El Chico de las Flores

Primera Entrada

Era viernes por la tarde. La ciudad estaba colapsada de tanto tráfico y los colectivos además de tardarse por ser la hora pico y estar horas dentro del tráfico, estaban llenos y me era imposible tomar uno.
Tuve que optar por caminar por las estrechas calles de la ciudad, estar rodeado de gente me hacía enojar, era como si el contacto humano y el color gris de la ciudad fuera una enfermedad para mí. No, no era el contacto humano lo que me hacía mal; era el contacto sin contacto lo que provocaba un sentimiento de detrimento en mi ser.

Caminaba entre la gente, pareciera que estuviéramos marchando todos a un ritmo y era como si esa corriente de personas me llevara, éramos como un verdadero cardumen en esos momentos. Acababa de salir de mi trabajo y me dirigía a mi casa para tomar un gran descanso, y sí que lo tenía bien merecido, varias horas de trabajo en la oficina consumían la poca conciencia que me quedaba.
Era el cumpleaños de Emily y mi mente no podía pensar en otra cosa. «Emily». Debería llevarle algo, ¿No es así? Pero ya era tarde y mi tiempo con ella era cada vez menor, y además cuando por fin tenía la oportunidad de estar junto a ella no le prestaba la atención que necesita. Por lo que este hecho me impedía poder elegir algo especial para su cumpleaños.
Recuerdo que en ese momento había mirado a mi alrededor en busca de una tienda de chocolates... «Ese fue el momento en que la vi.»…Pero en vez de eso me encontré con una florería de unos dos pisos bastantes coloridos de alto, estaba escondida entre dos grandes edificios grises lo cual hacía bastante difícil no verla. De alguna forma era como si unos rayos del sol salieran de esta, miles de colores estaban en un solo lugar, eso era algo imposible de ver o inclusive creer, sin embargo lo increíble estaba frente a mí. No recordaba haber visto tantos colores desde mi infancia, en la cual salir a las calles con los hijos de las vecinas parecía algo agradable para la sociedad.

Cuando dejé de contemplar esos extraños colores me dispuse a entrar empujando la puerta. No era de extrañar que al momento de tocarla ese color azul de ella se hubiera vuelto gris alrededor de mi mano.

«Después de todo, el gris es lo que predomina aquí.»

Cuando por fin entré vi a un chico que aparentaba unos veinte o veintiún años de edad, era pelirrojo, de tez blanca y un poco bajito para su edad. Estaba regando las flores con una jardinera amarilla. Ver tantos colores me mareaba, pero a la vez me hacía sentir feliz; era como un dolor, pero un dolor que de alguna forma sabía que me estaba haciendo bien.

Un colgante con campanitas que estaba colgado en la puerta sonó cuando yo entré, fue el momento en el que él me miró, me dedicó una sonrisa y pude ver esos ojos azules.

«Esos ojos azules»

No lo comprendo, ¿Cómo puede haber alguien así?
Yo soy gris, mi jefe es gris, Emily es gris. ¿Cómo puede existir en estos tiempos alguien que no sea gris y que además pueda tener tantos colores en su ser?

Algo está mal con ese chico, lo supe desde el momento en que lo vi.

No recuerdo haber hecho nada mal, simplemente me acerqué y le ordené un ramo de rosas, pero él se negó.

—No puedo darle un ramo de rosas. No cuando me lo pide de esa forma —me contestó el chico pelirrojo.

—Hay un ramo de rosas ahí —apunté a un ramo de rosas rojas, lo cual me pareció bastante extraño porque ese color era muy escaso en estos tiempos—. Mira, si es por el dinero no hay problema —saqué mi billetera de mi maletín/cartera— ¿Cuánto quieres; 10, 25, 50, 100 mil pesos? Lo que quieras, sólo dame ese maldito ramo de flores.

—No quiero tanto dinero, sólo quiero saber la razón de su compra —dejó la jardinera al lado de las plantas que estaba cuidando y se acercó a tomar una rosa— Estas rosas son especiales y se deben dar para ciertas ocasiones. Si no sé el motivo de su ocasión no puedo venderle esta flor —con sus manos sucias y llenas de heridas acarició los pétalos de la rosa, curiosamente esta al recibir el tacto obtuvo un rojo más fuerte. Su color se avivó al contacto.

—Sólo dame la maldita rosa —le arrebaté la rosa que tenía entre sus manos—. ¡Ah! —grité por la impresión de recibir un pequeño piquete en mi mano, hace años que no me hacía daño con algo por lo que la sensación me resultaba nueva— ¿Pero qué...? —miré mi mano y me había pinchado con las espinas de la rosa, ahora mi mano gris había obtenido pequeños puntitos rosas donde había recibido la lesión— Esto no es normal, ¿¡Qué me hiciste!? —realmente estaba alterado en esos momentos, aún no logro quitar esas manchas de color de mi mano. Espero que esto no sea peligroso.




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