El beeper de Robin comenzó a sonar y me indicó que mis padres ya habían llegado al psiquiátrico, estaban esperando los permisos para su ingreso.
No era tan fácil entrar o salir del edificio y eso también involucraba a los familiares directos de los pacientes. Para el personal de seguridad, cualquiera de nosotros podría ser responsable de futuros actos terroristasa causa de una enfermedad mental.
Y no lo pongo en duda.
Mis manos comenzaron a sudar. La idea de volver a ver a mi madre llorar a cántaros y a mi padre verme con cara de shock sin poder soltar más que unas cuantas sonrisas, no me hacía sentir totalmente cómoda. Podía leer en su rostro unas cuantas palabras poco decifrables, era como si mi reaparición hubiese desatado algún rastro de recelo contra mí, como si yo fuese la mala de esta historia.
El día que me reencontré con ellos fue como si hubiese vuelto a aquel tiempo en el que en mi escuela organizaban ridículos actos de baile para complacer a los padres de ver a sus hijos en un escenario, mi madre no paraba de llorar de emoción y mi padre no podía evitar expresar su poker face, con el estilo de miembro de club de motociclistas que lo caracterizaba.
Todo eso me hizo pensar en cuál sería la reacción de Allie cuando me volviera a ver y el corazón se me hizo añicos. Me dijeron que estaba por culminar sus estudios universitarios y que pronto tendría tiempo para mí. La imaginé siendo una chica universitaria llegando a la facultad en su coche, con nuevos amigos con los que compartía su vida lejos de nuestra ciudad. Lejos de mí.
Tuve que haberlo sabido, cada quien había comenzado a rehacer su vida y no todo iba a girar entorno a mí, pero por alguna razón pensé que el tiempo se había detenido en aquel momento, lo cual jamás pasó. Cuando volví a ver a mi padre, su cabello y su barba estaban llenos de canas; mi madre se veía tan natural como siempre, sin embargo había adelgazado mucho y las comisuras de sus labios eran más profundas; Mi abuela Olivia ahora llevaba bastón, cuando siempre había sido una de esas abuelas que no envejecen nunca. Pensar en que el tiempo avanzó más de lo que esperaba y sin darme cuenta me decepcionó.
Ya le había dicho al psiquiatra que me costaba ver a mis padres como mis padres de nuevo, y en verdad era así. Esto tomaría su propio tiempo y sin duda ya había pagado el precio en el pasado por no ser la hija que querían que fuera y la que jamás iban a volver a ver.
La puerta se abrió y apareció mi madre con los ojos muy hinchados, parecía no haber podido dormir por días y llorado por años. Llevaba suelto su cabello rubio y brillante, un sweater felpudo color arena y unos jeans holgados que seguramente, unos cuantos años atrás, le quedaban bien ajustados. Mi padre entró detrás de ella y le noté las nuevas canas inmediatamente que contrataban con la chaqueta de Jean color negro.
ㅡCassie, cariño ㅡmi madre fue directamente hasta donde yo estaba e inclinó mi cuerpo para abrazarme, apoyó su rostro en mi pecho y no hizo más que llorarㅡ. La carretera está llena de nieve y accidentes de tránsito, vinimos lo más pronto que pudimos.
Yo no sabía si consolarla o ponerle la mano en su cabello rubio, pero justo a tiempo mi padre me tomó de la mano mostrando una pequeña sonrisa avergonzada mientras mi madre lloraba desconsoladamente. Sólo al verlo pude percatarme de nuestro increíble parecido físico. Sus ojos claros, su cabello que antes era negro y nuestras narices, que era un poco más masculina que la mía, tenían la misma forma pequeña y puntiaguda.
Robin salió de la habitación y volvió en segundos con mi psiquiatra que, supuse, esperaba muy cerca de mi puerta y estaba invitado a la cita con mis padres. Éramos muchos para una habitación tan pequeña. Mi madre se separó de mí y abrazó a mi padre, ambos se quedaron a mi lado.
ㅡBien. Buenos días. Tomen asiento, por favor. ㅡdijo el psiquiatra y mis padres se sentaron en el pequeño sofá verde de mi habitación. Mi madre solía hablar más de la cuenta, pero en ese momento no parecía tener ganas de hablar demasiado.
ㅡEn casa estamos muy preocupados por Cassie, a diario estamos muy pendientes de ella a través de ustedes y con su llamada de ayer realmente estamos muy angustiados.
ㅡEs totalmente comprensible que estén preocupados por su hija, señora Williams. El día de ayer Cassie tuvo un colapso y tuvimos que intervenirla de emergencia. Realizamos una serie de exámenes para ver qué ocurría con su cuerpo. Al comienzo pensábamos que podía tener que ver con su aceptación a los medicamentos que son totalmente nuevos para ella, pero quedó descartado después de recibir los resultados del laboratorio ㅡel psiquiatra abrió una carpeta con papeles y se ajustó las gafasㅡ Cassie, ¿recuerdas que estábamos hablando de amnesia en la sesión de hace dos días?
ㅡSí, usted dijo que era completamente normal y que trabajaríamos en ello.
ㅡCorrecto. Pues, hemos hecho algunos exámenes anteriormente, pero las radiografías no habían detectado una lesión en el área de tu costado izquierdo, tuvimos que hacer tomografías computarizadas para profundizar en la estructura interna de tu cuerpo. Los calmantes y medicamentos para el dolor te habían aliviado del malestar que te causa una fractura que tienes en unas costillas. La amnesia pudo haber omitido algún momento traumático en el que recibiste aquel fuerte golpe en tu tórax el día de la huida.
ㅡ ¿Es eso grave? ㅡpreguntó mi padre que sonaba un poco aliviado, seguro se estaba esperando algo peorㅡ. Una fractura en las costillas puede sanarse ¿no?
ㅡAsí es, pero... ㅡesta vez habló Robin y el psiquiatra le cedió la palabra
Los peros nunca eran buenos y tenía la corazonada de que este sería especialmente malo.
ㅡ ...lamentablemente no es sólo una fractura en las costillas. No es algo completamente seguro, porque tenemos que hacer otros exámenes, pero hay una obstrucción en una arteria que tenemos que monitorear, tuviste una síncope a consecuencia de una disminución de flujo sanguíneo en el cerebro. Las lesiones arteriales debido a traumatismo torácico ocurren en aproximadamente 2% de las personas, con alto riesgo de mortalidad, pero es algo extremadamente inusual.