El chico invisible

Capítulo 10

Izan y yo íbamos corriendo por los pasillos; al parecer, se había convertido en una rutina que, en esos momentos, deseaba no tener

Izan y yo íbamos corriendo por los pasillos; al parecer, se había convertido en una rutina que, en esos momentos, deseaba no tener. Nos habíamos quedado hasta tarde viendo películas; había sido entretenido y nos lo habíamos pasado genial. Lo peor, o mejor dicho, lo malo es que no oímos el despertador y, como era habitual, estábamos llegando tarde a clase. Los estudiantes iban con paso más lento, más relajados, pero nosotros intentábamos esquivar a todo el bullicio de personas que estaban en medio de nuestro camino. No sé cuántas veces dije: "lo siento", "permiso", pero, si no lo dije como veinte veces, no dije ninguna.

Cabe destacar que la clase que nos tocaba no era la que especialmente nos llamase la atención, pero era una de las más importantes y, como era evidente, no queríamos faltar. Aparte de eso, el profesor tenía fama de ser un capullo, y humillar a los alumnos era su desayuno de cada día. La gente normal suele tomar café, zumo o un batido, pero este señor, el profesor Richard, desayunaba alumnos y les hacía la vida imposible cuando alguno de nosotros no le agradaba a simple vista.

Al fin divisamos la puerta de clase. Mirando el reloj, me di cuenta de que nuestra carrera había servido de algo y que teníamos tres minutos para localizar nuestros asientos y poder atender a clase. Fue sencillo: Izan y yo éramos los típicos que estábamos en primera fila; era una forma de obligarnos a prestar atención, pero no funcionaba. Una cosa que tenía Izan y que me encantaba era que hacía que todas las clases fueran amenas; siempre tenía algo que decir y me sacaba unas risas que habían provocado que varios profesores nos mirasen mal.

Rápidos, nos fuimos hacia nuestros asientos, ignorando las atentas miradas de los demás, como si fuéramos seres extraños que hubieran aparecido de la nada, pero, como era de esperar, ambos pasamos de ellos. No era algo que me quitara el sueño. Nos dejamos caer en las sillas y soltamos un suspiro. No sé cómo habíamos llegado a tiempo, y tampoco sabía por qué, desde que había llegado aquí, me la pasaba corriendo de un lado a otro porque nunca llegaba a tiempo a ninguna clase, pero al menos di gracias de que la profesora no hubiese venido aún.

Cogiendo mis libros, los deposité en la mesa. Por el rabillo del ojo, pude ver que Izan estaba mandando un mensaje. Quise preguntar, pues el ceño fruncido que tenía y su expresión corporal me decían que no podía ser nada bueno, pero me callé. Tenía que esperar a que él me dijera lo que pasaba; no podía forzarlo, o eso me había enseñado mi madre.

En esos momentos, iba a decir algo cuando, de repente, la puerta se abrió. El silencio se instauró en la sala y pude ver que el que entraba era Zack. Noté cómo se me cortaba la respiración por unos segundos. Estaba guapísimo, y no comprendía cómo era posible que él tuviera ese efecto en mí. Quizás porque tenía imagen de ser un príncipe azul. Sí, sin duda, si existieran los príncipes azules, hubieran tenido el aspecto de Zack.

El aura que transmitía, la sonrisa que siempre estaba reflejada en su rostro, era hermosa. Todo él era precioso. Definitivamente, aquel hombre me había cautivado simplemente con su aspecto y su presencia. No era ciega y sabía que era muy atractivo, demasiado perfecto quizás para la vista, pero me daba igual. Además, por lo que había oído, era uno de los alumnos con mejores notas de la promoción.

—Es guapísimo... —suspiré.

Izan, que estaba a mi lado, alzó una ceja, haciendo que un rubor cubriera mis mejillas.

—Sí, es guapo, pero no sé... Hay algo que no me encaja, que no me convence —soltó.

Curiosa, le miré, pero no añadió nada más. Simplemente siguió absorto en su conversación con el móvil.

Con un suspiro, empecé a mirar las hojas donde había apuntado ciertas cosas. Me encantaba tomar notas; era una forma de organizar la información que me daban. Eso, y que me facilitaba todo a la hora de estudiar. Estaba releyendo los apuntes cuando sentí que alguien me daba un codazo. Mirando a Izan, observé que me hacía un gesto con la cabeza.

Mi mirada se dirigió hacia donde estaba puesta la suya y me quedé aún más impactada, si eso era posible. Zack se estaba acercando a nosotros con paso decidido. En esos momentos, intenté no entrar en pánico. Intenté quitarme esa absurda idea de la cabeza de que se estaba dirigiendo hacia nosotros, pues quizás, solo quizás, estaba buscando un asiento para sentarse y no tenía nada que ver con nosotros.

Por eso, retomé mi lectura de los apuntes cuando vi que una sombra me cubría. Alzando la mirada, vi los ojos azules de Zack y esa sonrisa de dientes perfectos. No sé desde qué momento, pero al verlo, había captado totalmente mi atención. Quizás le pasaba más de lo que le gustara, quizás estaba siendo continuamente observado por todas las personas que estaban a su alrededor. En ese instante, me di cuenta de la diferencia entre James y él. Mientras James era invisible ante los ojos de los demás, Zack era el centro de atención allá donde iba. Eran como dos opuestos que se complementaban.

—Alice... hola... —dijo tímidamente. Abrí los ojos de par en par.

—Hola... —dije del mismo modo que él.

Vale, no es que fuera precisamente buena coqueteando o ligando con alguien. En mi defensa, diré que nunca lo había hecho. Nadie se había interesado en mí, y tampoco es que yo me hubiera interesado en muchas personas, pero en esos momentos quise saber hacerlo. Quise tener esa seguridad, esa manera de poder decir unas palabras seguidas sin que el cerebro me traicionase.




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