Después de un tiempo, sigo en el hospital. Pero al menos, me dejan caminar de vez en cuando por los pasillos. No es que me motive demasiado ver gente enferma, pero al menos. Es mucho mejor que mi propia compañía. Entonces lo veo de nuevo, y puedo ver su rostro. Lo que más me llama la atención, no son sus ojos azules brillantes. Si no, los lunares sobre su rostro. Y esa sonrisa, que si no empecé a delirar supongo que era para mí.
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Editado: 24.11.2020