Fénix
¿Qué estaba haciendo?
Era una buena pregunta en este momento y debía preguntarme todos los días.
-Se buena chica y no te muevas.-le ordene antes que Aldora se desplomara en mis brazos dormida.
-El rastro está cerca amo.-me aviso unos de mi guardianes antes de mirar los labios pecaminoso de la castaña.
Tuve que dormirla cuando me tenía agarrado y así el medicamento surtiera efecto, porque la necesitaba dormida y no preguntando o rodeando por la cueva del enemigo.
-Quédate a cuidarla mientras voy.-demande al colibrí que estaba bien camuflaguiado como mis guardianes. Uno de ellos asintió transformándose en un pequeño perro mientras que el otro volvía en su forma original de luz y me guiaba.
Seguí a la corriente de luz que mostraba el rastro del material que se llevaron de la cueva, no entendía como estos 2125 años nadie en su sano juicio se había metido en la cueva. Más bien la habían ignorado y todo eso, pero este Alcalde se pasó al entrar cuando yo estaba averiguando en los posos de desechos tóxicos.
Los guardianes estaban conmigo así que ni ellos ni yo nos dimos cuenta hasta que ya era muy tarde, cuando al idiota se le ocurrió llevarse una porción de la cueva para otros rumbos.
Resople molesto poniéndome la máscara, tenía que hacer esto antes que cayera el sol y lo más rápido posible.
Solo tenía que entrar, buscar la piedra y volver sin que note mi presencia.
Al llegar a los muros que dividían su mansión del pueblo que estaba muy rodeada, así que esto iba a complicarse un poco. Mire buscando una entrada y cuando la encontré la marque en mi memoria como algo que debía planear antes de entrar.
-No te muevas o si no la piedra se activara.-susurre cuando la cinta de luz de mi guardia iba a entrar por la entrada que yo había especificado.
Es que de algo si sabía, es que la cueva y nosotros estábamos tan unidos que nos activamos así como un fosforito.
-Debemos apúranos y devolverla a la cueva o sino todos van a morir.
Eso era verdad, esa piedra si seguía por cinco días más fuera de su lugar. Todos iban a morir de una radiación química por culpa de las bomba hacen años. Mis hermanos solo fueron los únicos que se dieron cuenta mientras que yo dormía y solo por eso me volvieron a mandar a cumplir con la misión de que nadie se acerca al portal- bueno cueva- y lo creí absurdo porque al final todos de igual forma iban a morir.
-No te preocupes, déjemelos que sigan jugando con fuego.-murmure molesto cuando sentí ese dolor en mi pecho avisándome que algo se aproximaba.-Vámonos, volveremos cuando la mayoría este muerto. Nadie se tiene que enterar quienes somos.
-Pero amo...-ni siquiera su voz sonaba a reproche en mi cabeza así que lo ignore y volvimos por el mismo camino.
-La guardia está cerca.-susurro en mi cabeza el otro guardia que estaba transformado de perro a lado del cuerpo de la castaña.
Ni lo dude, la cargue y como pude maneje hasta la casa. Aurora y Leo estaban dormidos así que se me hizo muy fácil entrar y que no me atropellaran con pregunta al ver una Aldora dormida en mis brazos.
Cuando encontré su habitación la cerré con seguro y encendí las luces porque ya la noche había caído y yo alumbraba como un faro en medio de la oscuridad.
La acosté en su cama con delicadeza, que sin darme cuenta mis ojos se posaron en aquellos labios muy apetitosos. Provocando que los míos se resequen y tenga unas ganas de probarlos.
Aparte esa imagen de mi cabeza cuando sus labios se abrieron unos sentimenteros provocando que me acercara, poco a poco a su boca.
Necesito probarlos.
Pero si lo hago serán mi perdición.
Ella se dio la vuelta dormida gracias a Dios, haciendo que me apartara molesto por la estupidez que iba hacer.
***
No sé qué me paso y me impulso a que me quedara a dormir con ella.
Desde temprano tenías unas ganas de comerme esos labios, pero ella no ayudaba en nada.
Al cabo de unos minutos ella se quedó dormida y me acosté de lado viendo su espalda, le di la vuelta sin despertarla.
Primera vez en mil años que dormía con una mujer en la misma cama, sin que nos estemos tocando y con ropa.
Ya quisiera que no llevara ropa encima y estuviera baj...
Aparte esos pensamientos pecaminosos de mi mente, y me enfoque en mirar sus bellos rasgos que eran igualitos a su madre. Era tan hermosa que ni siquiera se daba cuenta de la bella deprendía de ella.
Mis ojos fueron bajando poco a poco de su cara al collar que le había regalado a ella y su hermana, ya el azul no estaba y solo estaba un blanco pálido. Sin darme cuenta mis dedos fueron a la pequeña piedra, esta era de otro material de la cueva y solo lo utilizaba para cosa especiales.
-Fénix.-susurro ella en sueños apegándose a mi cuerpo, poniéndome rígido y que algo dentro de mí sienta cosa que jamás había sentido.
Además la pequeña cama no ayudaba mucho, parecíamos sardina en lata.
Resople molesto antes de volver abrazarla, cuando su brazo se aferró a mi cintura como si fuera un peluche lo que me provoco una risita graciosa.
-Ay mi pequeño trébol ¿Que hare contigo?-mis manos subieron de su pequeña cintura hasta su pelo castaño perdiéndose en ellos.
-No te vayas por favor.-susurro ella todavía en sueños, removiendo cosa que no debían remover.
Eche la cabeza hacia atrás solo para ver su facciones una vez más hasta que sus labios se abrieron levemente y me incline solo un poco a ellos, con el deseo de besarlo pero cuando estaba solo centímetros de ellos me aparte.
Esto no es lo correcto.
Si la iba a besar algún día, ella tenía que estar consiente.
Así que me levante con cuidado sin despertarla molesto y apague la luz de la lámpara antes de volver a mi habitación a pensar, de todo esto. Porque ella no podía pertenece todavía a mi vida, yo no me iba a quedar y ella se iba a asustar si se enteraba de verdad lo que yo era.
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