndonos en una oscuridad pegajosa.
El haz de luz del conserje pasó por la rendija de la puerta, iluminando por una fracción de segundo el pánico en los ojos de Gema. Contuvimos la respiración. Los pasos, pesados y lentos, se acercaron. Se detuvieron justo al otro lado de la puerta. Podía oír la respiración ronca del hombre y el tintineo de su llavero.
Gema temblaba. Yo la sujeté con más fuerza, mis brazos rodeándola en el espacio reducido. Su frente estaba apoyada en mi clavícula, su aliento caliente atravesaba la tela de mi camiseta. Estábamos tan cerca que podía contar cada una de sus pestañas. El mundo se había reducido a este armario, a su corazón golpeando contra el mío, al miedo compartido que nos paralizaba. Su mirada, desorbitada y aterrada, se clavó en la mía. Por un instante absurdo y eterno, todo lo demás desapareció. Mi vista bajó hasta sus hermosos labios, entreabiertos por el jadeo silencioso.
Los pasos se reanudaron, alejándose poco a poco hasta fundirse con el silencio del edificio y arrancándome de mis desviados pensamientos.
Permanecimos inmóviles otros diez segundos que se sintieron como una hora.
-Creo que... se fue -logré susurrar, mi voz ronca, ella asintió contra mi pecho. Salimos del armario como dos sonámbulos, tambaleándonos, aliviados.
-Lo logramos -jadeó Gema, recomponiéndose y apartándose un poco.
-Aún no. Vamos -la hemeroteca era una habitación polvorienta con estanterías metálicas que llegaban al techo. Los archivos que necesitábamos estaban en una estantería alta, al fondo.
-Allí -señalé. Cogí una vieja escalera de mano de metal al intentar tomarla para subir un susurro llegó a mis oídos.
- ¡No! -Gema agarró mi brazo- Esa cosa hará más ruido que una banda de rock-metal.
-Entonces, ¿cómo...?
-Álzame, eres fuerte-propuso, con una determinación que no admitía discusión -era una locura, pero era nuestra única opción. Me agaché y ella se encaramó a mis hombros con una agilidad sorprendente. Me levanté lentamente, agarrando sus pantalones por los tobillos para estabilizarla.
- ¿Ves? -pregunté, con la voz un poco tensa por el esfuerzo.
- ¡Casi! Un poco más a la izquierda... ahí... ¡lo tengo! -mientras ella forcejeaba con una carpeta pesada, yo intentaba con todas mis fuerzas no pensar en el hecho de que su trabajado trasero estaba a la altura de mi cara.
-Baja, baja, baja -susurré y ella se deslizó aterrizando con suavidad, la carpeta de archivos abrazada contra su pecho.
- ¡Vamos! -sacamos el teléfono y tomamos las fotos a toda velocidad. Los pasos del conserje volvieron a sonar, esta vez más cerca.
- ¡Es suficiente! -dije, tomando los archivos y colocándolo en lo más alto posible en la estantería, aunque sabíamos que no estarían en su lugar original. Salimos de la hemeroteca y corrimos por el pasillo, zigzagueando hacia la salida como dos ladrones que acaban de robar el diamante más valioso del mundo. Miré a Gema sonreír y no pude evitar pasar mi brazo por sus hombros mientras besaba su coronilla.
- ¡Ahora si lo conseguimos!
Una semana después:
Una semana después, el proyecto había sido un 10/10 sorprendiendo a más de uno y sin embargo ahora teníamos una nueva excusa para entrar a la biblioteca, esta ocasión legalmente y a la luz del día. En la clase de Diseño Gráfico, la señorita Pérez nos emparejó para el proyecto del añobook. A Gema y a mí nos tocó la caja de "Primaria y Middle School".
-Este es un crimen contra la fotografía -murmuró Gema, sosteniendo una imagen de un concierto de flauta de quinto grado.
-Yo creo que tiene arte -entrecerré los ojos para enfocar lo mejor posible- Tiene ese aire de... foto de un fantasma borroso -estábamos riéndonos, pasando páginas, hasta que de pronto, Gema se quedó quieta. Tenía en las manos una foto de grupo de séptimo grado.
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Editado: 16.10.2025