Gema
Las lágrimas caían sobre mi almohada con la fuerza y consistencia de una cascada en época de lluvias. No lloraba por Hugo. Bueno, sí. Pero no solo por él. Lloraba por la injusticia cósmica de que alguien como Jessica, cuyo corazón probablemente tenía la forma y temperatura de un guisante congelado, pudiera tener una cita con alguien como Hugo. Y lloraba, sobre todo, porque a mí solo me veía como su amiga, la chica divertida que lanza piedras a los lagos y quema Nuggets. Nunca como alguien que pudiera gustarle.
¿Jessica? ¿En serio? Después de todo lo que había hecho. Era la peor persona del universo, solo por debajo de los que hablan en el cine.
De repente, el llanto se detuvo. La rabia, una emoción mucho más útil y familiar, tomó el control. Estaba bien. Tal vez Hugo nunca me viera de otra manera. Tal vez yo nunca fuera a ser la chica de la portada de una revista para él. Pero no podía permitir que cayera en las garras de Jessica. Era como dejar que un cachorro juguetón se fuera a vivir con una madrastra malvada gruñona. Tenía una responsabilidad moral.
Y si no podía ser yo, al menos que fuera alguien... decente. Chloe. ¡Chloe! La chica nueva del insti un año menor, pero era inteligente, le gustaban los mismos videojuegos retro que a Hugo, y una vez le vi ofrecerle su último trozo de chocolate en la cafetería. Era hermosa de una manera natural que no requería esfuerzo, lo cual era profundamente irritante pero también perfecto para Hugo.
Yo... le había impedido que empezara algo con ella. Hace meses, cuando Chloe le pidió ayuda con un proyecto, yo inventé una emergencia absurda con mi pez, el pobre Capitán Escamas siempre cargaba con las mentiras. Me dio tanta vergüenza recordarlo que me salió un hipido. Pero ahora era el momento de enmendar ese error. Era mi deber como mejor amiga. Antes de que el sentido común o el pánico pudiera detenerme, agarré el móvil con determinación y marqué el número de Chloe.
- ¿Hola? -dijo su voz al otro lado, melodiosa y calmada.
-Chloe, soy Gema. La amiga de Hugo. La del pez moribundo -solté de golpe y hubo una risa del otro lado.
-.. Sí. Hola, Gema.
-Mira, sé que esto sonará raro, pero es una emergencia de nivel nacional. Hugo necesita ir al cine el sábado a las cinco, pero no puede ir solo. Y yo... tengo una enfermedad contagiosa de última hora. ¿Podrías sustituirme? Él no lo sabe, sería una sorpresa.
- ¿Una sorpresa... en forma de cita a ciegas con el chico que me gusta? -preguntó Chloe, con una perspicacia que me tomó por sorpresa.
- ¡Exacto! Pero no se lo digas -supliqué- Es parte del plan. Es un plan muy elaborado. De esos que tienen capas, como una cebolla. -ella se río.
-Vale, Gema. Es raro, pero vale. Iré -colgué sintiéndome como un genio malvado, pero un genio malvado bondadoso. Luego, con el valor que da la desesperación, marqué el número de Steve. Conseguirlo había costado una bolsa de caramelos y el secreto de la combinación de la taquilla de Laura Fernández.
- ¿Épico? -contestó Steve. ¡¿Así contestaba siempre?!
-Steve, soy Gema. ¿Te acuerdas de Jessica? ¿La que te compró esos pendientes horteras con forma de balón de fútbol?
- ¿La chica que habla como un pajarito enfadado? Sí.
-Pues quiere verte. Cine. Sábado. Cinco de la tarde. Te estará esperando. No preguntes, solo ve. Es tu destino.
- ¡Épico! -exclamó, y colgó sin hacer más preguntas. La simplicidad de su mente era envidiable.
¡Estaba funcionando! Mi plan era perfecto. Hugo tendría una cita con Chloe, que era mil veces mejor que Jessica. Jessica tendría una cita con Steve, que era lo que siempre había querido. Y yo... yo me quedaría en casa, viendo documentales de pájaros y comiendo helado directamente del bote, como la heroína anónima y dramática que era.
Me miré en el espejo, con los ojos hinchados y la nariz roja como un payaso triste.
-Lo hiciste por él, Gema -dije en voz alta- Por tu amigo. Esto es lo que hacen las mejores amigas. Se sacrifican con estilo y una cantidad alarmante de azúcar.
Me sentí noble. Me sentí madura. Me sentí como la protagonista de una película triste, pero con final esperanzador y luego, un pequeño pensamiento se coló en mi cabeza, minando toda mi nobleza: ¿Y si a Hugo le gustaba Chloe de verdad? ¿Y si funcionaba? ¿Y si mi plan era tan perfecto que me dejaba fuera de su vida para siempre?
La idea me golpeó con la fuerza de una piedra lanzada por mi yo furiosa del lago y me dejó sin aire.
Pero era demasiado tarde. Las piezas estaban en movimiento. El sábado a las cinco, el cine sería el escenario de mi magnífica y desastrosa obra de teatro y yo, la directora desde las sombras, me quedaría sola con mis palomitas de microondas y mi corazón hecho trizas, preguntándome si acabar de una vez con el helado de chocolate era una opción demasiado obvia.
#2159 en Otros
#653 en Humor
#5492 en Novela romántica
humor amistad amor, amor oculto malentendido, mentiras friendstolovers
Editado: 16.10.2025