Se quitó los audífonos y volteó a ver a su novia, ella tenía un libro en las manos y observó que sus ojos estaban llorosos, su mirada se había caido hacia el suelo de color tinto así como el vaso de vidrio momentos antes de que entraran a la casa, cuyos restos serían escondidos y jamás serían encontrados.
Las manos de Guillermo descansaban en los hombros de ella, a Raul le parecieron manos más gordas y grandes de lo común, la palma de sus manos llegaban hasta el antebrazo, su rostro venía esbozando una sonrisa exagerada, burlona, como si quisiera demostrarle a alguien que se encontraba feliz, que disfrutaba de ese momento, que lo gozaba, este dejaba ver sus dientes hacia afuera, su barba de candado se veía demasiado curvada, su estatura también era mayor que lo que recordaba, ya que se veía más alto que Alondra por casi dos cabezas y media, lucía más gordo, más grotesco, los botones de su camisa se habían abierto y caminaba ladeandose a si mismo y a ella exageradamente hacia ambos lados, parecía como si estuviesen forzando un juego
Raúl no supo como darle nombre a lo que sintió al ver a esta figura extraña, no sabía si era Guillermo o no, o qué es lo que había pasado, por qué su físico había cambiado en tan solo una hora, por qué aquellas manos recorrían los brazos de su novia llegando casi hasta sus manos y expresándose, no tenía herramientas para intentar entender lo que estaba pasando en aquel momento.
-¿Qué pasó?. -Dijo él observándola a ella los ojos, mientras se paraba y caminaba hacia donde estaban, obstruyendo su paso el cual parecía que se dirigía a la puerta. ¿Qué está pasando Alondra?. -Volvió a decir, mientras que ella no respondía, parecía que estaba intentando aguantarse el llanto, toda la culpa se le caía encima como la oscuridad y la angustia en la pasada hora.
-¿Me estás engañando también con el? ¿también con mi psicoanalista?. -Volvió a decir, esta vez ella comenzó a llorar, quería correr, huir, totalmente lejos de donde se encontraban el o Guillermo, sentía que aquel lugar se hacía mas pequeño, la encerraba junto con todos los pensamientos y fantasías que alguna vez había tenido, se llevó las manos a los ojos y se quedó callada, mientras las manos de Guillermo seguían recorriendola hasta sus codos y de regreso a sus hombros.
-¡Dime algo!. -Gritaba furioso Raul, observándola a ella, en ese momento lo supo, cuando notó que ella era incapaz de quitarse las manos de su rostro, comenzó a pensar en todo el año anterior, pensó en su vida, en cómo el pensamiento de ya no querer seguir viviendo comenzaba a flotar cada vez más en su cabeza, como si fuese un barquillo de papel deslizándose hacia la alcantarilla, en el cual las fantasías parricidas formaban parte de la tripulación. En aquel golpe que le propinó a su padre después de que se enterara que engañaba a su madre, en como aquella relación se había fracturado, quebrado, en que por más que intentara pegar los pedazos, ya nunca quedaría como antes, la imagen de aquel vaso de vidrio escondido debajo del mueble se aparecía también a la velocidad del flash de una cámara.
-Suéltala, por favor. -Le dijo él bajando el tono de voz, mostrando el respeto que aún le tenía, Guillermo seguía representando aquella ley nueva la cual intentaba suplantar a la paterna.
-¿Para que le sigas diciendo mamadas?, ¿para que las sigas oprimiendo con tu machismo?. -Le contestó Guillermo con un tono burlón, sarcástico, como un intelectual pretencioso intentando hacer quedar como imbécil a un tipo que no terminó la primaria.
-Si te encanta andar de cabrón, ¿ya le dijiste que te vas a los puteros cada quincena?, sientes culpa, ajá, pero lo sigues haciendo. -Dijo Guillermo, parecía que había acercado a Alondra más a el, que la abrazaba.
-Eso no es cierto, te lo juro Alondra. -Raul comenzaba a sollozar, toda la historia de su relación comenzaba a pesar, una densidad los comenzaba a envolver, la idea real del final, se hacía cada vez más presente, la sentían en todo el cuerpo, esta vez si lo era.
-No mames, te confié un chingo de cosas, ¿todo se lo estuviste diciendo?. -Le dijo Raúl sin verlo a los ojos.
-Todas tus pinches reflexiones todas piteras, pinche filósofo de cuarta, pinche marrano asqueroso, drogadicto de mierda. -Le comenzó a gritar Raúl, conforme lo comenzaba a mirar a los ojos y a observar que seguía riéndose exageradamente, sus ojos eran grandes y sus pupilas se dilataban.
-Vámonos Alondra, por favor, tu y yo juntos, como siempre, por favor. -Ella no se movía, se había paralizado completamente después de escuchar que se Raul se iba a los puteros.
-Sueltala, cabrón, suéltala. -Le gritó a Guillermo, lleno de impotencia por la falta de movimiento de ella, después de esto comenzó a jalarla con fuerza, intentando retirarla de sus brazos
-¿Qué? ¿Me vas a pegar como al alcohólico de tu padre?.
-Dijo Guillermo, con el mismo tono de antes, el mismo tono que había tenido al burlarse de todas las anécdotas de violencia infantil que Raul le había contado, historias que remitían a lo íntimo, a lo primitivo, lo subjetivo, lo particular, aquellas anécdotas eran sostenidas por una relación entre Guillermo y él, la cual había permitido que todas estas fueran visibles, fueran dichas, externalizadas, aquello que nunca le había contado a nadie, que había sido con afecto,con amor ahora se reducían a burlas, a insultos, a traiciones, a odio, a sadismo, a tristeza, a un final inconcluso y a la locura.
Rául consiguió separar a Alondra de sus brazos, jalándola y empujándo a Guillermo en dirección al cuarto con el diván, este comenzó a caminar rápido hacia ellos otra vez, cuando Raúl vio esto, tomó uno de los platos que se encontraban en la mesa y se lo aventó a la cara, quebrándose en el acto.
-Síguete riendo cabrón, a ver. -Le dijo Raúl, olvidando completamente a Alondra atrás de él, comenzó a caminar hacia Guillermo con lentitud y le propinó un golpe en la cara, exactamente igual al que le había puesto a su padre meses atrás, notó sus nudillos llenos de sangre, después de esto, empujó a Guillermo hacia el cuarto del diván, chocando con un armario y golpeándose la cabeza.
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Editado: 22.04.2025