El chico invisible

Capítulo 5

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Vale, tenía un absurdo plan; acercarme a James e intentar ser su amiga. No sé por qué quise hacer eso, a veces hago cosas de manera inconsciente. Mi madre siempre me decía que tenía alma de sanadora, que me gustaba arreglar a las personas aunque me costara la salud. No lo iba a negar, lo he hecho en varias ocasiones, pero no me he arrepentido de ninguna de ellas. Es algo que me sale de manera natural, y aunque quisiera no podía evitarlo. Aún tenía grabada la mirada de James, esa mirada cargada de frío, sin sentimientos, como si estuviera vació. Era algo que me perturbaba y que me había dejado con una sensación amarga.

La verdad es que iba sin rumbo. No sabía donde podía estar y la verdad es que desconocía cuáles eran los sitios que frecuentaba. No tenía a nadie a quien preguntar, al parecer la mala fama de James estaba en boca de todos. Desde que Izan me dijo eso, empecé a oír rumores y apenas llevaba tiempo en la universidad. Era casi asombroso lo rápido que se expandía los malos comentarios, era algo que era inexplicable, seguramente si hacías una buena acción no corrían del mismo modo, se dejaban guardados, como esas camisetas que no usas porque te avergüenzas, pues así me imaginó yo que sería. No digo que James sea un santo, no lo conozco, y no puedo decir cosas a la ligera sin saberlas, pero tampoco lo podía condenar.

Seguí buscándolo. Era sábado, lo que implicaba que no tenía clase, aunque, visto la hora que era, seguramente estudiantes estarían preparándose para pegarse la fiesta. Hacían bien, aunque a mí no me gustase ese tipo de ambientes, había personas que disfrutaban de sus años de universidad, yo era extraña, me sentía como un alíen en un mundo desconocido para mí. No es que fuera malo, simplemente a veces pensaba que me estaba perdiendo pequeñas cosas de mi juventud.

Me paré en seco al estar enfrente del campo de fútbol. Cansada de haberme recorrido toda la universidad, me senté en las gradas. Al parecer no estaba por el campus, quizás tenía una casa fuera o no lo sabía. Sentí como algo vibraba en la parte de atrás de mi pantalón. Suspirando, cogí el móvil y vi que se trataba de Izan, no pude evitar sonreír.

En pocos días nos estábamos llevando muy bien, incluso podía decir que, de momento, es mi único amigo en la universidad, aunque la forma que lo conocía fuera extraña. Leí el mensaje y solté una carcajada.

Izan 20:30

Zorra, prepárate que hoy nos vamos de fiesta.

Ladeé la cabeza, no me gustaban las fiestas, no estaba familiarizada con ese ambiente. En seguida empecé a teclear.

Alice 20:31

No me gustan las fiestas Izan, además

¿Qué pinto hay?

No tardó en llegarme la respuesta, como si estuviera ansioso.

Izan 20:32

No sé, divertirte, follar, liarte con alguien

De nuevo me reí. Pensé en si decirle mi pequeño secreto. Lo medité un momento, pero al final opté por decírselo.

Alice 20:33

Pues fíjate que nunca me he besado con nadie, y no he follado con nadie

Enseguida su respuesta llegó. Vi que se trataba de tres emojis con humo en la cabeza, como si le estuviera estallando. De nuevo me reí. Entonces fue cuando sentí que alguien estaba a mi lado. Levantando la cabeza, sonreí al ver que se trataba de James. No me lo podía creer, al fin lo había encontrado. Guardando mi móvil en la parte trasera de mi pantalón, le miré a los ojos. Él enseguida me devolvió la sonrisa, pero era una sonrisa que no le llegaba a los ojos y eso me entristeció. Se sentó a mi lado. Vi como cogía una cajetilla de su pantalón y se encendía un cigarro. Enseguida el olor a tabaco se apoderó de mis fosas nasales, agradecí que no me molestara, no quería que se fuera, bastante había buscado por todo el campus para que se fuera en esos momentos.

—Hola chico de ojos tristes—vi que me miró de arriba abajo.

Vale, no es que tuviera las mejores pintas. Iba con una coleta de caballo y una sudadera de color grisácea que se lo robé a mi cuñado, cosa que debía devolverla. Mis pantalones anchos de color negro y mis vans desgastadas, no es que diera precisamente una imagen buena de mí, pero me daba igual, estaba cómoda con mi ropa.

—Hola hulka.

—Te estaba buscando—las palabras salieron antes de que las pudiera pensar, él me miró ceñudo, sin comprender lo que estaba diciendo:—¿Y a qué debo el honor?—preguntó un poco nervioso.

Eso hizo que me resultara extraño, pero no le comenté nada. No sabía qué decirle, pensé que las palabras saldrían de mi boca sin tener que pensarlas, pero en esos momentos me había quedado bloqueada, aun así, encontré la capacidad de hablar y le dije:

—Nada, simplemente, pues para conocerte—vi como apartó la mirada:—No es que tenga nada interesante que conocer—su respuesta no me gustó.

—Bueno, todas las personas somos interesantes a nuestra manera—le dije recordando las palabras que me solía decir mi madre.

Mi madre siempre se había interesado por las personas, quizás por su profesión, pero siempre le había gustado conocer a las personas a las que atendía, comprender lo que sentían, ayudarles en todo lo que podía. Eso era algo que admiraba de ella, no solía tener prejuicios, y rara vez juzgaba a alguien, cuando lo hacía por desgracia siempre acertaba.




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