El chico de la Ventana

Bajo Riesgo

Salí como alma que lleva el diablo hacia la enfermería, Danny iba detrás de mí, corrí por los pasillos y nunca algo me había parecido tan lejos como la enfermería de la escuela, tropecé con varios estudiantes pero estaba demasiado agitada como para disculparme.

—Ya le he dicho señorita que estoy bien, fue el calor nada más.

Entre agitada hacía la sala mientras Simón discutía con la enfermera. Traté de recobrar el aliento, así que llevé mis manos a las rodillas y Danny me aconsejó que respirara más despacio.

—Entiendo, pero por protocolo hay que revisarlo, por favor acuéstese—Sugirió la enfermera.

—Señorita—Gruño Simón— Unos de los efectos secundarios del maldito tumor que tengo en la cabeza… ¡SON LOS JODIDOS DESMAYOS Y MAREOS! ASÍ QUE SI NO PUEDE ARREGLAR ESO, ¡¡DEJEME EN PAZ!!.

El silencio que siguió después fue el más incómodo que alguna vez pudo existir en esa sala de enfermería. La enfermera murmuró un solitario- lo siento- y se marchó, Danny presintiendo el humor que tendría Simón y lo avergonzado que estaría también inventó una excusa y se marchó.

—Tú también deberías irte—Dijo al cabo de unos minutos.

Me estaba dando la espalda a propósito. No me había movido del sitio en el que estaba ni un centímetro por miedo a que me rechazara, en estos momentos Simón era un animal herido que iba a morder a todo aquel que tratara de ayudarlo.

—Sabes que no lo haré—Respondí.

—Quiero que te vayas, Alex.

Un nudo se me formó en mi garganta.

—Prometí estar contigo siempre y no voy a romper esa promesa—Murmuré

—No quiero que me veas así.

—Eres más que ese Tumor y lo sabes.

Una sonrisa sarcástica brotó de sus labios y me estremecí.

—Este tumor me está matando poco a poco y tú lo sabes

—Simón…—me acerqué lentamente y extendí mi mano para tocar su hombro pero cuando sintió mi contacto se alejó, fue como si diez mil latigazos azotaran mi espalda.

—Quiero que te vayas…—Volvió a repetir

Un vacío se formó en mi estómago.

—No lo har…

— ¡QUIERO QUE ME DEJES SOLO ALEXANDRA!—Gritó volteando su cara hacia mí, sus ojos verdes estaban rojos y sin alma. Jamás lo había visto de esa forma.

Una lágrima solitaria broto de mi ojo derecho y asentí con la cabeza, me dirigí derrotada hacia la puerta de salida, sentía que me estaba ahogando al retener un gemido lastimero que probablemente acabaría en sollozos desesperados.

Sabía que su enfermedad sería difícil, pero no estaba preparada para su rechazo, me sequé las lágrimas rebeldes que salían de mis ojos y caminé luego corrí, me encerré en el baño de las chicas, me metí en uno de los cubículos, baje la tapa del retrete y me senté, tape mi boca con mi mano y lloré, trate de hacer el menor ruido posible para que nadie sospechara que estaba llorando, mordí mis dedos para evitar gemidos y me di cuenta que una de las cosas más difíciles en el mundo es llorar en silencio.

Si Simón quería estar solo no podía obligarlo a estar en mi compañía, en estos momentos yo también quería estar sola, solo me quedaba comprenderlo y amarlo, sino lo amara tanto no me doliera como lo hace.

******

Llevaba media hora en el baño contemplando el vacío

—Sal de ahí, Alex—me sobresalté al escuchar la voz de Susy—Liz nos dijo que te diéramos espacio y creo que media hora es suficiente.

—No quise decir que exactamente fuera media hora—comentó Liz.

—Basta las dos…Alex—la pequeña voz de Bárbara era tranquilizadora—Escucha si quieres que te demos más espacio, solo dínoslo, no hay prisa, podemos esperar todo el tiempo que quieras.

Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas, como siempre ahí estaban ellas. Respire hondo y limpie mis ojos, abrí el cubículo y salí, Bárbara sonrió y me abrazó con todo su cuerpo.

— ¿Segura que estas mejor? —Preguntó

—Sí, gracias—Respondí

—Simón se fue con su madre, por cierto—dijo Liz—ÉL fue el que nos dijo que seguramente estarías aquí.

Miré hacia el suelo y asentí con la cabeza en señal de resignación.

—No sé qué paso entre ustedes dos, pero no es tu culpa, ni es culpa de simón, son las circunstancias en las que se vieron envueltos, dale un día o dos, ambos están bajo mucho estrés.

—Desde cuando te volviste tan madura pequeña Liz.

—Exacto—estuvo de acuerdo Barby—Ese fue un muy buen consejo.

—Bueno…Qué tal si todas decimos que tenemos el periodo y nos vamos a casa y comemos helado —Sugirió Susy.

Las 3 arqueamos la ceja al mismo tiempo— ¿Qué? No soy buena dando discursos motivacionales, tú lo sabes Alex, soy más de acción.

—Nadie va a creer que todas tenemos el periodo, Susana.

—Oh, déjenmelo a mí.

Debía admitir que Susana sabía lo que estaba haciendo, esa chica podía venderle aire a quien sea, porque la cara del profesor de Filosofía, quien era el coordinador ese día, al explicar que era la sincronización menstrual daba mucha pena, el pobre debía sentirse el ser humano más incómodo del planeta en este momento.

—Profesor, debe dejarnos ir, nuestros ciclos menstruales se sincronizaron este último periodo y no sabe lo malo que puede llegar a ser—murmuró aterradamente Susana—Liz sufre de unos tremendos espasmo, Bárbara Vomita del dolor, Alex retiene mucha mucha sangre y yo…—A medida que Susy daba explicaciones más detallada, la cara del profesor se volvía purpura y roja al mismo tiempo—Entonces usted comprenderá que en estas condiciones no podemos rendir en la escuela así que por eso estamos solicitando el permiso—Miró hacia nosotras e hizo señas para que exageráramos las caras de dolor.

—Oh Dios ya me estoy sintiendo mareada—Dijo Bárbara y simuló una arcada

—Oh por Dios—El profesor entro el pánico y relleno en tiempo record los formularios—aquí tienen sus permisos.

—Gracias profesor—Añadió dulcemente Susy.




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