El chico de la otra realidad

Capítulo IV

20 de Febrero de 2019, 9:41 am

Una semana y dos días en libertad

Alguien encendió la luz de la habitación. Intenté abrir mis ojos, pero quedé un poco cegada. Cuando recuperé mi visión lo vi a él acercándose y di un salto feroz sobre la camilla. Alcé la mano derecha para defenderme de un golpe que venía directo a mi cara y me dolieron los nudillos porque sentí la horrible sensación de que mis venas se estiraban a causa de la aguja que tenía clavada en una de ellas. Había olvidado por completo que seguía amarrada a una red de cables transparentes.

ㅡBuenos días, Bella Durmiente. Es hora de despertarse. Llevas más de veinte horas dormida, eso debe ser un record ㅡla voz dulce y femenina me tranquilizó. El corazón se me iba a salir del pecho.

Había jurado haber visto la exacta silueta de una bestia acercándose a mí. Pensaba que no pasaría demasiado tiempo para empezar a creer que no quería seguir viva si ese tipo de visiones seguían apareciendo una y otra vez, como si estuviese reviviéndolo todo.

ㅡ ¿Sabías que una persona con trastornos como los míos puede llegar a asesinar si lo despiertan como me acabas de despertar? ㅡdije con un tono de sarcasmo demasiado potente.

ㅡTe lo estás inventando. Además son las dos de la tarde, cariño ㅡme sonrió amablemente Robinㅡ. Tienes cita con el psiquiatra.

ㅡGrandioso ㅡdije irónicamente.

ㅡVamos tarde. Cuando vuelvas, podrás tomar una ducha si quieres y seguir descansando.

Me cepillé los dientes y salí de la mano de Robin, esperaba no encontrarme con camarógrafos de algún canal de televisión con esa pinta, moriría de la vergüenza. Llevaba una camiseta blanca con botones que ni siquiera me había quitado el día anterior para dormir, no llevaba el sostén adecuado, había improvisado un peinado de media coleta para intentar disimular el desastre de persona que era y el único maquillaje de mi rostro, eran esas pintitas rojas, violetas y azules, muy características de los rostros de los boxeadores. Al menos esperaba verme algo ruda.

De pronto, al empezar a atravesar el pasillo, dos chicos salieron velozmente del ascensor, iban corriendo uno detrás de otro. El más vigoroso de los dos se detuvo en un extremo del pasillo mientras el más pálido se acercaba rápidamente hasta donde estábamos Robin y yo.

¡Dios mío! Si Robin no me hubiese movido de lugar, el chico me habría atravesado como lo hace un toro con su torero.

El chico que estaba más lejos, de piel oscura, tenía un balón en sus manos. Digo "balón" como si fuese algo real, pero la verdad es que sostenía un objeto invisible del tamaño de un balón que lanzó a través del aire. Juro haber visto cómo algo se movía en cámara lenta en las alturas hasta donde yo estaba, pero el otro chico, el paliducho, lo atajó a unos centímetros de mí, y tuve que alejarme rápidamente para que no termináramos Robin y yo estampadas contra la pared por su culpa.

ㅡTouch Down ㅡgritó el chico desde el suelo con una emoción despampanante y yo me quedé viéndolo con la frente arrugada. Esperaba que al menos se disculpara.

Cuando se dio cuenta de que unos ojos lo fulminaban, el chico se levantó del suelo avergonzado, pestañó al menos siete veces antes de abrir la boca para decir algo. Su piel excesivamente blanca comenzaba a sonrojarse. El chico del otro extremo seguía celebrando lo que pudo haber sido la jugada de su vida, gritaba a toda gloria.

ㅡ ¡Seguridad! ¿Qué hacen estos chicos aquí? ㅡgritó Robinㅡ ¡QUE ALGUIEN LOS DEVUELVA A SUS HABITACIONES, AHORA!

Mientras todo el psiquiátrico se agitaba, el chico que tenía frente a mí hincó su rodilla para hacer una reverencia. Como un noble caballero, bajó su cabeza, abrió sus brazos y mantuvo sus rodillas ligeramente flexionadas. Lo miré perpleja y escondí mi cuerpo entre mis brazos, hasta que un guardia de seguridad interrumpió su reverencia metiendo el cuerpo completo en el espacio que había entre él y yo.

ㅡ ¡VAMOS, LORENT! ㅡle apresuró el lanzador desde el otro extremo.

Justo a tiempo, el chico se alejó del guardia y corrió riendo hacia las escaleras de emergencia detrás de su compañero, mientras dos fornidos de seguridad iban tras ellos.

Robin y yo nos miramos, me había parecido demasiado gracioso lo que acababa de hacer y tuve que borrar mi sonrisa de inmediato cuando vi su cara de desaprobación. Sentí que era la primera vez que reía naturalmente en toda mi vida.

ㅡ ¿Qué? ㅡle pregunté a Robin.

ㅡNi se te ocurra ser amiga de esos dos.

ㅡPero acaba de hacerme una reverencia ㅡmoféㅡ, y hace un rato dijiste que tenía que hacer amig...

ㅡNi lo sueñes ㅡme cortó Robin.

Puse mis ojos en blanco y avancé colgada de su brazo.

¿Quién dice que era yo la que estaba mal de la cabeza? ¿Un balón de fútbol americano invisible? ¿Una reverencia digna de la realeza? ¡Esos dos sí que estaban locos!

Reí un poco por lo bajo de nuevo cuando recordé parte del partido de camino al consultorio. Robin me dejó sola en la puerta, el psiquiatra me esperaba puntualmente, como era de esperarse.

ㅡBienvenida a nuestra sesión número dos, señorita Williams. Pase adelante ㅡdijo el psiquiatra mientras cerraba la puerta. Llevaba un equipo médico conmigo que se resumía en un tubo metálico del que colgaba una bolsa de suero y otros medicamentos. Sin Robin no hubiese podido llegar con tanto aparataje.

ㅡBuenos días ¿Qué es eso que tiene frente a usted?

ㅡPor favor, no se ponga nerviosa por esto. Es una grabadora, a partir de esta sesión la usaremos para que lo que hablemos quede registrado.

No estaba convencida, no me sentía cómoda al grabar mi propia voz, al grabar mi propia historia.

ㅡEsta conversación es totalmente confidencial, si es eso lo que le preocupa. Las grabaciones sólo serán escuchadas por mí.

Asentí no muy convencida aún y desenredé los cables que tenía alrededor de mi cuerpo para poder tomar asiento.




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