La cosa más extraña sucedió cuando me desperté a la mañana
siguiente.
La puerta de mi balcón estaba cerrada, tal y como la dejaba cada
noche. Eso no era lo extraño de la situación, sino el pequeño papel
que reposaba en el sofá donde usualmente me sentaba a leer. Allí,
en el asiento, había una nota. Cuando la levanté para leerla no
reconocí la letra y tampoco tenía firma, pero al leer las palabras solo
me venía a la cabeza un chico.
"Quieras o no tendrás que hablarme. Planeo comprarte el libro que dices que te debo. Cuando estés lista, búscame. Sabes donde encontrarme, bizcochito."
—Idiota —dije en voz alta pensando en Kem.
Miré arriba, preguntándome en qué momento había bajado por las
escaleras de emergencia para dejarme aquella nota. Era algo
extraño y traté de no tomarle mucha importancia, por lo que dejé la
nota y volví a mi habitación.
Una vez cambiada con ropa cómoda subí al departamento de
Amber para hablar con ella. Admitía morirme de la curiosidad por
saber qué había ocurrido anoche en la fiesta. En el desayuno mamá
me contó que la policía había venido porque al parecer, algunos
vecinos se habían quejado. Anoche yo caí como un tronco en mi
cama, ni siquiera me molestó el sonido de la bulla, dormí como una bebé. Era un privilegio tener el sueño pesado y no despertar por
cualquier mínimo ruido.
La hermana mayor de Amber, Ada, me abrió la puerta. Su rostro
estaba manchado de maquillaje corrido y tenía unas ojeras
enormes. Aun así se veía hermosa, su cabello corto y el flequillo en
su frente la hacían ver más estilizada.
—Hola, Ada —saludé sonriente. Ella me miró con expresión de
dolor.
—Ah, Ruby —murmuró frunciendo el ceño—. Amber está en su
habitación.
Sin volver a dirigirse a mí se fue hacia el pasillo dando tumbos
mientras se sujetaba la cabeza.
Caminé por el pasillo hacia la habitación de Amber y abrí la puerta
sin tocar. Gran error, el panorama me dejó un poco asqueada. Había
latas de cervezas por doquier y líquido derramado en el suelo que
supuse sería licor. Y ella dormía plácidamente en el piso justo al
lado de esos charcos de líquido.
Su habitación era un gran desastre asqueroso.
Corrí hacia ella y la desperté.
—¡Amber! —exclamé sin importarme que también tuviera resaca y
le doliera la cabeza—. Por Dios, estás durmiendo en el suelo.
Amber gimió como si algo le doliera mientras apretaba sus ojos.
—Mierda. ¿Podrías hablar más alto? —murmuró con sarcasmo y la
voz ronca—. Me estalla la cabeza.
Bueno, Amber aun con resaca seguía siendo ella misma. La jalé por
los brazos y la obligué a levantarse. Con mi ayuda se apoyó en mí y
sin rechistar colaboró mientras caminábamos a paso lento hacia su cama. Seguía con el mismo vestido de anoche, por supuesto estaba
todo arrugado.
—No sé en qué momento me caí al piso —musitó—. En serio,
dormía como una bebé y luego...
Moví la torre de ropa que había sobre su cama para que ella se
recostara pero me di cuenta de lo que había debajo. Vómito. Fruncí
el ceño, asqueada.
—Oh, Amber. Eso es tan asqueroso —dije tapándome la nariz—. El
colegio empezará en un par de días, tienes que limpiar tu
habitación.
Por donde sea que mirase había desorden y suciedad. Amber miró
la mancha de vómito en su cama con expresión asqueada, muy
parecida a la mía.
—Ah, ya sé en qué momento decidí dormir en el piso. Espera,
espera, ¿colegio? —Se apoyó en la pared—. ¿Qué demonios es
eso?
La miré mal.
—Es aquella institución donde tenemos clases, Am, y empieza en
dos días.
—Maldita sea, ni me lo recuerdes. —Hizo una mueca despectiva—.
Eso debería llamarse infierno y no escuela.
—Ahora mismo tu habitación es el infierno. —Me erguí, señalé la
puerta del baño de su habitación con autoridad—. Anda a bañarte,
estás hecha un verdadero desastre.
Amber asintió, caminó en dirección a su baño y cerró la puerta
detrás de ella. Al saber que se demoraría mucho en tomar un baño
decidí esperarla en la sala. No iba a quedarme más tiempo en su
asquerosa habitación.
Caminé por el pasillo hasta la habitación abierta de Ada. Ella estaba
sentada en su cama con su celular en la mano y tecleando algo.
Carraspeé para llamar su atención. Ada levantó la mirada.
—Mi mamá me dijo que alguien llamó a la policía por la bulla, ¿qué
pasó? —pregunté realmente intrigada.
Ada bajó el celular.
—Ah, algún idiota llamó a la policía por la bulla que hacíamos y ellos
vinieron, despejaron el apartamento botando a todas las personas y
dieron por terminada la fiesta.
Alcé las cejas.
—Oh.
—Sí. No sé quién habrá sido el idiota. Lo bueno es que nos
divertimos bastante. Conocí a un tipo súper guapo. ¿Ya conociste al
vecino del cuarto piso?
La miré divertida. Conocía a Ada tantos años como a Amber y,
aunque no éramos amigas ni por asomo, sabía cómo era; siempre
conocía a un chico y decía que era el más guapo que había visto. El
defecto de Ada era engancharse muy rápidamente y luego estar con
el corazón roto cuando su relación de pocos días terminaba.
Bueno, cada persona tenía sus defectos, ¿no?
En este caso lo suyo superó todo. ¿Ya estaba tan colada por Kem,
el idiota? Al parecer sí, sus ojos brillaron al mencionarlo.
—Lo vi un par de veces —fue todo lo que dije.
—Vive aquí, en nuestro edificio, justo abajo —murmuró sonriente,
señalando el piso. Como si no lo supiera. Quería rodar los ojos y
callarla, pero aguanté su diatriba—. Se llama Kem Woods y tiene
diecinueve años, es un año menor que yo pero no me importa. Es
guapísimo. Dios mío, debería ser ilegal tener esa cara y salir a la calle. El otro día me invitó a salir pero no pudimos por un
inconveniente que tuvo. Pero ayer cuando vino a mi fiesta estuvo
todo el rato conmigo, no se separaba de mí ni un segundo. Creo que
le gusto.
Okay. Esto estaba sucediendo. Ada había enloquecido por el vecino
idiota, llamado Kem, quien me había puesto un apodo rarísimo.
—Guau, no, estás loca, el tipo es un imbécil —respondí cruzándome
de brazos, indignada de que estuviera ciega solo porque el tipo era
guapo—. Me tiró agua y luego me mintió a la cara diciendo que no
fue él, para al final confesar que sí fue.
Ada rodó los ojos dramáticamente.
—No jodas, Ruby. Él jamás haría eso, habrá sido su hermana y por
ser tan lindo se echó la culpa él mismo para no tener que culparla.
Que Ada defendiera a ese chico ya era demasiado.
—Creo que Amber ya salió de la ducha —dije al escuchar una
puerta cerrarse, aprovechando para escapar de aquí—. Nos vemos
luego.
Volteé sin esperar su respuesta y caminé de vuelta hacia la
habitación de Amber.
—Creo que tu hermana está loca —confesé viendo a Amber limpiar
el piso con un trapo—. Dijo que Kem, nuestro vecino, es muy guapo
y que quiere tener sus bebés.
Amber rió sin dejar de limpiar.
—¡No dijo eso!
—Eh, algo así. Solo parafraseo.
Mi mejor amiga negó con la cabeza.