El chico de la Ventana

La Frágil Bárbara

Los macarrones con queso de la señora Betty, eran degustables, los macarrones de Simón Dieppa eran… para morirse.

—Deberías ser chef y casarte conmigo—bromee limpiando la cucharada llena de macarrones con la boca— porque a mis se me quema hasta el agua hervida.

Soltó una carcajada y tomó una servilleta para limpiarse los restos de macarrones de sus labios.

— ¿Tan mal cocinas?—me pregunto burlón.

—Yo no lo llamaría cocinar, más bien lo llamaría intentar cocinar—alegue con comillas al aire.

Su sonrisa no desaparecía de sus labios, Viendo su plato vacío corrí y lo tome para llevarlo al fregadero y lavarlo, me frunció el ceño y yo le mostré la lengua.

Después de terminar de lavarlos, me dirigió una mirada preocupante

—Quiero mostrarte algo—confesó

—Claro—respondí

— Está en mi cuarto—debió notar mi cara indecisa, porque luego comento—no te voy a morder—Sonreí, pero para mis adentros estaba nerviosa. Subimos las escaleras y llegamos a la primera puerta del segundo piso, la abrió y se quedó a un lado para que yo pasará primero—Que caballeroso—Le dije en broma.

Madre del verbo, esta habitación está más arreglada que la mía, la observé un segundo, paredes blancas cortinas azules, muebles a juegos, una repisa sobre la cama y en una esquina como cosa magistral está el enorme piano de cola negro que yo ya conocía pero indudablemente desde esta posición es toda una belleza, sigo mirando distraída hasta que mis ojos chocan con el gran ventanal y la cara se me descuadra por un momento, por el amor de Dios, desde esta posición se ve casi todo mi cuarto, camino hacia la ventana con los ojos como platos, se ve absolutamente mi intimidad desde esta ventana, digo, yo también puedo verlo, pero no así, solo puedo ver al piano y unos cuantos muebles, pero el ve casi la mitad de mi cama, mi repisa de muebles, la puerta de mi baño e incluso casi mi desordenado armario, oh por Dios, ¿no me habrá visto bailar en ropa interior, oh si?

Tengo que comprarle unas cortinas más oscuras, esas rosas que puse son muy claritas, que oscuras, negras. Una suave melodía me distrae de mi consternación y al instante veo a Simón tocando en el piano, me sonríe, quizás más tardes le pregunten si me vio en ropa interior pero por ahora disfrutare de un verdadero concierto. Me siento en uno de los muebles y lo veo tocar, tan calmado, tan relajado, tan… inalcanzable, me golpea mi vocecita racional mirándome con gafas de media luna, ¿Dónde las consiguió? Pero tenía razón a quien engañaba, Simón nunca podrá fijarse en mí. Cambió la melodía por una más natural, más suave, esta me gustaba más, era más alegre, levantó la mirada y luego me sonrió, esta se llama grises me dijo. Me congelé y el corazón se me subió a la garganta, ¿hizo una canción para mí?

—Sabias que tendrías esa reacción—dijo mirándome fijamente ¿acaso se está burlando de mí?

—¿Te gusta?—me preguntó

— ¿Es para mí?—Pregunté un tanto desconfiada

—Por supuesto, es para mi pequeña chica de ojos grises— el corazón me golpeó el pecho violentamente ante su posesivo “mi” y quiero lanzarme sobre él y besarlo hasta quedarme sin aliento.

Me cierno en el mueble y cerré los ojos despacio ante su dulce melodía llamada orgullosamente grises.

***

Estaba muy calientita y cómoda en esta cama, olían a limpio estas sabanas, me retorcí y me estiré a mis sanchas, estaba en calma, el silencio que me rodeaba era tranquilizador…

Demasiado tranquilizador

Diablos.

¡Esta no es mi cama!

Abrí los ojos de golpe, este no era mi cuarto, oh por Dios ¿Que hago en la cama de Simón? me incorporé y Me examiné rápidamente, mis manos empezaron a vagar por mi rostro y cabello, Dios me pelo debe parecer una maraña de paja.

—¿Dormiste bien?—me sobresaltó y ahogue un grito. Gire abruptamente mi cabeza para encontrarme a Simón apoyado en el marco de su puerta.

—¿Me he quedado dormida? pregunté un tanto avergonzada.

El asintió con la cabeza—te veías tan cómoda y cansada que no quise despertarte y te traslade a mi cama para que durmieras mucho mejor.

Me imaginé a Simón tomando en brazos y trasladándome a su cama, Dios, solo espero haber estado presentable.

—Te preguntaré algo y debes responderme con toda sinceridad—Necesitaba salir de dudas—el asintió confiado

—Claro—respondió.

— ¿ronquee o babee?

Echo Su cabeza hacia atrás y una sonora carcajada salió de su boca.

—Simón es en serio, normalmente tengo un pésimo dormir, me sorprende que todas las almohadas no estén en el suelo.

— ¿Tanto así?—preguntó mordiéndose el labio inferior para poder contener la risa.

—Peor—confesé sin vergüenza—creo que pateo, ronco o hablo dormida y si duermo con alguien—frunció el ceño—en el mejor de los casos lo abrazo y lo estrujo como un oso de felfa, en el peor terminan como las almohadas…en el suelo.

Me miró fijamente y negó con la cabeza

—Creo que hablaste—murmuro

¿Qué?

Ay no, seguramente hable hasta por los codos y ya sabe que estoy enamorada de él, agaché la cabeza abruptamente y me disponía a irme con lo que quedaba de mi dignidad.

—Tranquila, te confieso que no he visto a nadie dormir tan plácidamente como te he visto a ti— ¿me vio dormir? Se sonrojó un poco y Miró inmediatamente al suelo. Creo que está un poco avergonzado por su confesión.

—Creo que debería irme—dije despacio mientras me quitaba las sabanas del cuerpo—entonces la realidad me golpeó como una pelota de tenis — ¿tu madre está allá abajo?—pregunté alarmada—que pensara de mi si me ve saliendo de tu cuarto y con el pelo luciendo así.

—calma, está en su club de libro—eso me serenó un poco, no tendría excusa si me viera así saliendo del cuarto de su hijo en estas fachas.

Como puedo me hago una coleta y me arreglo un poco el uniforme, salí de su cama y busque mis zapatos, cuando levanté la vista él los sostenía, solo le rogaba a Dios no tener mal olor en los pies.




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