El chico de la otra realidad

Capítulo XXVI

No sabía cuánto tiempo había pasado porque cuando abrí los ojos, me encontraba de frente con un inodoro y Aiden me sujetaba el cabello desde atrás. Un punzada en la boca de mi estómago hizo que me retorciera y me arqueara hacia adelante, dejando a la luz la poca decencia que aún me quedaba. Era la primera vez que bebía alcohol, y aunque sólo hubiese tomado un sorbo, parecía ser que estaba entrando en el momento de una resaca. Aunque podía asegurar que mi malestar era causado por otro motivo mucho más doloroso, pues, finalmente, pude darle un nombre a mis visiones. Era una asesina.

Había acabado con la vida de un monstruo de tres cabezas y por un momento pensé que pude darle la oportunidad a otra niña de no ser capturada por él. Aunque nada iba a poder liberarme de la carga que tenía en las manos, del peso de su sangre sobre ellas y de su mirada suplicándome que parara.

Así que... lo había hecho, había dejado mi dignidad en aquel inodoro frente a un completo desconocido.

Intenté que las diferentes partes de mi cuerpo trabajasen armoniosamente las unas con las otras, aunque tuve la sensación de que estaba hecho de piezas rotas que habían perdido las articulaciones que las unían. Me costaba un mundo seguir una secuencia de movimientos, había olvidado la acción de colocar los pies en la tierra para empujarla y volver a poner mi cabeza en su lugar.

Cuando por fin me pude poner de pie, me lavé la cara, me enjuagué la boca y luego Aiden me acompañó de nuevo hasta las gradas frente a la piscina. Aproveché para quitarme los zapatos y sentir de nuevo la movilidad de mis dedos.

No pude recuperarme de inmediato, de hecho estaba tan confundida y avergonzada que pedí tiempo para volver a ver a Aiden a los ojos. Él me comprendió y amablemente me cedió un plazo prudente para recuperarme. Me di cuenta de que a veces los recuerdos son peores que las balas y las cicatrices que dejan son las huellas del pasado.

Durante ese pequeño momento de silencio, cerré mis ojos y pensé en miles de cosas. Tenía tantas preguntas que quería alejarme de todos, incluso de aquel chico que me mostraba su realidad y que me hacía salir de la mía. No quería hacerle daño con la historia de la chica que fue raptada y violada, que había asesinado a un tipo a sangre fría, que no había superado su pasado y a la que su primer mágico y verdadero beso le recordó el momento más desagradable de su vida.

Muchos pensaban que eso era justo lo que ese hombre se merecía y tenía infinitas razones para hacerlo, pero jamás existirían demasiadas razones para tener el derecho de quitarle la vida a alguien, para convertirse en aquel demonio del que siempre juré no imitar. Sin embargo, había algo muy dentro de mí que sentía alivio. Quizás unos pequeños restos de instinto asesino se habían quedado clavadas como espinas en mi débil y frágil inconsciente.

Lo gracioso era que todos sabían cosas sobre mí que yo ni siquiera sabía que existieron. En los medios decían muchas cosas, pero por lo visto nunca dijeron que tenía amnesia, así que Aiden no tenía idea de lo que yo sabía y lo que no.

Recordaba algunas cosas, pero no recordaba nada de ese asesinato. Creo que en el fondo lo sabía porque al principio quise hacer lo posible por capturar a un hombre que ya estaba muerto, pero luego de que aquellas extrañas visiones en retrospectiva sobre alguien muerto en el suelo me convencieran, no había duda de que era la asesina de ese hombre y nunca quise aceptarlo hasta que Aiden me lo dijo de frente, sin remordimiento y sobretodo sin miedo. ¿Cómo no temerle a una asesina?

Había un vacío en aquellos recuerdos que tuve que llenar con las imágenes de alguien que en realidad no era yo, quitándole la vida a aquel demonio. Aunque no puedo negar que me parecía absurdo que fuera verdad, no podía comprender de dónde salió tal fuerza dentro de mi cuerpo delgado y débil para terminar con la vida de una persona que me doblaba en tamaño y fuerza.

La respuesta de Aiden había sido que yo lo había hecho en defensa propia, que la adrenalina que recorría por mis venas quizás hubiese sido la causante de ese daño irreparable, y que ese había sido el detonante para la declaración de unos jueces que discutieron mi caso en público para que no me enviaran a una cárcel de menores y que de no ser por la admiración de la gente de Minnesota y mi trastorno de estrés postraumático, estaría compartiendo celda con reclusos, de modo que había hallado la respuesta que estaba buscando sobre mi estadía en el hospital. Era una sentencia, más que cualquier otra cosa.

Pensé en mi padre. Él era una persona a la que le costaba mucho trabajo mentir y por fin había entendido que la cara con la que me miraba como su pequeña princesa cuando era niña, se había desvanecido a causa de que ya no lo era. Había crecido y dejado de ser su pequeña princesa, y me había transformado en una veterana herida de guerra que llenó sus manos de sangre. Quiero decir, hablo de un asesinato, es difícil saber quién está de tu lado y quién no, y sea por la razón que fuera, por defensa o no, cualquier persona podría estar en mi contra. Incluso mi padre.

Todo estaba claro y a la vez nada lo estaba. Sólo me tocaba recordar cómo lo había matado. Era un poco masoquista, pero deseaba hacerlo para poder creerlo al cien por ciento y enfrentarme a ello.

ㅡLo siento, Aiden. Lo siento tanto ㅡdije y me partí en llanto.

ㅡNo lo sientas, Cassie. Lo que hiciste fue realmente heróico. Piensa que pudiste acabar con alguien que seguramente hubiese ido en busca de su siguiente víctima. Salvaste a otras personas a través de tus desgracias y eso te hace una mártir.

ㅡNo lo había pensado de esa manera ㅡdije con la nariz constipadaㅡ ¿Todos aquí saben lo que hice? ¿Saben que ese hombre me violó?

ㅡSí ㅡdijo, cortante.

ㅡ ¿Incluyendo a Lorent?

Esperé su respuesta impacientemente con una presión en el pecho.




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