El chico del segundo B parte 2

Capítulo 13 Un día de playa.

—¿Cuándo pensabas decirme lo de tu pelea con esa chica en la fiesta? —Puse los ojos en blanco y caminé arrastrando los pies hasta llegar al sofá y lanzarme dramáticamente. Hice una mueca al sentir el golpe que me di con el control remoto en la cara. —¡Estoy hablando contigo! No sabes la vergüenza que pasé cuando en medio del súper la mamá de esa niña me dijo que por tu culpa su hija no quiere salir de la habitación.

Levanté mi cara y hablé en un quejido —Estoy cansada, por favor hablemos de eso después. 

—¿Después? Nada de después, yo nunca te enseñé eso ¿Cuándo tú o Piter me han visto resolviendo los problemas a golpes? —Levanté de nuevo la cabeza y la miré con ganas de hablar pero fui interrumpida —Bueno si, me peleé con tu profesora de ballet pero fue porque esa señora no tenía ningún derecho de romper tus sueños de ese modo pero sólo fue esa vez y se lo merecía. 

—Rita también lo merecía. 

—Bueno de igual forma, nada se resuelve con la violencia, eso no nos lleva a nada bueno.

Entonces, al escuchar su voz más calmada me di la vuelta y levanté la cabeza para que se sentara a mi lado y poder recostarme de ella. 

—¿Estás triste por él verdad? —Me preguntó y supe a lo que se refería. 

—Él cortó conmigo. —Gimotee con las lágrimas a punto de salir  y sin saber por qué estaba hablando de eso con mi madre como si fuera Lía o Ethan.

—¿Ves? Ese chico no merece tu amor mi niña. Si tanto te quisiera me hubiera desobedecido cuando le dije que se alejara de ti.

—¿Entonces crees que habría estado bien si no se hubiera alejado de mí?

—¡Si no lo hace lo mato!

Puse los ojos en blanco —¿No me vas a contar por qué ese odio repentino hacia nuestros vecinos verdad? 

—Es un tema muy delicado y complejo. Ellos tienen una vida muy distinta a la nuestra.

A mi mente llegaron las palabras de Alex la noche en la que vimos aquella película juntos «Miseria, todo no es este cuento de hadas que tu mamá creó para ti. Ahí fuera hay un mundo real donde las personas sufren. Un mundo al que tú no perteneces» ¿A eso se refería él aquella vez? ¿Tan complicado era todo como para ocultármelo a mí?

Las preguntas me daban vueltas y vueltas en mi pobre cabeza que parecía que iba a estallar en cualquier momento. De nuevo estaba sufriendo por Alex, de nuevo estaba deprimida por él sin saber que hacer o que pensar. Con el chico del segundo B nada era normal, no podíamos ser una pareja normal con problemas normales. Ahora entendía a Rita, que corten con uno es una putada, debía pedirle perdón a esa chica por haberla nokeado, aunque lo merecía. 

Después de mi fase de negación en la que me comí toda la nevera incluyendo el helado de Piter, mis amigos, el susodicho de mi hermano que últimamente estaba pegado todo el tiempo a nosotros como chicle y yo fuimos a la playa. Mi madre me dejó salir sólo porque Piter iba ya que él era su espía. 

Al llegar fuimos abrazados por el aire puro y se sintió bien estar lejos de la ciudad y sus ruidos.

El primero en lanzarse en bóxers fue Ethan y lo miré con mala cara por el exhibicionismo que estaba haciendo delante de un adolescente confundido que creía estar enamorado de él. La segunda fue Lía, otra que le gustaba mostrar su piel morena con su biquini minúsculo muy distinto al mío. 

—¿Sabandija no te vas a bañar? —Le pregunté a mi hermano y este negó con la cabeza. —¿Por qué? —Negó de nuevo con el rostro y tras insistir varias veces se dio por vencido.

—Es que estoy muy gordo, no me gusta estar mostrando mi cuerpo por ahí. 

—Piter, si sólo estamos nosotros aquí. Vinimos a un lugar alejado de la gente por eso mismo. En parte tú y yo nos parecemos, a mi tampoco me gusta mostrar mi cuerpesito semidesnudo —A mi mente llegó una persona que si adoraba desfilar por su balcón medio desnudo pero aparté el pensamiento. —Ven, quitate la camisa y entremos juntos. 

El chico asintió y cuando estuvo listo tomó mi mano y empezamos a caminar hacia nuestros amigos. 

—¿Me perdonas? —Añadió el chico antes de entrar al agua.

—¿Por qué? 

—En un rato me entenderás. —Diciendo esto último se zambulló en el agua fría y más atrás lo hice yo. 

Quisiera decirles que me divertí muchísimo y que reí con los juegos infantiles de Lía y Ethan o de ver como Ethan enseñaba a mi hermano a nadar, o de como Lía sin querer casi besa a un Piter que parecía un semáforo cambiando de colores. Quisiera decirles que no me quedé ensimismada observando la  nada dándole vueltas en mi cabeza a por que Alex había cortado conmigo por celular y no en persona pero fue así y no en divertí para nada.

Cuando estuvimos cansados Lía y yo nos acostamos en unas toallas que llevamos para que Piter y Ethan nos dieran masajes en la espalda. Fue el premio por perder contra nosotras en un juego en el que consistía en ver quien duraba más debajo del agua sin respirar. Obviamente mi hermano no aguantó nada y ganamos nosotras.  
Entre los masajes de Piter y la calma que se produjo en el lugar me quedé dormida por un momento. Entonces sentí como me echaban bronceador en la espalda y el contacto con las manos me despertó. 

—Ya basta de masajes Piter, tengo sueño. 

—Te quiero ver bronceada para mí. —Esas palabras, esa voz sexi, esas manos. Mi corazón se aceleró de inmediato y me di la vuelta para encontrarme a un Alex sin camisa encima de mí. 

—¿Qué haces aquí? —Miré a los lados en busca de mis compañeros pero no estaban por ningún lugar y recordé lo que me dijo Piter, entonces caí en la cuenta de que todo había sido un plan desde el principio.

—Digamos que tanto tus amigos como tu hermano están en un parque de atracciones en estos momentos pagado por mí.

—¡Seran traidores! Alex deja de comprar a la gente que me rodea para lograr tus perversiones. 

—Yo no iba a hacer ninguna perversión pero ya que lo sugieres. —Poniéndose encima de mi torso se inclinó y empezó a dar pequeños besos húmedos en mi cuello. De inmediato me tencé, tenía que mantener la cordura pero me lo estaba poniendo muy difícil. Con la mano libre acarició mi pierna de abajo hacia arriba logrando ponerme la piel de gallina. Odié que lograra eso con sólo una caricia. Una parte de mí quería que continuara, que no se detuviera hasta llegar a... Reaccioné recordando el mensaje que me había mandado y le di con la rodilla en las bolas. 




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