Raul y Alondra caminaban rápidamente por la calle de Pedro Moreno, el sol del medio día golpeaba fuerte en los rostros de la pareja, los cuales transmitían el disgusto debido a las peleas que habían tenido las últimas semanas, habían pasado noches en vela chateando, mandando audios, llamándose, discutiendo, llorando, recordando cómo se conocieron, el pacto que se hicieron de pasar toda al vida juntos, mientras que el fantasma de la ruptura y el final los observaba desde el rincón de la habitación, tan oscura en la madrugada, que cuya única luz provenía del celular del cual ambos escribían, la cual iluminaba sus rostros y dejaba ver sus ojos llorosos.
Esta situación que con el transcurso de los mensajes se había acrecentando como una bola de nieve la cual se desliza a través de una montaña en apariencia interminable, sin embargo, en la conciencia de ambos cada vez aparecía más la posibilidad de que ésta se despedazara estrellándose con algún roble en la soledad de un bosque nevado, ambos sabían que el final se acercaba, pero no se lo querían comunicar el uno al otro, simplemente callaban, reprimían, sollozaban e intentaban continuar como si no hubiera pasado nada, para después caer en el mismo lugar, una y otra vez.
-Me imaginé que te gustaría alguien de tu edad, fui tonto al pensar que no pasaría, pero supongo que tengo que entenderlo. -Le dijo Raul a Alondra mientras caminaban y observaba la banqueta, sentía un ligero pánico al pensar en observarla a los ojos.
-Ya te dije que no me gusta, es mi compañero nuevo y me está pasando algunas tareas, es todo, tengo semanas diciéndotelo, no confias y ya estoy tan harta.
-Si confio, pero, ¿qué quieres que haga?, tus conversaciones están tan llenas de caritas sonrojadas, luego no sé que pasó aquel dia que saliste temprano y no alcancé a pasar por ti, mi mente piensa lo peor.
-No sé si quiero saber qué es lo peor para ti.
-Pues que se fueron a un motel y te cogió.
-No me digas eso, no mames, eso jamás pasaría, no sé porqué piensas eso. yo jamás te he sido ni te sería infiel.
Raúl no respondió, se limitó a sacar su celular y observar la hora, faltaban 10 minutos para las 10 de la mañana no quería que llegaran tarde a su sesión con su psicólogo, tenía miedo de que este lo pudiera regañar, o recriminar, alguna acción que pudiera hacerle y que su mente no alcanzaba a imaginar, mientras pensaba en la hora y en el posible retraso, se olvidó completamente de los problemas que tenía con Alondra, le inquietaba mucho más aquella persona, sin embargo, también le generaba fascinación.
-Siento que no estamos avanzando, llegamos casi 8 meses viniendo con él cada semana y seguimos peleando por lo mismo, esto se está repitiendo, no se si estamos peor que antes, no sé que pedo, estoy cansada ya de esto. -Le decía ella, Raul se dio cuenta que ella había seguido hablando pero el no la había escuchado, se había distraído completamente al pensar en su psicólogo, de alguna manera, en algun nivel inconsciente, parecía percibir mayor terror por el, que por la posible ruptura de su relación.
-¿Me estas escuchando?, siempre es lo pinche mismo contigo, te pierdes cuando te estoy platicando de lo que siento, no sé qué hacer, enserio.
Las inquietudes de su novia parecían minimizarse conforme se acercaban al consultorio, la voz del psicólogo comenzó a sonar en su cabeza, por unos segundos Raúl pensó que era real y que este se encontraba cerca de ellos y lo estuviera llamando, su volumen iba subiendo y opacaba los llamados de su novia como si de una bocina mucho más grande y poderosa se tratara, el sol de la mañana del viernes ya se había hecho más que presente, las gotas de sudor comenzaron a resbalarse por la cabeza de ambos conforme su frustración se acrecentaba, se sentían perdidos, tristes, frustrados, daban vueltas en lo mismo, como si aquella relación fuese una manzana de un vecindario e intentaran salir de ahí dando una vuelta y otra para volver a llegar a donde comenzaron.
¿Raúl? ¿me estás escuchando?, ¿neta qué pedo?.
-Callate, que vamos a llegar tarde. -Le dijo el, expresando preocupación e inquietud, Alondra observó sus ojos, quería hacer contacto visual pero no lo conseguía, ella sabía que Raul estaba pensando en el, pero por alguna extraña razón, prefería no nombrarlo, pensó que lo mejor era callarse y llegar, que en algún momento iban a sentirse mejor, que podrían arreglar los problemas, que seguirían juntos, creciendo, buscando hacer realizar sus sueños de vivir en un departamento por Chapultepec, tener gatos y salir a cafés o bares con sus amigos los viernes y sábados por la noche.
Finalmente llegaron y Raul tocó la puerta, ya no se habían dirigido la palabra, como si existiera un pacto implícito entre ellos, el cual dijera que ya no pueden hablar entre ellos al estar a 10 metros de aquella pequeña casa amarilla, la cual se encontraba en el centro de la ciudad a 5 minutos del tren ligero, estaba pintada de un amarillo miel, tenía una ventana en la planta baja que daba a la banqueta, la cual estaba tapada por una cortilla beige sin decoraciones, otra ventana sin cortinas se encontraba en la planta de arriba, habitación en la que parecía estar vacía aunque esa impresión daba solo al verse desde lejos, cuando Raul comenzó a ir, investigó el lugar en Google Maps y se dio cuenta que esa pequeña morada se veía exactamente igual 15 años atrás, misma pintura, la misma cortina abajo, mismo vacío arriba, sin embargo, las demás casas alrededor si habían cambiado, el solo pensó que era un detalle peculiar.
Raúl tocó la puerta, seguía agarrando la mano de Alondra, detalle que jamás había dejado de hacer por más peleas que tuvieran, mientras que Guillermo acudía a abrir, ambos se miraron mutuamente a los ojos por varios segundos, había complicidad, intimidad, la frustración se tornó en melancolía, el coraje en nostalgia, las inseguridades fueron inundadas por recuerdos, la tristeza se mezclaba con felicidad e incertidumbre, ambos comenzaron a sonreír, él apretó más su mano, no quería soltarla, pensaba que no podría tomar ninguna otra más, que no quería.
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Editado: 31.12.2024