El chico de la otra realidad

Capítulo XIII

El cuerpo es muy sabio y sabe qué cosas debe guardar y por cuánto tiempo. Mi psiquiatra me dijo una vez que esto pasaría, que quizás un aroma, un sonido, una imagen o una simple sensación me podrían traer al presente muchos detalles ocultos del pasado. Lo único en que pensaba era que quería recuperar mi normalidad.

El trastorno de estrés postraumático es invasivo, es la repetición constante del peor momento de tu vida, del dolor, de los gritos, de aferrarse a un recuerdo oscuro y despreciable. El miedo a cerrar los ojos era un efecto posterior a no querer revivir esos momentos. Lo más importante de haber pasado por una vivencia traumática es lo que haces con ello después, si el evento te consume, agotó tu realidad, al menos eso era lo que decía mi psiquiatra. Pero por más que lo escuchaba repetirlo, no lograba entender cómo reinventar mi vida. Te reinventas cuando le encuentras un sentido y hasta ese momento, eso era lo que menos le encontraba: sentido.

Seguía en el pecho de Lorent llorando a mares, no quería ponerlo nervioso porque sabía que se ponía nervioso con facilidad.

ㅡLo... lo siento ㅡdije y me alejé avergonzada secándome las lágrimas.

Me levanté del suelo de golpe y me sacudí la ropa.

ㅡDebo irme. Gracias por hacer esto por mí, pero... no puedo.

ㅡPero, Cassie ㅡme detuvo e intentó sujetarme del brazo, pero me solté con agilidad.

ㅡPerdona, Lorent, pero... Yo... Es decir, no entiendo por qué haces esto por mí, ¿Por qué yo? ¿Por qué dedicaste tanto tiempo a poner todos esos guantes en el camino? Tú... Tú ni siquiera me conoces, no sabes quién soy.

ㅡCassie...

ㅡLo siento, Lorent.

Salí del jardín a toda la velocidad que pude. El dolor en el costado me taladraba desde el momento en que me levanté de golpe del césped y se empeoró cuando volví a encontrarme con la puerta de cristal con la que casi me estrello antes de abrirse automáticamente. Sentía paranoia constante y me dolía todavía más haber dejado a Lorent atrás.

Mientras avanzaba por los pasillos recordaba una y otra vez la imagen del cuerpo por el que se peleaban aquellos animales. Las puertas del ascensor se cerraron y me quedé allí en un silencio vacío donde podía escuchar los latidos de mi propio corazón. Llegué a mi habitación y cerré la puerta a mis espaldas.

Las imágenes venían a mí como sombras desfiguradas, no podía reconocer qué animales se peleaban por el cuerpo, tal vez era una pequeña manada de lobos o coyotes. No pude contar cuantos eran, pero había tomado un tronco y había intentado apartarlos. Uno de ellos me enseñó sus dientes y me hizo dar unos cuantos pasos atrás. Cuando estuve a una distancia prudencial pude ver el cuerpo casi destrozado con la vaga luz del cielo nublado ¿Era yo? ¿Cómo podía verme a mí misma en ese cuerpo inanimado, sin ningún tipo de control sobre él?

Luego mi mente fue aún más atrás, al instante en el que había dejado aquel sueño inconcluso donde me había reencontrado cara a cara con mi secuestrador y había caído sobre mis manos y pies en el suelo del bosque. Él había tomado el mismo tronco de madera maciza que yo habría tomado más tarde para alejar a los coyotes y me atacó en el costado. Y allí estaba, el recuerdo de mi fractura de costilla.

Inmediatamente recordé algo terrible, con ciertos baches en el tiempo. Sentí que un líquido caliente se esparcía por mis manos, un líquido espeso como la miel o el petróleo. No sabía de dónde había salido tanto líquido y por qué. 

Soy una mala persona ㅡdije con angustia y comencé a respirar con mayor frecuenciaㅡ, me merezco todo lo que me pasó. Patética perra inútil, patética perra inútil.

Me veía las manos temblorosas y sentía que estaban bañadas en sangre, sangre oscura y caliente. Abrí la puerta y me apresuré al consultorio del psiquiatra, la puerta estaba cerrada así que toqué con entusiasmo nervioso. Como nadie contestó seguí llamando a la puerta con más insistencia, tenía un sabor insípido que no me dejaba tragar saliva, estaba a punto de estallar.

La puerta finalmente se abrió, el psiquiatra apareció detrás de ella y asomó su cabeza. Me miraba por encima de sus gafas.

ㅡ ¿Qué ocurre señorita Williams? ¿Se encuentra bien? Estoy ahora mismo con un paciente. 

ㅡ ¿Por qué es que miro a mi propio cuerpo siendo devorado por coyotes? ㅡno paraba de mover mis pies y sacudir las manos. Cualquiera diría que estaba bailando.

ㅡSeñorita Wi...

ㅡ ¡DÍGAME! ㅡgrité y parte de las enfermeras que estaban a nuestro alrededor se alarmaronㅡ ¿Qué ocurre conmigo?

ㅡPor favor, respire. Estas angustias no son buenas para su corazón ㅡel psiquiatra tenía los ojos muy abiertos y tuvo que decirle a su paciente que esperara un minuto para salir al pasillo a calmarme.

ㅡ ¿Qué está pasando? No paro de ver esa imagen una y otra vez.

El hombre, que no sabía que hacer, me guió hasta unas sillas que estaban fuera del consultorio, como una sala de espera e hizo que me sentara. De pronto toda esa oscuridad se aclaró, las imágenes comenzaron a ser más visibles y sobretodo más aterradoras.

ㅡEra él ¿verdad? Era Erick Delaware el que estaba en el suelo ¡Era él! No está prófugo ㅡno paraba de escupir mis palabras, no había quien pudiera detenerme ahora que había mencionado su nombreㅡ. Está... Está muerto.

O tal vez no. No estaba segura si lo que había visto era un recuerdo o parte de mi desbocada y ridícula imaginación.

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NOTA: Hey!!! ¿Qué les pareció este capítulo? Dejen sus comentarios y con gusto les respondo.

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