El chico de los ojos grises

O3|Las apariencias engañan

>>Sus pensamientos la traicionaban y su mente la engañaba, cuatro personas jugaban con ella y una quinta la controlaba.

¿Quién engaño a quien en esta historia?

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Solange

Las voces de las personas resuenan en la cafetería, todos hablan y comen felizmente, yo observo mi café pensando mientras mis dos mejores amigos conversan animadamente a mi lado.

–Hoy mis padres cumplen veinte años de casados y a mi padre se le olvido, mi madre casi lo mata por eso pero para su suerte yo ya tenía sus regalos de repuesto por si esto sucedía y excuse a mi padre diciéndole a mi madre que no se le había olvidado su regalo y que me lo dio a mi pero no lo había dejado explicarse–la voz de Connor me saca de mis pensamientos y lo veo con pena

–No siempre puedes hacer esto, ¿lo sabes no? Todos debemos de cargar con las consecuencias de nuestros actos Connor, no siempre puedes estarles salvando el cuello a tus padres–la mirada de mi amigo se torna triste al escuchar mis palabras pero sé que en el fondo sabe que yo tengo razón

Arthur lo toma de la mano

–Solange tiene razón cariño, al ayudarlos a ellos te estás lastimando a ti mismo–Arthur siempre ha estado con Connor, desde que era un niño

Cuando eran niños eran amigos pero cuando cumplieron quince años se dieron cuenta de que querían ser más que amigos y todos los aceptamos de inmediato con felicidad.

Ellos más que nadie merecen ser felices.

–No quiero que se separen–la voz de Connor es casi un susurro y sus ojos se humedecen

Connor lleva días luciendo cansado, parece que no duerme muy bien y a Arthur y a mí nos preocupa su salud.

Escucho que Arthur le contesta y yo me levanto sin hacer ruido para retirarme de la cafetería, esta conversación empezó con los tres juntos pero sé que de una forma u otra ellos dos iban a acabar hablando solos y no me gustaría estar ahí como un mal tercio.

Salgo en silencio de la cafetería, el frio viento me recibe con fuerza pero no le prestó atención y camino con tranquilidad por las solitarias calles del pueblo de Kingston.

Me tallo la nariz con la punta de la palma de mi mano y entro a la librería del pueblo, la madre de Connor me da una sonrisa forzada en cuanto me ve entrar y yo se la regreso pero con amabilidad antes de perderme entre los pasillos de libreros.

Me encanta venir a perder el tiempo aquí porque a pesar de las malas caras que me da la madre de Connor es un lugar tranquilo y relajante, el olor de la madera vieja y los libros me da una paz increíble.

Parece que en este lugar nunca pasa el tiempo, me puedo quedar durante horas leyendo en este lugar y jamás pensaría que pasaron tantas horas de no ser porque la madre de Connor me corre pero siempre que tengo tiempo vengo aquí.

Observo en silencio los lomos de los libros en el área de misterio buscando algún libro de Agatha Christie o alguno de Edgar Allan Poe.

La escritora del libro de la detective menciona algunas veces a esos escritores por medio de la protagonista argumentando que sus libros son increíbles y si soy sincera quiero tener algo que leer para cuando acabe de leer el libro de la detective.

Un chico se encuentra parado a mi lado leyendo la sinopsis de un libro, lo ignoro y lo rodeo para seguir buscando algún libro de aquellos buenos autores.

Cuando por fin encuentro un libro de Edgar Allan Poe el chico ya ha leído la sinopsis de siete libros diferentes y eso no me importaría de no ser porque los libros que han pasado por las manos de el chico son lo de el autor que estoy buscando, ¿Cuál es el otro problema? Los libros están en una fila alta la cual mi pequeñez y yo no alcanzamos.

Veo con pesar los libros del autor que probablemente se hubiese vuelto mi escritor favorito y estoy a punto de retirarme del lugar cuando el chico habla.

– ¿Necesitas que te baje algún libro? –su voz suena tranquila y yo volteo automáticamente encontrándomelo ojeando las páginas del libro que tiene en sus manos

–Pues...si quieres bajarlo para mí, no me molestaría–le digo con una sonrisa a pesar de que no me ve y el cierra su libro de golpe asiendo que de un pequeño saltito en mi lugar

– ¿Sabes que no cuesta nada pedir ayuda? – pregunta volteando a verme pasando su mano derecha por su cabello y me sorprendo al ver el color de sus ojos pero lo ignoro y lo veo con los ojos entrecerrados

–Parecías muy concentrado leyendo–me excuso removiendo un pie con la cabeza agachada

–Igual no me hubiese molestado si me lo pedias

– ¿Y como yo iba a saber eso? –pregunto y él me mira como si fuera el ser más tonto que hubiese visto en su vida

-Se llama sentido común, nada me cuesta ayudarte ¿Qué clase de persona crees que soy para que pienses que no te pude ayudar? –pregunta con una ceja enarcada y yo sonrió antes de contestarle

–Pienso que eres de esos chicos amargados y fríos que se portan groseros y te tratan como si fueras basura–mi respuesta es sincera ya que cuando lo vi parecía ese tipo de persona

Quizá lo es

–Pues déjame informarte que las apariencias engañan, ¿Cuál libro quieres que te baje? –pregunta volteando de nuevo hacia el librero mirándome de reojo

–Todos los de Edgar Allan Poe por favor–le contesto con una sonrisa inocente y mi respuesta parece no sorprenderle, niega levemente con la cabeza y empieza a bajar los libros dándomelos en las manos

...

El camino de regreso es tranquilo ya que me puse mis audífonos después de salir de la biblioteca, el sonido de un guitarra inunda mis oídos y sonrió ya que el tono misterioso de la canción hace que me dé un toque de adrenalina en el cuerpo y sonría a la nada.

Luego de que el chico de la biblioteca me bajara todos los libros del tan conocido autor Edgar Allan Poe que pude tener en mis manos le di las gracias y me aleje de él.




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