El chico de arriba

4. Palabras malentendidas

La cosa más extraña sucedió cuando me desperté a la mañana 
siguiente. 
La puerta de mi balcón estaba cerrada, tal y como la dejaba cada 
noche. Eso no era lo extraño de la situación, sino el pequeño papel 
que reposaba en el sofá donde usualmente me sentaba a leer. Allí, 
en el asiento, había una nota. Cuando la levanté para leerla no 
reconocí la letra y tampoco tenía firma, pero al leer las palabras solo 
me venía a la cabeza un chico. 
"Quieras o no tendrás que hablarme. Planeo comprarte el libro que dices que te debo. Cuando estés lista, búscame. Sabes donde encontrarme, bizcochito." 
—Idiota —dije en voz alta pensando en Kem. 
Miré arriba, preguntándome en qué momento había bajado por las 
escaleras de emergencia para dejarme aquella nota. Era algo 
extraño y traté de no tomarle mucha importancia, por lo que dejé la 
nota y volví a mi habitación. 
Una vez cambiada con ropa cómoda subí al departamento de 
Amber para hablar con ella. Admitía morirme de la curiosidad por 
saber qué había ocurrido anoche en la fiesta. En el desayuno mamá 
me contó que la policía había venido porque al parecer, algunos 
vecinos se habían quejado. Anoche yo caí como un tronco en mi 
cama, ni siquiera me molestó el sonido de la bulla, dormí como una bebé. Era un privilegio tener el sueño pesado y no despertar por 
cualquier mínimo ruido. 
La hermana mayor de Amber, Ada, me abrió la puerta. Su rostro 
estaba manchado de maquillaje corrido y tenía unas ojeras 
enormes. Aun así se veía hermosa, su cabello corto y el flequillo en 
su frente la hacían ver más estilizada. 
—Hola, Ada —saludé sonriente. Ella me miró con expresión de 
dolor. 
—Ah, Ruby —murmuró frunciendo el ceño—. Amber está en su 
habitación. 
Sin volver a dirigirse a mí se fue hacia el pasillo dando tumbos 
mientras se sujetaba la cabeza. 
Caminé por el pasillo hacia la habitación de Amber y abrí la puerta 
sin tocar. Gran error, el panorama me dejó un poco asqueada. Había 
latas de cervezas por doquier y líquido derramado en el suelo que 
supuse sería licor. Y ella dormía plácidamente en el piso justo al 
lado de esos charcos de líquido. 
Su habitación era un gran desastre asqueroso. 
Corrí hacia ella y la desperté. 
—¡Amber! —exclamé sin importarme que también tuviera resaca y 
le doliera la cabeza—. Por Dios, estás durmiendo en el suelo. 
Amber gimió como si algo le doliera mientras apretaba sus ojos. 
—Mierda. ¿Podrías hablar más alto? —murmuró con sarcasmo y la 
voz ronca—. Me estalla la cabeza. 
Bueno, Amber aun con resaca seguía siendo ella misma. La jalé por 
los brazos y la obligué a levantarse. Con mi ayuda se apoyó en mí y 
sin rechistar colaboró mientras caminábamos a paso lento hacia su cama. Seguía con el mismo vestido de anoche, por supuesto estaba 
todo arrugado. 
—No sé en qué momento me caí al piso —musitó—. En serio, 
dormía como una bebé y luego... 
Moví la torre de ropa que había sobre su cama para que ella se 
recostara pero me di cuenta de lo que había debajo. Vómito. Fruncí 
el ceño, asqueada. 
—Oh, Amber. Eso es tan asqueroso —dije tapándome la nariz—. El 
colegio empezará en un par de días, tienes que limpiar tu 
habitación. 
Por donde sea que mirase había desorden y suciedad. Amber miró 
la mancha de vómito en su cama con expresión asqueada, muy 
parecida a la mía. 
—Ah, ya sé en qué momento decidí dormir en el piso. Espera, 
espera, ¿colegio? —Se apoyó en la pared—. ¿Qué demonios es 
eso? 
La miré mal. 
—Es aquella institución donde tenemos clases, Am, y empieza en 
dos días. 
—Maldita sea, ni me lo recuerdes. —Hizo una mueca despectiva—. 
Eso debería llamarse infierno y no escuela. 
—Ahora mismo tu habitación es el infierno. —Me erguí, señalé la 
puerta del baño de su habitación con autoridad—. Anda a bañarte, 
estás hecha un verdadero desastre. 
Amber asintió, caminó en dirección a su baño y cerró la puerta 
detrás de ella. Al saber que se demoraría mucho en tomar un baño 
decidí esperarla en la sala. No iba a quedarme más tiempo en su 
asquerosa habitación.

Caminé por el pasillo hasta la habitación abierta de Ada. Ella estaba 
sentada en su cama con su celular en la mano y tecleando algo. 
Carraspeé para llamar su atención. Ada levantó la mirada. 
—Mi mamá me dijo que alguien llamó a la policía por la bulla, ¿qué 
pasó? —pregunté realmente intrigada. 
Ada bajó el celular. 
—Ah, algún idiota llamó a la policía por la bulla que hacíamos y ellos 
vinieron, despejaron el apartamento botando a todas las personas y 
dieron por terminada la fiesta. 
Alcé las cejas. 
—Oh. 
—Sí. No sé quién habrá sido el idiota. Lo bueno es que nos 
divertimos bastante. Conocí a un tipo súper guapo. ¿Ya conociste al 
vecino del cuarto piso? 
La miré divertida. Conocía a Ada tantos años como a Amber y, 
aunque no éramos amigas ni por asomo, sabía cómo era; siempre 
conocía a un chico y decía que era el más guapo que había visto. El 
defecto de Ada era engancharse muy rápidamente y luego estar con 
el corazón roto cuando su relación de pocos días terminaba. 
Bueno, cada persona tenía sus defectos, ¿no? 
En este caso lo suyo superó todo. ¿Ya estaba tan colada por Kem, 
el idiota? Al parecer sí, sus ojos brillaron al mencionarlo. 
—Lo vi un par de veces —fue todo lo que dije. 
—Vive aquí, en nuestro edificio, justo abajo —murmuró sonriente, 
señalando el piso. Como si no lo supiera. Quería rodar los ojos y 
callarla, pero aguanté su diatriba—. Se llama Kem Woods y tiene 
diecinueve años, es un año menor que yo pero no me importa. Es 
guapísimo. Dios mío, debería ser ilegal tener esa cara y salir a la calle. El otro día me invitó a salir pero no pudimos por un 
inconveniente que tuvo. Pero ayer cuando vino a mi fiesta estuvo 
todo el rato conmigo, no se separaba de mí ni un segundo. Creo que 
le gusto. 
Okay. Esto estaba sucediendo. Ada había enloquecido por el vecino 
idiota, llamado Kem, quien me había puesto un apodo rarísimo. 
—Guau, no, estás loca, el tipo es un imbécil —respondí cruzándome 
de brazos, indignada de que estuviera ciega solo porque el tipo era 
guapo—. Me tiró agua y luego me mintió a la cara diciendo que no 
fue él, para al final confesar que sí fue. 
Ada rodó los ojos dramáticamente. 
—No jodas, Ruby. Él jamás haría eso, habrá sido su hermana y por 
ser tan lindo se echó la culpa él mismo para no tener que culparla. 
Que Ada defendiera a ese chico ya era demasiado. 
—Creo que Amber ya salió de la ducha —dije al escuchar una 
puerta cerrarse, aprovechando para escapar de aquí—. Nos vemos 
luego. 
Volteé sin esperar su respuesta y caminé de vuelta hacia la 
habitación de Amber. 
—Creo que tu hermana está loca —confesé viendo a Amber limpiar 
el piso con un trapo—. Dijo que Kem, nuestro vecino, es muy guapo 
y que quiere tener sus bebés. 
Amber rió sin dejar de limpiar. 
—¡No dijo eso! 
—Eh, algo así. Solo parafraseo. 
Mi mejor amiga negó con la cabeza.



#5055 en Novela romántica

En el texto hay: juvenil, amor, vecinos

Editado: 10.01.2024

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