El chico del segundo B parte 2

Capítulo 11 Una lluvia de estrellas.

Alex : 

Nadie sabe lo que se siente cuando sabemos que en cualquier momento dejaremos de existir. No hasta que te toca vivir ese miedo e incertidumbre en carne propia. No sabemos lo vivos que estamos hasta que nos vemos amenazados a dejar de estarlo y eso es lo más doloroso. En las últimas semanas había experimentado una montaña rusa de sensaciones y sentimientos que me tenían al borde de la locura. A partir de aquel momento cualquier decisión que tomara conllevaría a un resultado distinto y por primera vez temía que ese resultado fuera mi muerte. No por mí, sino por ella. Odiaba reconocerlo pero desde que la conocí tuve la imperiosa necesidad de vivir cada maldito segundo de mi existencia en este mundo. Y eso era lo que me asustaba, por primera vez desde hacía mucho tiempo alguien me había echo vulnerable y el nombre de esa persona era Miseria Elizabeth Aslan. La chica que llenó mi cielo de estrellas y me llevó a cursilandia en fracciones de segundo. 

—¿Estás bien? —Me preguntó Cristal frente a mí y asentí desviando la mirada hacia la ciudad frente a nosotros, hacia las luces, los autos, la existencia humana que tan confusa era. 

Entonces formulé las preguntas que me perseguían desde la tarde en que Cristal apareció para arruinar mi primera cita con mi vecina —¿Para qué vinieron? ¿Para hacerme entrar en razón? ¿De verdad creen que no he pensado cada maldito movimiento que aré?

—Alex, no seas así con nosotros. Sólo estamos buscando una alternativa para que... 

—Para que no muera —Interrumpí a Max —dilo, decirlo no cambia nada. ¿Se dan cuenta que arriesgaron todo con venir aquí? Ahora mismo pueden haber muchos policías ahí abajo esperando a que salga para capturarme. Ahí si todo se va a volver un infierno para mí. ¿Es eso lo que quieren?

—No. No queremos eso. Tanto así que fuimos muy cuidadosos. Nadie sabe que estamos aquí. —Habló mi hermano acomodándose a mi lado mientras sacaba una cajetilla de cigarros. Cristal sacó uno y lo encendió trayéndome muchos recuerdos de dos adolescentes alocados fumando y bebiendo mientras tenían sexo.

—¿Entonces para qué vinieron, por qué ahora que tan bien está todo?
—Para acerte entrar en razón, no todo está perdido, este no tiene por que ser el final Alex. —Miré a Cristal a los ojos y no sucedió lo que antes si, ya no encontré en ellos aquel brillo que en su momento me cautivó. 

—Alex —Me llamó Max —nos pediste un nuevo comienzo, una nueva historia, que nos alejáramos, que actuáramos como si nunca hubieras existido y lo hicimos, cada petición tuya fue acatada. Ya es hora de que cumplas con tu parte del trato. El plazo se acabó, es hora de que enfrentes lo que te tocó vivir. 

Observé a mi mejor amigo y me acosté boca arriba viendo el cielo extendido encima de nosotros. Su  inmensidad siempre me había parecido majestuosa, cada estrella era un recordatorio de que quizás no éramos nada en un universo de millones y millones de estrellas. Una inmensidad que no le pertenecía a nadie y que nunca lograríamos ver por completo. Mis ganas de vivir eran tan inmensas como aquel cielo pero el miedo al fracaso me cegaba y me preguntaba por qué todo tenía que ser tan complicado, por qué no podía tener una vida como todos donde los mayores problemas son los amorosos. Al final sin saber si aún me escuchaban o no dije lo que tenía en mente —Mi destino no existe aún, déjenme al menos escribirlo. 

 

 

 Miseria : 

Era la hora de la cena. En una punta de la mesa estaba mi hermano, a su lado mi madre y frente a mi Ethan. 
Piter de vez en cuando le daba miraditas a mi amigo cuando este estaba entretenido devorando su comida y era fulminado por mi mirada de mejor amiga y hermana sobre protectora. 
Por otro lado estaba mi madre que a diferencia de siempre estaba misteriosamente callada. Masticaba despacio y no nos prestaba atención o regañaba como siempre hacía.

—Mamá, ¿Sucede algo? —Pregunté y de inmediato la señora Aslan centró su atención en mí.

—No, no pasa nada. Sólo no tengo apetito. —Estiró el plato hacia adelante.

Piter alzó la mano para comerse su postre pero le di en la mano para que la apartara.

—Mamá tienes que comer.. Pareces tú la adolescente anoréxica y yo la mamá peliona.
La mujer no dijo nada, sólo esbozó una sonrisa torcida y se fue a la cama tras recoger la mesa. Ya me estaba preocupando pero en realidad mi mente estaba saturada de preocupaciones así que sólo la anoté en mi larga lista. 

Ethan, Lía y yo habíamos quedado en pasar la noche en la azotea para ver la lluvia de estrellas que iba a acontecer en las próximas horas. Si, lo se, sería un cliché más pero como siempre les he dicho, nosotros amábamos los clichés. Tras el postre nos fuimos y en primera instancia Piter se quiso unir a nosotros pero se quedó dormido en el sofá así que nos fuimos sin él. 
Tras pasar a buscar a nuestra amiga subimos a la azotea y para nuestra sorpresa no estábamos solos. Cristal, Alex, Segundo y otro chico que lo había visto sólo de lejos el día en que Alex y Charley se pelearon. Los cuatro estaban conversando relajados cuando llegamos nosotros y agradecí al destino por ponernos en semejante momento vergonzoso. Como Lía y yo éramos las reinas de las cursilerías íbamos vestidas con pijamas de animales. Lía traía uno de coala y yo uno de oso panda, mi animal favorito en el mundo mundial. Ethan se resistió al principio pero lo obligamos por eso llevaba un pijama de unicornio. Si, como lo leen, con el cuerno y todo en la capucha. Se veía muy tierno con su expresión indiferente y aquel atuendo tan adorable. Hubiera apostado lo que fuera a que estaba más rojo que un tomate al ver que los personajes que teníamos en frente se dieron la vuelta y nos enfocaron extrañados. Y no fue el hecho de que me vieran así el que me incomodó sino que se formó en cuando percibieron nuestra presencia un silencio extraño. Como si lo que estuvieran hablando fuera un secreto que nosotros o yo no debía saber. 
Alex estaba o dormido o mirando las estrellas, en todo caso estaba acostado boca arriba y Cristal le acariciaba el cabello. En mi mente le dije «Suelta su cabello, es mío y no dejaré que tus sucias manos lo toquen» pero eso fue por dentro, por fuera los saludé con un intento de sonrisa. 




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