El chico de la Ventana

Golpe y Sangre

Sentía la boca seca, seguramente había babeado por horas mientras dormía, mi madre me despertó cuando llego, me quede dormida mientras leía, cene me cambie y volví a dormir con el mismo pensamiento que me dispuse a olvidar con la lectura.

***

Me pongo el uniforme desganada y medio me peino, baje, desayuné cereal con leche que traducido significa que mi mama se levantó tarde y no tiene ganas de cocinar.  Tome mi mochila, salí, y mientras me encontraba en umbral de mi puerta miro el garaje y se me ocurre una descabellada idea. Sin pensarlo me regreso, tomo las llaves  de la repisa y llego al garaje, le quito la tela que cubre al convertible, abro el garaje y enciendo el motor, salgo despacio, encuentro unas gafas en la guantera y me las pongo, me abrocho el cinturón y de la nada me encuentro estacionada en la acera con el motor encendido, en ese instante simón sale de su casa y entorna los ojos ante semejante vista, levanto mis gafas y le dedico  una media sonrisa > apoyo mi pie en el acelerador y dejo atrás a simón boquiabierto y a mi madre de espalda.

El viento juguetea con mi cabello y antes de terminar la canción que suena en la radio ya había llegado a la escuela, me estacioné donde pude mientras varios curiosos me miraban con asombro, yo solo fingí no verlos, guarde la gafas antes de entrar a la escuela ya habían causado suficiente asombro el día de hoy. A parte de conducir a la escuela cerrarle la boca a Simón y dar mucho de qué hablar, todo lo demás lo hice igual, me dirigí a mi casillero y me asegure de que fuera el mío antes de comenzar a forzarlo de alguna manera para que escupiera mis libros, al cerrarlo la chica propensa a mascar chicle sabor a fresa para pintar sus labios rojo fulana me está observando desganada.

—Hola Susana ¿Cómo estás?

—Hola—responde con una sonrisa no tan confiable.

En ese justo momento Simón pasa al lado de nosotras, pensé que hasta aquí terminaría mi charla con ella porque seguramente se abalanzaría sobre él y lo llenaría de besos y yo no tenía ni ganas ni estomago para ver eso, pero algo inesperado ocurre, ella lo ve y aparta la vista inmediatamente,  lo mismo ocurre con el ¿Qué diablos pasa aquí? El Me dedica una sonrisa sincera mientras yo le dedico una mirada confundida, aquí paso algo y tengo que averiguar que es, le preguntaría a Susana directamente pero ella no habla de sus desastres amorosos (porque creo que este es uno)  creo que es porque siempre odia que tengo la razón en cuanto a sus relaciones y no quiere oír diciéndome te lo dije, tendré que obligar a Bárbara a que me lo diga, ella siempre le cuenta todo.

 

— ¿Estás bien?—pregunto sabiendo que me va mentir

—sí, es solo que hoy no me levante muy bien—mensaje recibido, no me va a contar nada.

 

¡Demonios! Odiaba quedar con la duda, pero para eso mi mente era experta en crear historias alternativas… que tal si el intento propasarse y ella no quiso nada. No, era ella la interesada, si alguien intento propasarse fue ella… ¿eso era? Qué tal si fue ella la que se insinuó demasiado y el no quiso nada, con lo orgullosa que era Susana seguro ahí acabo todo, pero… mis historias alternativas fueron interrumpidas por el sonido del timbre

 

 

El profesor de literatura era un hombre tranquilo, unos de los pocos hombres que amaba lo que hacía, siempre nos contaba anécdotas de su vida de universitario que él creía que eran graciosas pero en realidad no lo eran, era alto con ojos avellanas y hasta cierto punto guapo, pero no era para perder la cabeza, lástima que toda su gracia la perdía a la hora de vestirse.

El salón fue llenándose de estudiante moribundos de sueños, el profesor coloco su maletín en el escritorio y miro fijamente a los estudiantes acomodarse en sus asientos

- Señor Dieppa se puso al día con mi materia—dijo el profesor con su tono jovial de la mañana

- No—dice volteándose para mirarme—la señorita Pretelt no me ha dado un minuto de su apreciado tiempo para ponerme al día.

 

<< ¿Qué?>>

¡Ahora si lo mato! Me ha hecho quedar como una mediocre delante el profesor, parece que le gusta amargarme la existencia, retrocedo mi cabeza muy lentamente, demasiado lento quedando en frente del profesor que ahora me miraba preocupado.

 

Respiro pausado mientras intento buscar una salida

 

—Se suponía que el señor Dieppa era el interesado, yo no tendría que buscarlo, era todo lo contrario, cuando uno le interesa algo lo busca ¿o me equivoco?—respondo con una media sonrisa

 

—Tiene razón—replica simón mirándome fijamente—debí buscarla—estas últimas las pronuncias suavemente con sus esculpidos labios como si fuera una amenaza

 

Frunzo mis ojos hacia él y por primera vez en mi vida evito sonrojarme, el resto de la clase incluyendo el profesor nos miran con la sensación de haberse perdido de algo muy importante y que solo nosotros dos sabemos y no queremos contarlo

—Bien comencemos la clase—dice el profesor interrumpiéndolas miradas electrizantes entre simón y yo

***

La gimnasia nunca me ha gustado, soy demasiado débil y flacucha para hacer ejercicio, siempre término golpeada o con moretones, además de eso están esos horribles shorts para hacer deporte que en nada me favorecen y más bien parecen de los años 80 y mis piernas de pollo se pierdo en ellos.

Debo decir que para la hora de gimnasia todavía estaba molesta con simón, había algo de resentimiento acumulado en mi interior que un día de estos terminaría envenenándome sino lo escupía, trate de relajarme y no pensar en ello pero es bastante difícil sobre todo si él está ahí mirándome.

Suena el silbato, el profesor de gimnasia es un tipo de aspecto militar de unos 40 años y muy serio, su sentido del humor es bastante raro y peculiar, tendrías que pertenecer al ejército para entender uno sus chistes




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