Cuando ChanYeol y KyungSoo se conocieron, supieron que no era coincidencia.
Aquella noche, un arriesgado ChanYeol había decidido pisar un antro por primer vez en sus 26 años. Él no era de los que iban a embriagarse cada fin de semana y tampoco contaba con un gran círculo de amigos, pero una idea desbocó en su mente y ese fin de semana se propuso cambiar la manera en que, para él, implicaba divertirse (nada de videojuegos o manualidades de por medio).
Y ahí estaba, no supo cómo encontró aquel lugar, pero se dejó guiar por el instinto y se acercó a lo que aparentaba ser la zona de Caja para pagar por su estadía en el lugar, sobre todo para que el recepcionista verifique su edad en la credencial.
Entonces sucedió.
Un chico de cabello oscuro, labios gruesos y piel terriblemente lechosa le recibió con una expresión estoica, pidiendo su credencial y dando el precio de la entrada. ChanYeol sonrió desde el primer segundo y, para su deleite, hizo todo al pie de la letra sin dejar ver su torpeza ante el muchacho. Y una vez tuvo acceso al lugar con el precinto pegado a su muñeca, se introdujo a experimentar por una vez en su vida un estilo libre y sin inhibiciones, donde podía hacer lo que quiera sin que lo señalen, bailar con quien desee e incluso solo, porque todos estaban demasiado ocupados liberando la energía acumulada como para detenerse a juzgar a los demás.
Pidió una cerveza en la barra y tuvo la misma botella toda la noche, mirando a los alrededores, y notando la barra superior que indicaba una segunda planta con gente menos abarrotada que en la primera -zona VIP, pensó-.
Esa noche no le fue tan mal, aunque tampoco logró descubrir ese motivo por el que la juventud enloquecía cada fin de semana, arriesgando su bienestar físico al mezclar alcohol y un vehículo para conducir, o el mental, para trasnocharse un domingo mientras debían enfrentar una mañana de estudio o trabajo a primera hora.
Volvió a casa cerca de la 1 de la mañana del día lunes luego de bailar solo un poco algo de electrónica. Por suerte no tenía nada porqué preocuparse, trabajaba solo 4 horas en una oficina de marketing por las tardes y tenía una vida tranquila en la que no rendía cuentas a nadie. Esa noche sonrió como tonto al recordar al chico de la recepción, y luego de cepillarse los dientes y asearse, se dejó vencer en la cama con el rostro de aquel recepcionista en su mente hasta el amanecer.
~•~
Eran las 11am cuando su teléfono le despertó por una llamada perdida. Con un solo ojo debido a la luz intensa del sol interrumpiendo su habitación, se propuso devolver la llamada, estirándose en la cama mientras esperaba respuesta. Al final había sido Yixing, y mientras se desperezaba a medida que pasaban los minutos hablando con él, su visión se fijó en el precinto pegado fuertemente en su muñeca. Por más que intentó despegarlo, no lo consiguió, el papel era demasiado grueso y plastificado, y el pegamento era terriblemente potente, tendría que buscar unas tijeras.
Cuando la llamada terminó, rápidamente fue a quitarse eso, notando un escrito en la parte interior justo cuando estaba por echarlo a la basura. Era un número telefónico escrito de forma rápida pero legible, y como si fuese el más hábil detective, el rostro del chico de recepción vino a su mente.
¿Sería él?
No perdía nada con averiguarlo.
~•~
Una semana.
Solo una semana bastó para que su pecho decida que KyungSoo era lo que quería. El chico era todo lo contrario a él: hacía bromas pesadas, no tenía reparos en ser sincero incluso si ello lastimaba a otros, era un tipo maduro, con las cosas claras y los objetivos bien trazados.
Todo, todo lo contrario a él.
Menos una cosa.
Ambos enloquecían por las mascotas.
ChanYeol le contó su amor por los animalitos desde que era pequeño, y sí, al principio le costó acostumbrarse al modo de ser contrario, pues él era más sensible y tranquilo al expresarse. Y solía fastidiarse con facilidad si algo no le gustaba o insultaban algo que le agrade.
"Sos tan panqueque*, Channie" ㅡ le decía KyungSoo, algo que terminó por acostumbrarse a escuchar, aunque al principio no entendía el real significado y terminaba enojándose más.
Pero pronto Channie descubrió sus debilidades. Supo que el movimiento de sus orejitas le derretían de ternura, porque "Se ponen rositas cuando ríes y se mueven solas, Channie, ¡son tan lindas!", y al final acababan siendo él con KyungSoo besándole las orejitas hasta el cansancio. Por otro lado, también sabía que usar traje formal para los días de reunión en la oficina volvía loco a su pequeño novio, tocándole el trasero de más y robándole besos en el cuello, justo donde ambos habían decidido tatuarse un gran "KyungSoo's Property" y "ChanYeol's Property". Y sí, probablemente era apresurado marcarse de esa manera a solo 7 meses de relación, pero ambos estaban en la etapa de enamoramiento sin medida, donde hacían y deshacían todo lo que caiga en sus manos cada vez que estaban juntos. Y porque juntos todo siempre era genial, incluso discutir y reconciliarse tomando una tibia ducha en la bañera, donde compartían besos que acababan en noches de lujuria silenciosa, porque KyungSoo no era amante de los gemidos fuertes y nunca lo sería.
Y nunca consideró que terminarían así, justo como ahora, un año y medio después -o diecinueve meses para ser exactos- en una mezcla extraña de cachetadas impulsivas por parte de KyungSoo cada vez que ChanYeol se ponía meloso y quería abrazarlo, o la vida propia que recobraron sus orejitas y que se ponían en complicidad con el más bajo para cachetearlo cuando dormía hasta tarde. Y sí, para los demás quizá podían ser dos lunáticos, pero a ellos todo lo que les importaba era ser locos y felices para sí mismos.