Su alegría de vivir era inmensa y contagiosa. Siempre saludaba cordialmente a sus conocidos y yo, a pesar de mi observante distanciamiento, no iba a ser menos. De hecho, recuerdo un día en que, fui capaz de pensar que mi presencia provocaba en el chico. Cierta paz.
No sé dónde ni cuándo nos conocimos, pues cuando me encontraba con el perdía la noción del tiempo y del espacio, aun estando en un sueño.
Nos sentábamos y charlábamos sobre diferentes temas.
El admiraba mis conocimientos y se sorprendía de la perfecta empatía que existía entre nosotros.
Se convirtió así en el chico de mis sueños.
A pesar de lo raro que puede sonar hemos conversado en infinidad de sueños y ensoñaciones, durante los cuales he disfrutado de su compañía al igual que de la belleza de los alrededores sin salir del confort de mi casa. Y aunque esa sensación pueda resultar extraña y difícilmente comprensible, desde entonces he ido buscando fotos que vagamente se parecían a el.
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