El chico invisible

Capítulo 4

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f387856655a424e6633576d572d413d3d2d313437383539303335322e313766376437636434616264633738663631363732303637363438342e706e67

Corrí por los pasillos. Miré la hora y maldije, llegaba tarde. Esto me había pasado porque en mi cabeza creía que podía dormir un poco más. No era una persona perezosa, pero adoraba dormir, era mi gran pasión, eso y escribir. Estuve esquivando a personas que pasaban por mi lado, algunos me miraban extrañados y otros maldecían, no les culpaba, iba dándole golpes a la gente, aunque lo hacía sin querer, pero, que una loca estuviera corriendo por los pasillos y estorbando a la gente era normal que me ganara algunas miradas llenas de odio. Me disculpé con todas las personas con las que me había chocado, había algunas que se lo tomaban bien y otras que, sin duda, si hubieran podido, me hubiera partido la cara. Intenté recordar donde tenía la clase, aún no conocía la universidad del todo y me veía desesperada, viendo de un lado a otro, mirando los carteles que estaban en la puerta esperanzada de que en alguna pusiera la asignatura que me tocaba, pero no, por desgracia no lo ponía.

Seguí corriendo, jadeando. Noté como mis piernas me dolían, y eso me hizo entender que debía hacer más ejercicio, no era normal que me asfixiara de ese modo por culpa de una pequeña carrera. De golpe oí un ruido que provenía de uno de los baños. De manera instintiva mis piernas se pararon, miré la puerta de color blanca donde pude ver que tenían el cartel de los muñecos del aseo. Provenía del baño de las chicas. Pude escuchar jadeos y eso me alarmo, curiosa empecé a caminar con paso lento hasta la puerta del baño de chicas. Dude de si girar el pomo o no, pero el jadeo se hizo más alto y eso me dio fuerzas para que la abriera de golpe, solo rezaba para no ver una escena de lo más aterradora.

Nada más llegar el olor a tufo de baño inundó mis fosas nasales, arrugando la nariz e intentando no vomitar del olor que había, me adentré un poco más. No había nadie, pero los jadeos se oía, provenían de alguien que estaba en el aseo. Colocando con disimulo la oreja en las puertas; como si me creyese aquí espía internacional, pasé una a una, hasta que al fin di con los jadeos. Pude escuchar la voz de alguien diciendo: “Hay alguien” era una voz femenina. Era bastante bonita, tenía un timbre melodioso, seguramente había dado clases de canto, lo sabía por mis amigas. Y de repente otra voz, pero esta vez no era una femenina, no, era una masculina. Mis mejillas se tornaron de rojo carmesí, sentí como el calor se apoderaba de mí.

La puerta estaba a punto de abrirse. Como un ratón perseguido por el gato, empecé a mirar con desesperación donde me podía esconder, aunque lo más lógico es que me hubiera metido en uno de los aseos, pero mis piernas no se quisieron mover, era como si mi mente quisiera dejarse en vergüenza delante de los desconocidos que estaban disfrutando de una sesión de sexo. Nerviosa, noté como las ronchas salían de mi cuello y maldije. Era una maldición del cual, me había dejado el donante de mi padre. Según me contó mi madre, cuando él se ponía nervioso, pequeñas manchas rojas empezaban a salirle por el cuello, y obviamente como aquel tipo solo me dejó la peor parte de él. Vi que de la puerta salían dos cuerpos semidesnudos, y eso hizo que mi cara se convirtiera perfectamente en un cuadro. Lo primero que vi fueron unos ojos de color azulado hermosos y después, otros que enseguida reconocí. No pude evitar abrir los ojos como platos al ver que se trataba del chico de ojos tristes. Eso hizo que de manera instintiva apartara la mirada.

<<Joder debe pensar que lo acoso. Las dos veces que ha estado con una chica, las dos veces estaba yo merodeando por la zona>> pensé para mí misma, sin duda tenía el don de la oportunidad como mi madre.

La chica se puso del mismo color que yo. Su cabello azabache era un nido de pájaros y me pude percatar de que tenía la camiseta al revés. Creo que tuvo que descifrar mi mirada, pues enseguida los ojos de ella miraron hacia abajo. Emitiendo un pequeño gritó se adentró en el baño y maldije nuevamente. Ahora mismo estaba sola con él, en el baño de las chicas, donde había tenido relaciones sexuales con alguien, con pintas de loca: cabello alborotado a causa de la carrera que me había hecho, mejillas sonrojadas y los ronchones adorando mi cuello, simplemente genial.

El chico me miró con el ceño fruncido. Apartando la mirada, miré la punta de mis zapatos, debía irme, lo sabía, pero mis piernas eran estúpidas y no sabían cuál era su función. Mordiéndome el labio, pensé que, si no me movía, no me vería. Sí, era un pensamiento de niña pequeña, pero hacía que mantuviera la esperanza. Alzando un poco la cabeza me deleité mirándolo. Era atractivo, aunque me di cuenta de que estaba más delgado que la última vez que lo vi. Su piel estaba grisácea y sus ojos azules eran tristes y fríos. Estaba vestido con ropa oscura: pantalones negros, botas negras, camiseta negra, y chaqueta de cuero negra. Él me sostuvo la mirada, pero yo la aparté de inmediato. Noté como empezaba a picarme las ronchas rojizas, hice un esfuerzo sobrehumano para no empezar a rascármelas.

—Emm...—es lo único que salió de mis labios.

Él esbozó una sonrisa amplia, como si le estuviera divirtiendo esta situación. Miré a la puerta donde se había metido la chica, ¿Cuánto tiempo se puede tardar en colocarse una camiseta? No lo sabía, quizás solo habían pasado segundos, pero a mí me parecía que habían pasado horas, la incomodidad era evidente. Pasé mi peso de mi pie izquierdo al otro, mis manos apretaban con fuerza mis carpetas y mi sonrojo iba a peor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.