El chico equivocado

La clase de historia estaba resultando aburrida...

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... Mis ojos estaban clavados en la aguja del reloj y mi cabeza compenetrada en los garabatos de mis hojas. Solté un suspiro y eché un vistazo al resto de la clase: Agustín dibujaba algo en su carpeta y Marcos dormía plácidamente sobre su pupitre. Gimena se estaba pintando las uñas con una maestría perfecta por debajo de la mesa y sus amigas conversaban con señas, moviendo sus labios exageradamente para entenderse entre sí sin levantar la voz.

Noté que algunos chicos terminaban la tarea de matemáticas que debíamos entregar en la siguiente hora. Yo ya la había hecho una semana atrás, no me gustaba dejar los deberes para último minuto. Al día siguiente también había que entregar un trabajo para la clase de literatura, pero el mío ya estaba hecho, por lo que mientras el resto se pasaría la tarde, y probablemente parte de la noche, intentando terminarlo a tiempo, yo estaría libre.

Y aburrida, muy aburrida.

Pensé en ponerme a ordenar mi cuarto, lo cual seguramente no llevaría a cabo, o ver la nueva película que acababa de entrar al Blockbuster. Pero no sería lo mismo sin Eveline, ambas la habíamos estado esperando con ansias y habíamos hecho planes para verla juntas. Lamentablemente, esa tarde también saldría con sus amigos.

A diferencia de Eveline, yo no tenía una vida social tan activa. Antes los amigos de Eveline solían ser mis amigos, no todos porque desde mi partida el grupo se había ido modificando, pero sí la gran mayoría; en especial Michelle y Charlie con quienes solía pasar buenos ratos, pero a medida que nos volvimos más grandes las diferencias se hicieron imposibles de sostener y las personalidades de ambos chicos no eran tan adorables como las de Eveline, muchas cosas que de chica hubiera ignorado ahora no podía dejar pasar y no tenía ganas o energía de estar en una amistad tóxica. Así que simplemente empecé a apartarme del grupo hasta que Michelle no lo soportó y me lo echó en cara, fue el momento perfecto para entender que no quería seguir siendo su amiga y en esa pequeña discusión decidimos no hablarnos nunca más. Por mi parte todo quedó atrás, pero sabía que ella aún me guardaba cierto rencor.

Ahora además de Eveline mis amistades se limitaban al Centro Estudiantil y a otros pocos chicos más de otros cursos. Con ninguno llevaba una amistad tan estrecha como para planear salidas fuera de la escuela y tampoco tenía el suficiente valor de invitar a alguno a hacer algo conmigo, aunque solo fuera para pasar el rato.

El timbre sonó y todos salieron pitando del salón, ni siquiera se molestaron en escuchar la tarea que había dejado el profesor. Me acerqué a su escritorio y con calma anoté los puntos que dictaba. Sabía que luego vendrían desesperados a pedírmelos.

Una vez en mi casillero, Eveline no tardó en buscarme.

—¡Maggie! —apareció de improvisto. Y en un acto reflejo, di un salto hacia atrás chocando contra el casillero contiguo. La muchacha que estaba sacando sus libros me miró mal.

—Dios, Eveline, ¿no puedes aparecer como la gente normal? —Ella se encogió de hombros—. ¿Dónde has estado? No te vi en la mañana.

—Los chicos tuvieron una reunión del comité. Fue eterna, pero por lo menos sirvieron bocadillos. —Eveline no era integrante oficial del comité juvenil, pero debido a que Michelle era la encargada del mismo acudía a todas las reuniones y participaba en gran parte de los eventos. No hacían demasiado, tan solo se encargaban de fiestas y organizar eventos—. ¿Recuerdas que ayer te dije por teléfono que hoy habría una fiesta en lo de Nick?

—Creí que era el cumpleaños de Carmen —respondí, sacando mis cuadernos.

—Es mañana, pero de todas formas se suspendió. Sin embargo habrá una fiesta en casa de Nick y mis papás me dejaron ir con la condición de que no regrese tan tarde y lleve a Michelle a su casa. ¿Quieres ir? —Me miró emocionada. Fingí pensarlo, mientras cerraba el casillero y comenzaba a caminar—. No te atrevas a negarte, últimamente no asistes a ninguna fiesta y sospecho que te estás volviendo una vieja amargada de ochenta años. ¡Mi tía Gertrudis tiene más espíritu que tu!

—Ya lo creo —murmuré, recordando esa vez en el aniversario de sus padres cuando la anciana se emborrachó y comenzó a hacer desmadres.

—¿Y bien?

—Sí que asisto a fiestas, fui a la de Dylan —mencioné, sintiéndome un poco ofendida por tratarme de amargada.

—Eso no fue una fiesta. Fue un fracaso.

—¿Dónde me dijiste que es?

—En la casa de Nick. Nos encontraremos en la escuela para ir con mi auto, Melanie vendrá con nosotras. ¿Qué dices? —Noté que intentaba cubrir su entusiasmo, aunque le era difícil con sus cejas elevándose tanto que desaparecían bajo su flequillo rubio.

—De acuerdo, le preguntaré a mi papá —acepté, resignada. Sabía que si me negaba. Eveline me estaría molestando todo el día. Además se lo debía, ya me sentía culpable por rechazar todas sus invitaciones.

—Acuérdate que nos encontramos aquí —me avisó, apuntándome con un dedo antes de salir corriendo.

—Eso creo —murmuré, sintiéndome extraña y ansiosa

Al llegar a casa mi papá no estaba, lo cual hizo todo más sencillo porque Anabelle se mostraba más dispuesta a dejarme salir siempre que cumpliera un horario. Le prometí que Eveline me traería en su auto y eso la relajó. Me cambié la remera que tenía por otra más bonita y salí para la escuela.

No me parecía mala idea ir un rato a la casa de Nick, hacía mucho tiempo que no salía. Llegué a la escuela antes que Eveline, por lo que la esperé cerca del mástil. Pasados unos minutos apareció del brazo de Melanie y al verme casi salta de alegría.




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