Fui a caminar al parque como todas las tardes. Hacía frío, pero no tanto como para no salir de casa.
El parque llamado Williams era hermoso, con sus tupidos árboles y un enorme lago.
Me dirigí hacia el circuito para correr que está en la orilla del agua y pude ver que alguien estaba nadando, no muy lejos de donde me encontraba.
Con este frío en cualquier momento se hace hielo, pensé.
-¿Necesitas ayuda?-Le llame la atención.
-No, gracias-Fue su respuesta mientras seguía nadando y miraba hacia abajo, como buscando algo. Se lo veía muy concentrado.
Quise insistir porque soy alguien muy insistente y además curiosa, quería saber qué hacía en el lago.
Iba a preguntarle si necesitaba ayuda nuevamente pero ya no estaba. En su lugar había burbujas que salían a la superficie.
Espere un poco más de dos minutos y decidí sacarme las zapatillas y dejar todo lo importante en la orilla. Pensaba meterme a rescatarlo, ya que llevaba tiempo bajo el agua.
Me metí en el frío lago rápidamente y fui hacia donde seguían saliendo burbujas. No era muy profundo pero mis pies no tocaban el piso.
Me sumergí en su búsqueda, lo cual era difícil porque no se veía mucho.
Después de lo que pareció una eternidad lo encontré en el fondo y sostenía algo que brillaba, estaba forcejeando para sacarlo de entre las algas que había.
Me acerqué hasta donde estaba y lo ayude a sacar el objeto del agua, no fue fácil porque pesaba mucho.
Luego de ese gran esfuerzo caímos agotados bajo un árbol que se encontraba cerca de la orilla.
-Gracias... me hubiera sido imposible sacar la Lahira de ahí.-me agradeció dedicándome una sonrisa.
-De nada...-dije un poco confundida por el nombre que tenía el objeto-¿Qué es eso?-le pregunte señalando la cosa dorada. Tenía grabado líneas blancas que iban en todos los sentidos. A simple vista parecía un dibujo mal hecho, pero debe tener algún propósito.
-Nada importante-Me respondió dejándome más dudas que antes.
¿Qué hacia esa "Lahira" en el fondo del lago?
¿Por qué era tan pesada?
¿Qué es eso?
Mis dudas fueron interrumpidas cuando el chico se levantó, agarro el objeto y se disponía a marcharse.
Pero antes de dar un paso más, volteó.
-Me llamo Mirko-sonrió y comenzó a caminar.
Me di cuenta que estaba empapada, al igual que él.
Yo tiritaba del frío, lo cual él no hacía, solo caminaba con tranquilidad alejándose.
-¡Mirko!-lo llame haciendo que voltee a verme-¿Te gustaría chocolate caliente y fuego?-pregunté.
-Gracias pero debería...
-Mi casa está a unas pocas cuadras y podrías secar tu ropa.
Dudo pero acepto después de pensarlo.
Mirko me ayudó a levantarme del césped y partimos rumbo a mi casa.
Él tenía ojos marrones oscuros y pelo negro brillante, daban ganas de acariciarlo. No parecía de por aquí, mas que nada por su acento.
-Por cierto...-dije entre dientes, hacia demasiada fuerza para aguantar el frío- Soy Syra.
-Un gusto Syra, un placer conocer a alguien de por aquí, espero que seamos amigos.
Me sorprendí y al parecer lo noto.
-¿Dije algo mal?-pregunto confuso.
-Nadie me había respondido tan educadamente en mi vida.
Se echó a reír y lo seguí, todo esto me parecía tan raro.
Ya en la puerta de mi casa busque las llaves y recordé que las había dejado junto con mis zapatillas, las cuales no las tenía puestas. Había olvidado mis cosas en el lago.
-Mierda-dije dando la vuelta y saliendo del jardín delantero a paso rápido.
-¿Dónde vas, Syra?
-Olvide... mis cosas... en el lago-ya no podía aguantar el frío que sentía.
-Espera, yo las voy a buscar, dime dónde están-se ofreció amablemente mientras me seguía. Aún tenía ese extraño objeto en sus manos.
Me di la vuelta para responderle, mis pies se chocaron y caí al piso haciendo que me doblara el brazo.
-¡Auch!
-¿Estas bien?-Mirko se acerco y me ayudo a levantarme.
-Si, no es nada-dije agarrándome el brazo, me dolía poco así que no era nada grave.
-¿Queres que vaya a buscar tus cosas al lago?-volvió a preguntar.
Lo pensé... y al final acepte.
Le dije donde estaban y se marcho rápidamente.
Luego de unos minutos volvió y pudimos entrar a mi casa.
Prendí un cálido fuego y prepare chocolate caliente.
Antes de eso me puse ropa seca y le preste algunas prendas grandes y viejas a Mirko, ya que él no tenía la misma talla que yo. Era más alto y con unos brazos fuertes, mientras que mis brazos eran finos y sin mucha masa muscular.
Nos sentamos junto al calor que emanaba la chimenea y estuvimos un largo rato charlando.
Estuve todo lo que quedaba de la tarde mirando esos hipnóticos ojos marrones y escuchando sus anécdotas.
Mirko acababa de llegar al pueblo. Dijo que tenía cosas que hacer, pero no quise entrometerme mucho.
Editado: 18.03.2018