Aldora
¿Cómo puedo contener las lágrimas que salían en este momento?
¿Cómo le digo a mi corazón que todo saldrá bien?
¿Cómo le digo a la pequeña criatura que tengo en mis brazos que me sonría con ternura que lo protegería hasta los fines del mundo?
Mi Donato sonría con una sonrisa tan hermosa e inocente mientras sus ojos negros con aquellos destellos que solos las estrellas se identificaban me miraban con demasiado anhelo.
Es que era igualito a su padre, tenía sus ojos, sus sonrisa, su mirada, su color de piel, menos su pelo que era igual al mío. Estaba vestido con una ropita que Fénix hace horas lo había cambiado, y en su cuello portaba su collar que siempre se mantenía verde.
Ya habían pasado tres días desde que no salía de la cueva y me mantenía con mi bebe y mis abuelos en una habitación que Fénix había acondicionado. Él tuvo que salir a ver que paso con el distrito de mi padre y se llevó a carolina y a mi hermana. Ella no la quería cerca del bebe y creo que mi hijo también estaba de acuerdo porque siempre que la mirara fruncía sus cejitas molesto hacia su tía.
Ese niño ya conocía quien era su madre y eso que Alida y yo éramos gemelas.
Un hijo siempre sabrá quién es su madre.
Y lo confirme desde que mi pequeño no me dejaba ni siquiera respirar, cada vez que iba a bañarme lo dejaba con su abuela y no pasaba ni cinco minutos cuando comenzaba a llorar. Así que tuve que acondicionar nuestro baño y dormida, porque él aunque no se quería despegar de mí. No podía dormir sin su padre, siempre tenía que tener a sus dos padres a lado para poder dormir porque si no, no dormía.
-¿Quién es la estrella más bella de este planeta?-hable haciéndole mimo mientras él sonría con ternura se removía en la cama.
Es que era tan hermoso.
-Cariño ¿podemos entrar?-la voz de mi abuelo sonó desde la puerta y sonríe de oreja a oreja porque ese hombre si lo amaba.
Asentí mientras me acomodaba en la cama y le colocaba un juguetico al bebe que miraba como si eso fuera lo más interesante del mundo.
-Claro abuelo.
Él seguido de mi abuela entraron con mi almuerzo y al parecer Fénix como que no se cansaba de tenerme todo controlado.
-Ese niño tan precioso, saco la belleza de los Smith.-mi abuela le hacía mimos a lo que él sonrió feliz mientras se lo llevaban en brazos y mi abuelo la miraba feliz.
-De eso no lo dudo amor.-estuvo de acuerdo él.
Yo negué divertida porque siempre decían lo mismo cada vez que veían a Donato.
-¿Y ya hay noticias nuevas?-pregunte dudosa de saber la verdad.
Y es que los guardianes nos protegían en alerta máxima como si el mundo fuera un caos y debían protegernos hasta con su vida. Lo único que sé, es que allá fuera todo era cadáveres, cuerpos sin vida y toda clase de vehículos quemados que Fénix limpiaba todos los días con ayuda de la gente de mi padre.
Digamos que la cosa allá se puso fea, pero al parecer ganaron porque cuando Mateo dio la orden de seguirnos la mayoría venían a la montaña a buscar lo que no se le habían perdido. Por lo que le dio una ventaja a mi padre, con Carlos y su gente para poder defender el distrito.
Al parecer Franmar y Crux que todavía no sabía nada de ellos, estaban en otras ciudades buscando aliados para poder vivir lo que queda de vida en el planeta en paz.
Por causa de los desechos tóxicos que ocultaba el distrito Diamante, la zona se estaba colocando en cuarentena, y si nadie salía, nadie entraba. Así que ese cargo se le concedió a los Norteños eran los que más recursos tenían, para tratar ese estado de toxina. Además el Alcalde estaba perdido y nadie sabía de él.
-Nada aun.-me contesto mi abuelo.
-Espero que todo esto se acabe y por fin podamos tener un buen futuro donde podemos criar a nuestros hijos sin riego a una guerra futura.
El asintió dándome la razón mientras yo me tomaba el té de margarita que siempre me daban desde mi embarazo. Y no entendía porque todavía seguían sin echarle azúcar a esta cosa.
-Frenellin comento que Alida volverá al calabozo pero antes le pondrá represarías en limpiar los cadáveres y todo eso.
Aunque mi abuelo no muestre ninguna reacción feliz hacia mi hermana, entendía que prefería verla viva y trabajando en cosas dura por intentar matarme, que verla muerta. Éramos lo único que le quedaba de su hija y no iba perderla por una locura hereditaria.
-¿Sabes que estuvo mal lo que hizo?
Él miro sus manos entristecido pero asintió dándome la razón, yo me levante de la pequeña cama y me senté frente de él agarrando sus manos.
-Yo… yo no entiendo porque ella es así, ósea no le encuentro la lógica porque hizo lo que te hizo. No casi te mata a ti, sino que también al bebe.-mi abuelo estaba muy triste pero sabía que al final él la perdonaba sin importar lo que hiciera.
Y eso estaba muy mal.
Yo jamás le aplaudiría y tampoco apoyaría a alguien que actuara de la misma forma que Alida conmigo. Eso era muy malo y repulsivo y lo veía demasiado feo intentar matar alguien embarazado.
Resople cansada mientras veía como mi abuelo se apagaba poco a poco y soltaba una lágrima.
-Abu, no te pongas así. Solo buscaremos una mejora, a ver… Si así deja de ser como es.-mentira, yo no buscaría ayuda profesional a la persona que intento matarme embarazada.
Él se limpió una lágrima, me dio un beso en la frente antes de levantarse.
-Voy a tomar una siesta, tu solo descansa cariño.
Asentí mientras lo veía irse y mi abuela me traía un Donato rendido, lo acostó en la cama y me acosté a su lado.
Lo bueno de todo, era que Donato no brillaba en la oscuridad. Pero si se le hacía muy difícil dormir a veces en las noches, cosa que lo estábamos acostumbrando poco a poco.
***
Fénix
-¿Ya saben lo que van hacer?
-¡Si señor!
-Ok, retírense.