El chico de mis sueños

El chico de mis sueños

Anoche soñé con un chico. Era el chico de mis sueños. No le podía ver su rostro, pero sentía que me enamoraba profundamente de él. Vivíamos un amor de otro mundo: un amor tan verdadero, tan sincero, tan único… un amor que me hacía sentir completa y verdaderamente amada.
Pero, como todo lo que solo existe en los sueños, estaba destinado a desvanecerse. Cuando desperté, sentí un dolor tan real, tan profundo, que pasé todo el día sintiendo que me faltaba algo… Sentí que me habían arrebatado la más bella de las ilusiones que jamás he tenido. Fue hermoso… hasta que abrí los ojos.
Lo peor es que, por un instante, fui feliz. Flotando en esa ilusión perfecta. Pero al despertar entendí la verdad: era irreal. Ese amor tan maravilloso no estaba en mi vida. Aquel pequeño cuento de hadas solo existía en mis sueños. Y al darme cuenta de eso me sentí totalmente desgraciada.
Él era el chico de mis sueños. Su presencia se sentía tan varonil, tan cercana…. su compañía era como estar con tu alma gemela: llena de sonrisas, de paz, de| amor, de dulzura. Por eso cuando desperté sentí que lo había perdido todo.
“Qué bueno que no pudiste verle la cara”, me dijo mi abuela. “Porque ese chico con el que soñaste es tu alma gemela. Si llegas a ver su rostro, significa que murió… y que solo vino a despedirse de ti”.

No sé si creer en esas cosas, pero sí sé que es un sentimiento tan bonito como devastador. El vacío que produce no saber si esa persona es real, o si algún día podré conocerla, es simplemente horrible.
Después de ese sueño siento un hueco enorme en el estómago.
Alguien que me explique qué significa ese sueño. ¿Por qué uno sueña con un amor así? ¿Por qué se siente tan real?
He decidido convertir este sueño en palabras porque sé que aquí no seré juzgada. Talvez, por medio de ellas, pueda encontrar a otros seres humanos que como yo hayan soñado con el chico o la chica de sus sueños. Y que, al encontrarnos, podamos compartir juntos el vacío de lo que no fue.
La segunda noche que soñé con él, sentí su mirada, su voz, su tacto…
Creo que han sido las únicas veces en mi vida en las que me he sentido amada de verdad. Por eso es tan horrible despertar y recordar que no es así, y que tal vez nunca ha sido así. ¿Qué significa todo esto?
En ese sueño estaba sentada en el piso, observando un paisaje. Él llegaba y se colocaba de pie detrás de mí; sentía su calzado en mis caderas. yo recostaba la espalda en sus piernas y percibía la fuerza de su presencia, el poder de su compañía. En un momento, él se reclinaba para abrazarme. y ese abrazo curaba todas mis heridas. Parecía darle sentido a toda mi vida.
¡Qué locura! Decidí mirarlo al rostro y solo había una nube de luz.
Me desperté anhelando como nunca su presencia. Triste todo el día.
A veces siento que sí llegué a ver su cara, pero al despertar la olvidé.
Y vuelvo a preguntarme qué significa ese sueño. Vuelvo a sentir el vacío que deja extrañar a alguien que no está.
Semanas después, una tarde de un fin de semana mientras tomaba una siesta, volví a soñar con él. Está vez vivíamos en mi casa soñada: era una casa de tal belleza que es un lugar que solo he podido ver en mis sueños, un lugar que se sentía como un verdadero hogar. Reíamos a carcajadas mientras cocinábamos. Aún puedo recordar el sonido de su risa. Chico de los sueños, por favor, dime que existes...
Ese día, después de volver a soñar con él, empecé a escribir esto. Sinceramente, no esperaba soñarlo una tercera vez… pero en el fondo de mi corazón lo deseaba. Esa noche me dormí pensando en el sonido de su risa, en aquella casa que no existe, en el abrazo que me reconstruyó célula por célula.
Y entonces, volvió.
Estaba sentado en la sala de nuestra casa, leyendo un libro… mi libro. Vi su espalda, sentí su presencia como siempre: varonil, serena, llena de una dulzura que me rompía y me reconstruía a la vez. El corazón me latía fuerte, demasiado fuerte para un sueño.

—Pensé que no volverías —dije. Entonces, escuché su voz. —Me gusta tu libro —me contestó—. Es nuestra historia. Sentí un nudo en la garganta y un terrible deseo de llorar. ¿Nuestra historia? Me pregunté si existía realmente una historia que fuera nuestra.
—¿Quién eres…? —susurré.
Y al instante supe que mi pregunta no tendría una respuesta.
—No puedo decírtelo —respondió—. Pero los amores que inspiran libros son inmortales. Me desperté con lágrimas en los ojos, la garganta cerrada y una fuerte presión en el pecho.
Esa noche, después de despertarme con la garganta cerrada y el pecho latiendo como si hubiera corrido, pensé que ya no volvería a soñarlo. Que quizá esa fue la última vez que mi mente me regaló su presencia. Pasé todo el día con una mezcla de nostalgia y miedo: nostalgia por lo que sentí en ese sueño, miedo de olvidarlo.
Pensé en escribir, pero esta vez no tenía palabras.
¿Cómo se escribe la ausencia de alguien que nunca estuvo?
¿Cómo se explica extrañar a quien no conoces?
Cuando cayó la noche me sentí inquieta. No quería dormir, pero al mismo tiempo lo deseaba. Tenía miedo de soñar con él… y miedo de no soñarlo.
Finalmente me rendí al sueño.
Y él volvió.
Era de noche en mi sueño. Estaba sentada en un barco y el cielo y el mar parecían fundirse en uno solo. El firmamento estaba tan lleno de estrellas que su reflejo en el agua me hacía sentir que contemplaba el paisaje más hermoso que aún no he visto en mi vida.
Y entonces lo sentí.
No lo vi todavía, pero lo sentí.
Su presencia apareció detrás de mí, cálida, poderosa, inconfundible. El mismo peso suave en mi espalda, la misma energía que me envolvía como si fuera un abrazo antes incluso de tocarme.
—Hola —me dijo, con esa voz que reconocería incluso si la olvidara mil veces.
Me giré despacio, como temiendo que desapareciera si me movía demasiado rápido. Y allí estaba él… aún sin rostro, pero más nítido que nunca. Una silueta luminosa, casi humana, casi tangible.
—¿Por qué vuelves? —pregunté. No pude evitarlo. Parte de mí temía la respuesta.
—Porque me llamas —respondió él—, porque tú también vuelves a mí cada noche en mis sueños.
Me quedé en silencio. Sentí una punzada en el pecho.
—¿Yo también? —pregunté.
—Sí. Escucho tu voz en mis sueños. Ella me trae aquí —respondió.
¿Eres real? —susurré al fin.
—Soy lo que tu alma reconoce —dijo por fin—. A veces, eso es más real que todo lo demás.
Su respuesta no aclaró nada, pero me llenó de una extraña paz.
—No quiero perderte al despertar —confesé.
Él levantó su mano, o la idea de su mano, y la colocó sobre mi mejilla. No sentí piel, pero sí el calor, la intención, el amor. Un amor imposible.
Y desperté con lágrimas secas en las mejillas, pero con un dolor distinto esta vez: no un vacío, sino un anhelo.
No sé qué significa nada de esto.
Solo sé que sigo esperando la noche.
Sigo esperando ese instante en que el mundo desaparece… y él regresa. Posdata: esta es una entrada de mi diario. Si alguna vez soñaste con el amor de tu vida, quizá esta sea también tu historia.




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