Hola, Gruñilda.
Nunca he visto una alma tan intensa, tan envuelta en una armadura de seriedad y enojo. ¿Nunca sonríes? ¿Nunca dejas que el sol ilumine tu rostro y descubra la radiante belleza que se esconde detrás de tu mirada?
Eres una joya rara, una perla entre espinas, una rosa con púas que me atrae irresistible. Tu corazón de piedra es un enigma que deseo descifrar, un misterio que me obsesiona.
Sé que soy un pobre poeta, un trovador que busca ganarse tu corazón, pero no por conquista, sino por devoción. Quiero ser el sol que ilumine tu día, el viento que acaricie tu alma, el refugio donde puedas encontrar paz.
No niegues tu belleza, Gruñilda, porque es un hecho que brilla como una estrella en la noche. Tu hermosura no se apaga aunque me ignores, porque es una llama que arde en mi corazón.
Así que te pido, oh Gruñilda, que sonrías más, que dejes que tu belleza ilumine el mundo. No solo eres hermosa cuando sonríes, sino que eres la luz que ilumina mi existencia.
PD: Tu sonrisa es el verso que falta en mi poema, el ritmo que hace que mi corazón late con emoción.
PD2: Eres hermosa no solo en tu belleza física, sino en la profundidad de tu alma, en la intensidad de tu mirada, en la fuerza de tu espíritu.
—El Poeta.
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Editado: 30.10.2024