El chico del segundo B parte 2

Capítulo 24 Una petición desesperada.

Ante mis ojos se desvaneció, Alex quedó tendido en el suelo y por un momento por todo el escenario se esparció un silencio entre las dudas de si su caída había sido parte de la coreografía o no. 
De inmediato me agache hacia él llorando, las primeras en llegar asustadas fueron mi madre y Lía. Después llegó mi padre y la gente comenzó a murmurar y a pedir que llamaran una ambulancia. 

—¿Ethan? ¿Qué te sientes? —Fue mi madre la que habló quitándole la máscara. Se llevó una sorpresa, tanto ella como mi padre. —¡Dios, Miseria qué hace Alex aquí! 

—Se está muriendo, Alex se está muriendo. —Dije reaccionando a mi shock, lo dije en voz alta para que se dieran prisa pero ambos se dieron una mirada cómplice y mi padre le empezó a dar los primeros auxilios. 

Fue cuando mis sentidos reaccionaron y las lágrimas comenzaron a descender por mi rostro. Entonces tomé su mano y la apreté con fuerza «Va a estar bien» me repetía una y otra vez mientras asustada miraba sus párpados caídos. Su rostro pálido, no quería aceptarlo pero parecía sin vida, como si de pronto un interruptor en su cuerpo hubiera sido pulsado para apagar cada rastro de vitalidad.

La ambulancia no tardó en llegar y mi madre se fue con él. Detrás fuimos los demás. En mi mente no paraba de llegar un sentimiento de culpa. Yo lo había presionado para que fuera mi pareja de baile, él estaba mal y no me di cuenta y lo peor de todo fue que por ver sólo mis problemas no vi los suyos. En ese momento entendí que aunque Alex se mostrara fuerte ante nosotros estaba demasiado débil, ya ni siquiera podía bailar. ¿Qué estaba sucediendo con mi chico del segundo B? 

Camino al hospital ninguno de los presentes en el auto dijo nada, estábamos demasiado ocupados procesando toda la información que se había desparramado de un momento a otro. De estar coqueteando y bailando conmigo Alex pasó a estar inconsciente en el suelo.  Todo fue demasiado rápido. Tanto que parecía irreal. 

Al llegar al hospital lo llevaron de inmediato a cuidados intensivos y de ahí no supe nada más. De vez en cuando salían varías enfermeras corriendo o entraba algún doctor pero ninguno nos decía nada. Yo estaba abrazando a mi madre llorando cuando llegó Alisia corriendo, su expresión era de consternación, como si no entendiera qué estaba sucediendo.

—¿Cómo? ¿Cómo es posible que Alex estuviera tan lejos de casa cuando lo hacía acostado descansando? —Preguntó y sus ojos azules me enfocaron. Para nada fue una mirada de buena fe la que me dio sino una de reproche y acusación. Ella sabía que había sido mi culpa. Todos lo sabían.
—Alisia te juro que no estaba enterada de eso, todo el tiempo creí que sería Ethan el que iba a bailar con Miseria no Alex. 

La mujer no le contestó, sólo apretó sus manos y se alejó de nosotros para ir a ver a su hijo. 

—Miseria no tenemos nada que hacer aquí, debemos irnos. 

—¿Qué? No me quiero ir, tengo que saber como está Alex. —La miré fijamente y al parecer su corazón se ablandó pues no se opuso. Sólo se sentó a mi lado.

—Sabía que esto era una mala idea. ¿Por qué no me hiciste caso mi niña? No quería que sufrieras y ahora mírate. 

No respondí, sólo observé la nada rogando a lo más sagrado que Alex estuviera bien. 

Después de mucho tiempo los médicos salieron de su sala y nos dijeron que habían hecho todo lo posible, ahora sólo quedaba esperar a que ocurriera un milagro. No entendía en que momento habían cambiado las cosas, no sabía por qué la vida estaba siendo tan injusta, por qué le ocurría a él.

A un lado de nosotros estaba Alisia, más tarde llegó Segundo dejando atónicos a mis padres que no sabían que él existía. Aún así no hicieron preguntas cosa que agradecí porque no era el momento.

A eso de las ocho de la noche mi madre regresó a la casa para buscarme algo de comer y me quedé sola con Alisia. Segundo estaba hablando con alguien por teléfono y sospeché que era Cristal. Entonces decidí ir a la capilla del hospital. 

Nunca había practicado religión alguna pero en ese momento necesitaba creer en algo. Debía tener esperanza de que vería una vez más a Alex y que acariciaría su rostro y lo besaría, y jamás lo dejaría ir.

Al entrar recorrí el lugar con la mirada, era un sitio pequeño con la imagen de Jesús en lo alto y unos bancos de madera en frente. Me senté en uno temerosa y junté mis manos cerrando los ojos.

—Jesús, se que nunca te había hablado y te pido perdón por eso pero necesito que me escuches. Estas son las súplicas de alguien desesperada. Por favor, ayuda a Alex, él no merece terminar así. Desde que lo conocí con su particular forma de ser me mostró que estaba equivocada con respecto a la vida y los sueños que tenía. Me mostró que hay un mundo allá fuera, un mundo lleno de aventuras, uno que aún no he recorrido y te digo qué, quiero recorrer ese mundo pero no sola. Necesito que él esté conmigo. Ayúdalo ¿si? Él es lo mejor que me ha pasado en la vida y no se que sería de mí si un día despierto sabiendo que estoy en un mundo en el que él no está... —Las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas y el dolor en el pecho empezó a aumentar. Entonces una mano acarició mi hombro, era Alicia. Al verla me levanté y la abracé en un mar de lágrimas. 

—Tengo miedo —Me dijo —Tengo miedo de que suceda lo peor. Llevo preparando este momento en mi mente desde que lo supe y aún así no se que hacer. 

Por primera vez se mostraba como en verdad se sentía. Desde que llegó al hospital trató de parecer una mujer fuerte y preparada para afrontar lo que estaba sucediendo pero en ese momento frente a mí esa coraza de mujer valiente se desvaneció dejando a la vista una madre sufrida por lo que le estaba sucediendo a su hijo.

—Él va a estar bien, tiene que estar bien, Alex es fuerte, esa enfermedad no podrá con él. Conozco su historia. No es la primera vez que le toca luchar, si las otras veces pudo hoy no será la excepción. 




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