ㅡPor favor, que no sea cierto ㅡme dije a mí misma mientras nadaba hacia las escaleras metálicas de la piscina y Aiden me observabaㅡ. Mi hermana no, por favor. Que esté viva.
Había sacado un par de cosas de ese recuerdo: a) ahora sabía de dónde había sacado la libreta de Allie y b) ella era quien había hecho que yo sacara toda la fuerza que tenía dentro para matar a Erik. Matar a alguien no era mi motivación principal, y no voy a negar que se me pasó ciertas veces por la cabeza durante mi cautiverio, pero estaba segura de que sin ella no hubiese logrado salir de allí, así no hubiese puesto un dedo físicamente en ello.
Ver a mi hermana me hizo despertar de aquella pesadilla y si quería algún cambio en mi vida, tenía que hacer algo por mi cuenta, tomando todo riesgo y asumiendo cualquier consecuencia.
Me preguntaba cuál había sido su plan original, ¿estaba tan segura de que la policía no llegaría a tiempo que tuvo que tomar la valentía de seguirnos? La admiré, pero lamentablemente la habíamos perdido en el camino, y le rogaba al cielo que siguiera viva. Así que ahora todo había tomado sentido y esa era la razón por la que no la había visto hasta el momento. Se me revolvió el estómago sólo de pensar que el mismo día que mis padres habían recuperado a una de sus hijas, habían perdido a la otra.
Después de secarme el cuerpo y dedicarme a secar durante casi una hora mi ropa con el secador de pelo de los sanitarios, salí a reencontrarme con Aiden y traté de sostener el dolor contenido sobre el accidente por el que pasó Allie. No dejé que supiera que estaba pasando por un mal momento, pues la situación me resultaba insoportable. No quería estar allí. Estaba ansiosa por marcharme, pero sabía que no podía.
Se hacía la hora de volver al edificio, de modo que, aunque mi ropa estaba un poco húmeda todavía, colgué mi grueso abrigo caliente sobre mis hombros y salimos rumbo al hospital. Aiden garantizó siempre que me encontrara bien en nuestro regreso y no tuve que hacer mucho esfuerzo para hacerlo, pues me mantuve callada la mayoría del camino y no necesitaba demasiado aire en mis pulmones por esa misma razón, no lo estaba perdiendo por medio de una charla. No me encontraba en el mejor momento para tener una conversación con alguien que no conocía, pero creía que tal vez me hubiese hecho bien volver a ver a Lorent.
Tal vez él a mi, no tanto.
Algunos chicos estaban regresando de la fiesta en silencio. Algunos venían borrachos y sentí que alguien estaría a punto de descubrirnos. Alcé un poco la vista, pero no había señales del chico del que me estaba enamorando perdidamente y con quien tuve la dicha de saber lo que de verdad se sentía el primer beso. Nuestra atracción pendía de un hilo, pero yo no quería dejarla caer.
Tuve que volver sola al tercer piso, ya que era la única que no encajaba en el grupo de los del primer piso. En cuanto volví a mi habitación con el corazón en la garganta, me aseguré de cerrar la puerta primero para luego encender las luces, me cambié de ropa a una más cómoda y caliente, y lo segundo que hice fue sostener el diario de Allie entre mis manos, queriendo encontrar las palabras que habían aparecido en mi cabeza mientras estuve bajo el agua.
Lo abrí con la certeza de que lo que iba a encontrar allí, no me gustaría ni un poco. Pasé las páginas con destreza hasta llegar a la última que había leído sobre mi supuesta muerte, que fue cuando no tuve el valor de seguir leyendo. Una página más allá de ese relato, había otro que me dolió mucho más. No me había percatado de que la historia seguía.
Está bien, quizás deba seguir hablando un poco de esto. Necesito desahogarme y, extrañamente, tengo que admitir que Philip tenía razón. No sé cómo, pero esto me está ayudando en cierta manera a superarlo.
Estoy sentada en mi tiempo de descanso escribiendo esto después de haber visto a la chica en la puerta del hospital que se parecía a Case. Al principio pensé que era un chico con toda esa ropa extra grande y con la gorra roja, pero soltó su cabello e, incluso estando en aquella altura del hospital, pude sentir el aroma que desprendía.
Sólo tengo 15 minutos, así que pondré mi historia en marcha.
Recuerdo aquel día. Alguien llamó al teléfono y contestó mamá. No dejó que el teléfono picara una segunda vez. Era poco frecuente que alguien llamara a casa, así que siempre esperábamos que esas llamadas tuvieran algo que ver con Case. Diez segundos después, la cara de mamá se había convertido en una catástrofe.
¿Cómo no recordar esas escenas? Pude ver perros rastreadores husmeando por los bosques y buceadores que buscaban en los lagos y embalses de todo el país los cuerpos de niñas desaparecidas en los últimos años. Escuchar los relatos alarmantes de los familiares una y otra vez no era lo más sano para mí. Historias de cómo sus niñas habían desaparecido cuando jugaban en un parque o no habían regresado a casa después de la escuela. Esos padres que las habían estado buscando desesperadamente, hasta que recibían la horrible noticia de que no volverían a ver a sus hijas con vida. A veces me siento culpable, porque llegué a contagiarme de la sensación de mamá. Quería que encontraran a Case viva o... muerta, para que todo este tormento acabara.
Encontraron varios cuerpos alrededor de Estados Unidos, pero ninguno con las características de Cassie. El tiempo pasaba sin compasión, y ella no aparecía. Casi siete años transcurrieron hasta que nos tocó el número. Todavía hoy puedo ver con claridad a los reporteros con sus micrófonos frente a las cámaras junto al Lago Pike, informando que la pequeña más buscada en toda Norteamérica había sido hallada y que quedaba claro que la pequeña había opuesto una gran resistencia a su agresor. El funeral fue retransmitido por televisión. Yo estaba allí sentada, pero no estaba realmente en mi cuerpo.