Imaginen la escena de un elefante gigante que por desdicha de la vida pone el trasero en un cactus lleno de espinas. Ahora imaginen el sonido que emite el animal. Algo ruidoso, chillón e insoportable. Idealicen ese ruido llevado a dolor de cabeza. Eso fue lo que sentí aquella mañana, como si un enorme volcán fuera a explotar en mi cabeza. Lentamente abrí mis ojos y sólo vi oscuridad, demasiada para mi gusto. Palpe a un lado de la cama en busca de mi mesita de noche y no la encontré. «Que raro» pensé.
De pronto abrieron la puerta del baño y encendieron la luz. Mi quijada calló al suelo al ver al individuo que salió en bóxers.
Involuntariamente cubrí mi rostro con la sábana ( antes tomé una fotografía mental obviamente )
—Veo que ya estás en el mundo de los vivos. —Dijo y me desilusioné un poco pues creía que con el semejante cuerpo que acababa de ver estaba en el olimpo.
—¿Alex qué haces aquí? —Pregunté incrédula sin recordar lo que había pasado para que él estuviera en mi habitación.
—Vivo aquí. —Murmuró relajado y me destapé la cabeza de golpe.
Mis ojos entrecerrados por la molesta claridad observaron todo el lugar y no, no era mi habitación, era la de Alex. En lugar de mis póster de Taylor Swift y mis fotos con mis amigos estaba todo totalmente pulcro y demasiado limpio para ser la habitación de un chico ( sin ofender ) Fue entonces que mi pobre cerebro calló en la cuenta. Me encontraba en la habitación de un chico semidesnudo sexi que me encantaba y yo... ( revisé debajo de las sábanas para revisar mi ropa y sólo llevaba un enorme pulover )
—¡¿Dios dónde está mi ropa?! —Ahogué un grito y el chico me miró de soslayo con una risita malvada. Esa risita que odiaba porque escondía cosas malas.
—¿No te acuerdas de todo lo que hicimos anoche?
—¿Qué? ¡No! ¿Qué hicimos? —En ese punto ya estaba nerviosa, no podía ser posible que mi primera vez hubiera sido borracha y que no recordara nada.
El chico se volteó y tomó un short para ponérselo. Vi como sus músculos se tensaban y relajaban a la ves y como su... Aparté la mirada roja como un tomate.
—Vamos Miseria ya me has visto otras veces no entiendo por qué no lo superas. ¿Tanto te gusto?
—¡No seas arrogante y dime de una vez qué sucedió ayer entre nosotros!
—Mi querida Miseria Elizabeth un caballero no tiene memoria. Y no fue ayer solamente, fue hoy porque después de las doce de la noche...
—Sería bueno que ahora estuvieras en el papel de Edu —Gimotee interrumpiendo su comentario y llevando mi rostro entre mis piernas.
Debía recordar lo que había sucedido. «Recuerda Miseria, recuerda de una maldita vez» Me dije sin parar.
Unas horas antes :
Sentí el contacto con la piel de Alex y se sentía demasiado bien... Ok no sean mal pensados, estoy hablando de cuando me tomó del brazo y me arrastró hasta un auto negro fuera de la casa de Miguel alejado de la fiesta y las miradas indiscretas.
Al entrar yo en el asiento del copiloto y él frente al volante me preguntó con voz cansada —¿Qué mierda estabas haciendo ahí dentro?
—¿No es obvio? Le estaba dando una golpisa a esa estúpida.
El chico suspiró y sentí el olor a cigarro mezclado con su perfume y no se si era por el alcohol pero adoré ese olor.
—¿Por qué estaban pegándose así?
Aparté la mirada y medité un poco antes de responder pero no había otra respuesta —Por ti.
—¿Por mí? —Se señaló con un dedo y rió por lo bajo —Esto es increíble, nunca nadie se había peleado por mí. ¿Tan bueno estoy?
Le di con el puño serrado en el hombro y volví a sentir el dolor por haberle dado aquel puñetazo a Rita. —Aush, duele mucho.
—Vamos Rambo, que no se te haga costumbre estar pegándole a la gente por ahí. —Volvió a reír y ese sonido me encantó.
—Ya, hablando en serio. ¿Qué le hiciste a esa chica para que me odie tanto?
—¿Yo? Nada. Sólo le dije la verdad y parece que no se lo tomó muy bien que digamos.
—Y cuál era esa verdad.
—Que no la quiero a ella, que a quien quiero es a ti. Que lo que tuvimos ella y yo sólo fue sexo y nada más.
—Eso me dijo ella pero al revés, que conmigo querías lo mismo. —Bajé la mirada como perrito regañado y jugueteé con mis dedos esperando a ver que decía.
—¿Qué puede saber ella de amor? —Voltee la mirada hacia él y me regaló una sonrisa tierna. —Si Miseria, estoy enamorado de ti. No creí que alguna vez diría algo tan cursi pero es la verdad. Ahora más después de ver que noqueaste a otra chica por mí.
Me quedé por un segundo procesando sus palabras, jamás creí que algo así me lo diría Alex a mí. En mi estómago revoloteaba un enjambre de unicornios vomitando purpurina con corazones.
—¿Sabes a lo que me recuerda esto? Al día que me rescataste cuando caí por las escaleras en casa de Charley. En mi mente siempre ha estado esa imagen surrealista mientras conducías y el aire vatía contra tu cabello. Desde ese día me enamoré de ti. Fue ahí cuando me observaste y mientras las luces de la carretera se deslizaban por tu rostro me dijiste que todo iba a estar bien, y te creí. Algo en mi interior cambio ese día, por alguna razón supe que desde entonces contigo siempre iba a estar a salvo.
Quizás mi sinceridad se debía al alcohol en mi cuerpo pero me sentí aliviada al contarle eso, al expresar lo que sentía y decirle de una vez por todas que lo amaba.
—Ahora el que va a vomitar unicornios soy yo. —Bromeó y puse los ojos en blanco.
El chico arrancó su auto y nos pusimos en marcha. Entonces le mandé un mensaje a Lía y ella me dijo que se iría con Ethan más tarde.
En el camino ninguno de los dos dijo nada. Se produjo uno de esos momentos en los que las palabras están de más y con sólo la compañía del otro vasta para que sea un momento especial.
De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y entre ambos se producía una chispa especial. Parecía increíble que Alex estubiera enfermo, parecía mentira, como si aquello no fuera más que un sueño lejano que no quería recordar.