El Champú no me hace Alergia

Capítulo 14: Guía para Sobrevivir a una Fiesta de Adultos

Gema

La pecera era mi refugio. Un mundo entero, silencioso y perfecto, contenido dentro de un cristal. Los peces de colores nadaban con una elegancia absurda, ignorando por completo el bullicio de la fiesta a sus espaldas. Yo los envidiaba. Enviaba su burbujeante ignorancia, su existencia simple, nadando entre algas decorativas y castillos de plástico. No tenían que sonreír forzadamente, ni buscar con la mirada a alguien que estaba demasiado ocupado reviviendo viejos romances.

Desde mi escondite acuático, observaba a los invitados. Eran un zoológico humano de lo más peculiar. El señor Calvo-Importantísimo hablaba con vehemencia de la bolsa mientras un canapé de salmón le pendía peligrosamente de la comisura de los labios. La señora Vestido-Apretadísimo reía con una afectación que sonaba a máquina rota, cada carcajada una puñalada al buen gusto y en el centro de todo, él. Hugo.

No, Gema. Respira. No pienses en él. Piensa en la misión: pasar desapercibida. Me repetí mentalmente la "Guía Definitiva para Sobrevivir una Fiesta de Adultos" que había improvisado en la última hora:

Paso 1: Fusión con la pared, creo que era parecido a imitar un camaleón, la primera media hora de la tortuosa noche adopté la textura y coloración del empapelado. Si me confunden con un mueble, es un triunfo, sin embargo, al fin tuve que pasar al siguiente paso cuando alguien se acercó a hablar.

Paso 2: La ruta estratégica del canapé, me escapé de la “interesante charla” siguiendo la corriente de todos, me moví en dirección de los bocadillos, pero con paradas tácticas en plantas decorativas para fingir interés botánico, pero no podía mirar demasiado sino parecería una loca chiflada.

El Paso 3: La sonrisa enigmática me había funcionado, hasta que una señora obviamente preocupada me tocó el hombro y me preguntó ¿si me pasaba algo? Al parecer parecía una loca desquiciada o una persona a punto de sufrir una embolia. Cambié al… ¿cuál era el paso? OH, sí…

El paso 4: Asentir con la cabeza, daba igual si hablan de la bolsa o de la cría de ganado. Un "ajá" seguido de un "claro, es evidente" te hará parecer inteligente e involucrada, sin embargo, el dolor causante por tanto asentir me llevó a inventar el paso 5.

El Paso 5: Elixir de invisibilidad, mantener siempre una copa de algo en la mano, aunque sea jugo de naranja. Actúa como un escudo social, también existía el móvil, si te veían usándolo no te molestaban, sin embargo, tuve que cambiar de táctica al quedarme sin batería. ¡Mi elixir se había acabado!

El Paso 6: Señal de auxilio visual, si te quedas atrapada con el Señor Calvo-Importantísimo, busca desesperadamente a otra persona a quien saludar con la mirada, aunque sea al gato imaginario de la familia.

El paso 6.5, ¡no! El 7: Refugio en la pecera, en caso de emergencia extrema, fingir un interés obsesivo en la fauna acuática. Es a prueba de fallos, por último, el Paso 8 pero no menos importante.

Paso 8: Recordatorio clave, ellos son los cisnes. Tú eres el patito. Los patitos son más interesantes, tienen mejores historias de origen y, al final, se convierten en cisnes igualmente bellos… o algo así decía el cuento.

La lista me funcionaba… O al menos, me había funcionado hasta ese preciso instante. Porque entonces lo vi reír. No una risa cualquiera, sino una de esas que le iluminan la cara de verdad, con Natasha colgada de su brazo y de repente, la "Guía para Sobrevivir a una Fiesta de Adultos" se me hizo trizas. El punto 3 “sonrisa enigmática” me dolía en la mandíbula. El punto 5 “elixir de invisibilidad” sin duda había dejado de funcionar porque quería ser más visible que nadie para él y el punto 10 era una mentira cruel. En ese momento, yo no era un patito. Era un pulpo fuera del agua, tratando de entender por qué el aire me quemaba los pulmones.

Cada recuerdo de los últimos meses empezó a pasar por mi mente como una cinta de tortura. La biblioteca. Esa noche. La manera en que su mirada había bajado hasta mis labios y cómo, por un segundo delirante, pensé que… pero no. Se apartó como si le hubiera quemado. Y luego la piscina. Su mirada de puro pánico, como si al verme se hubiera topado con un fantasma. Me gritó, se fue. Siempre se iba. Y ahora, Adrián. La única vez que Hugo había reaccionado de otra forma, había sido por puro instinto de propiedad, como un niño que no quiere prestar un juguete, aunque ni siquiera le guste jugar con él.

No podía soportarlo un segundo más. El aire pesaba demasiado, cargado de perfumes caros y risas falsas. Necesitaba salir de allí. Busqué con la mirada a los padres de Hugo, les sonreí desde la distancia y me abrí paso hacia la puerta como un convicto hacia la libertad.

El aire de la noche fue un bálsamo en mi rostro ardiente. Respiré hondo, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Caminé rápido, deseando poner kilómetros de distancia entre la fiesta y yo.

- ¡Gema! Espera. Te llevo a casa -su voz me atravesó, pero no me detuve. No podía mirarlo. No aún.

-No hace falta. Prefiero caminar -esperaba sonar firme logrando un resultado muy diferente. Oí sus pasos acercarse. Me tomó del brazo con suavidad, obligándome a girarme. Y allí estaba él, con sus ojos color avellana llenos de una confusión que me enfureció. ¿Qué había de confuso? ¿No estaba claro? Tenía a su preciosa Natasha esperándolo.

-Gema, ¿qué pasa? ¿Estás enfadada por Na…?

- ¡No! -lo corté, demasiado rápido, demasiado agudo. Tragué saliva, buscando desesperadamente una excusa, cualquier cosa- Es solo que… me apliqué un champú nuevo antes de venir. Uno que no había usado antes. Y creo que me está dando alergia. La piel me pica mucho y… me duele la cabeza. Un dolor horrible. Necesito irme a casa -la mentira sonó ridícula incluso para mis propios oídos. Patética. Pero era lo único que tenía. Él me miró, y supe que no se lo creía. No del todo. Sus ojos escudriñaron mi rostro, buscando el enrojecimiento de una alergia que no existía, y solo encontraron el enrojecimiento de unas lágrimas contenidas.




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