El charlatán

Parte II

Aquél momento se convirtió en una paradoja, habían pasado varios minutos, más de los que Guillermo usualmente acostumbra tardarse en abrir la puerta, sin embargo, siempre que se veían a los ojos mutualmente el tiempo parecía detenerse, no importaba en qué momento se encontraba la relación, ya sea el deseo sexual era efervescente o si estuviesen apunto de terminar, siempre que sus miradas se cruzaban, el efecto era el mismo.

-¿Ya se tardó, no?. -Dijo Alondra, después de que creyó escuchar un pequeño ruido proveniente de la casa, como si fuese un vidrio quebrándose, su rostro no disimuló la inquietud que le provocó aquel estímulo, mientras que Raúl seguía mirándola de la misma manera.

-Tal vez, ¿estará cagando?.

-No mames Raul, ¿eso qué?. -Dijo ella simulando molestia, pero ocultando cierta gracia que le dio aquella imagen que se formaba en su cabeza.

Alondra volvió a tocar con un poco más de fuerza que la primera vez, Raul desvió la mirada mientras que compartía la misma inquietud que ella, la puerta era negra y de acero, se encontraba descuidada, al verla, Raul recordó un sueño que tuvo en el que una persona forzaba la cerradura con facilidad y se metía a robar, golpeaba a Guillermo y se llevaba gran parte de sus muebles.

Guillermo abrió la puerta, no estaba usando sus clásicos anteojos y su mirada se notaba pequeña, disminuida, pérdida, sus pupilas dilatadas mostraban un negro profundo y sonreía exageradamente, como si estuviese esforzandose por demostrar alegría, Alondra lo miró a los ojos y se paralizó, jamás lo había visto así, percibió que Raul la estaba apretando un poco más fuerte y comenzó a dolerle.

-Adelante, por favor. -Dijo él, mientras que Raul asintió y se metió a la casa tomando a Alondra junto consigo, ella se sintió como si la estuviese jalando con fuerza, ¿desde cuando ella se sentía arrastrada a esa casa? ¿a esa terapia?, Guillermo le estuvo proponiendo que le llamara en horas fueras de las sesiones y que le escribiera mensajes por privado justificándolo con que era parte del tratamiento, Raul no lo sabía, no tenía el valor de decírselo, temía su reacción, lo que le fuera a decir, si confrontaba a Guillermo, si la terapia se terminaba y la desintegración de los aparentes progresos que habían hecho venía junto con esto, todas aquellas razones se conectaban como si fuese un rompecabezas, el cual daba lugar una figura la cual, aunque no había logrado imaginarla del todo, penetraba en sus emociones de manera que la hacia sentir incapaz de si quiera intentarlo.

Raul se sentó en la sala de espera después de estrechar su mano, el rostro de Alondra se encontraba paralizado mientras caminaba junto con él rumbo consultorio, el silencio reinaba en la atmósfera, la cual se encontraba impregnada de tensión, mucho más que en otras veces, detalle del cual no se percató Raul en aquél momento hasta pasado unos minutos más tarde, después de haberse sentado en el sillón de la sala de espera.

Sacó el celular, el sol, cuyos rayos seguían brillando con fuerza, penetraban afuera de la ventana, el color café de los muebles y la mesa combinaban con el suelo tinto y los mosaicos del suelo con forma de cuadrado los cuales se encontraban sucios. La mirada de Raúl volaba a través de aquél lugar, con una mezcla de morbo y fascinación, sonriendo ligeramente, observó varios libros de historia de México puestos en forma de torre en una pequeña mesa en la sala, un kilo del café Borges acomodadoen la barra de la cocina y dos manteles de color azul marino puestos en la mesa con restos de pan, como si dos personas recién hubieran acabado de comer.

Al volver la mirada hacia abajo de la pequeña mesa, observó un vaso de vidrio quebrado, partido en varios pedazos. -A este wey se le olvidó barrer, no mames. -Dijo Raúl en voz baja, llevándose una de sus manos a su frente sintiendo su sudor. Por alguna razón, sentía que tenia que limpiar los restos de vidrio, le daba verguenza que Alondra pensara que Guillermo era sucio o poco profesional, sentía que tenía que protegerlo debido a la gran insistencia que el había manifestado para que ella fuera a esa terapia a pesar de que llevara meses diciendo que se sentía igual o peor, la culpa lo alcanzaba y no podía hablar de eso con Guillermo ya que pensaba que eso implicaría faltarle al respeto, aquella angustia le carcomía cada viernes, lo asfixiaba, le cerraba los pulmones, sentía que la vista hacia el futuro se le nublaba, no concebía el hecho de buscar otro terapeuta, no sabía cómo decírselo, se quedaba totalmente paralizado al pensar eso, al igual que su mirada incapaz de ver hacia otro lado después de descubrir aquél vaso roto.

Unos ruidos fuertes vinieron del consultorio, posteriormente procedió a, con su pie derecho, esconder todos los restos de vidrio debajo del sofá con el fin de que Alondra no los viera, lo hizo con rapidez, como si ella estuviera apunto de regresar, después de esto, se paró a husmear toda la sala, caminó hacia el consultorio aunque la puerta se encontrase cerrada, por unos momentos se sintió como si fuera un policía husmeando en una posible escena del crimen, sin embargo, no encontró nada, más allá del kilo de café que aún estaba en su paquete junto con su etiqueta.

-Usted es una muchacha muy trabajadora, muy inteligente, con carácter materno, como si fuera mujer de antes. -Le había dicho Guillermo, con una voz que sonaba tapada, distorsionada, lenta, atropellada. La luz se encontraba totalmente apagada y la puerta cerrada con seguro, el único atisbo de luz que entraba era de una ventana que se encontraba a la derecha del diván, sin embargo, esta solo daba al patio, el cual se encontraba techado por lo que la oscuridad inundaba totalmente la visión de Alondra, no hacía mucha diferencia si abría o cerraba los ojos.

-Usted debería volar, que ningún machito le corte sus alas, debería volar y volar hacia lo más alto, a mi me encanta volar, ¿lo sabía?, ¿por qué no volamos?. -Alondra no había dicho nada, su rostro seguía paralizado como cuando entro, aquello, junto con la ausencia de luz, convertía aquel espacio en un ambiente en el que la única constante era lo estático, lo carente, lo invisible, lo inexplicable.




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