El chico invisible que vive en mi casa

Capitulo 18

POV Rose

Despierto y miro a mi alrededor dándome cuenta que estoy en una habitación con paredes blancas, intento pararme aunque estoy algo aturdida.

Después de levantarme de la cama pruebo abrir la puerta pero no se abre—tiene seguro—me dice el Espíritu.

Me acerco a la ventana y trato de abrirla sin embargo, tampoco está abierto—rayos—digo frustrada.

Escucho pasos detrás de la puerta y luego veo que se abre—ya estas despierta—articula Chad entrando al cuarto.

Se acerca a mí tocando mi frente por consiguiente, revisa mis pupilas—al parecer todo está en orden—comenta—ven, sigueme que te mostrare el lugar.

Lo sigo sin pensarlo mucho para ver si tengo posibilidades de escaparme y ver donde esta la salida.

Entonces, caminamos por un pasillo angosto donde veo que hay varias puertas—¿estos son más habitaciones?
—pregunto.

—Así es.

Veo que el pasillo conecta a la recepción 
Y me fijo que hay un guardia sentado—hola Fred—saluda Chad.

—Hola, ¿y está quien es?

—Es Rose.

—Hola—saludo y veo detrás de él que hay una pantalla donde supongo se ven las grabaciones de la cámara de las habitaciones y el pasillo—oh no—pienso—¿cómo rayos saldré de aquí?

Observo que hay una puerta justo al frente—esa es la salida—me manifiesta el Espíritu mentalmente.

—Sigamos.

Entramos a otro pasillo donde hay varias mesas y sillas además, de personas comiendo—este es el comedor—me muestra Chad.

Noto que hay guardias en cada esquina—¿es un hospital o una cárcel?—murmuro.

—Ya se lo que piensas, que parece una cárcel por los guardias pero creeme cuando te digo que lo necesitamos—expresa y yo frunzo el ceño.

Continuamos caminando y vamos a otro pasillo que nos lleva al baño—aquí están las duchas y...es todo—dice Chad.

Regresamos al comedor—ve y come algo, ya me tengo que ir—se despide y lo veo irse por el angosto pasillo.

Voy y me sirvo entre las comidas que hay, pan con espaguetis. Me dirijo a la mesa que está al fondo donde no hay casi nadie y tomo asiento.

Solo llevo un bocado cuando viene hacía mí una joven—hola, eres nueva aquí ¿verdad?—cuestiona y yo asiento con la cabeza mientras sigo comiendo—una más a su lista, es una pena—añade.

—¿A qué te refieres?—digo algo confusa.

—No lo sabes, ¿cierto?—me mira de arriba abajo—ya lo descubrirás en la noche—se marcha dejándome con la duda de que es lo que quiere decir.

Termino de comer y escucho que suena un timbre—¡ya deben volver a sus habitaciones!—vocifera uno de los guardias.

Dejo mi plato sobre la mesa y trato de recordar el camino—no debe ser tan difícil regresar—pienso aunque no recuerdo cual era la habitación así que, pregunto en recepción cuando paso por ahí.

—Nombre completo.

Le digo mi nombre completo y lo busca en una lista—tu habitación es la número 95, le diré al guardia que te acompañe—me dice la mujer que está junto al guardia y yo asiento con la cabeza.

Me encamina al cuarto en total silencio
—aquí es, entre—abro la puerta y entro a la habitación, en ese momento, él cierra la puerta y cuando pasan 3 minutos verifico si le puso seguro—que mal, tiene seguro—me siento en el piso y solo me quedo viendo el cielo desde la ventana.

Pasa una hora, tres horas o tal vez más y solo me quedo ahí en el piso—Rose—escucho que me llama el Espíritu.

No le respondo—¿estas molesta?—sigo sin contestarle—saldremos de aquí, solo espera—expresa—no llores—toco mi rostro y me doy cuenta que estoy llorando.

Por consiguiente, comienzo a llorar a cántaros—shus, tranquila—me soba la espalda y siento sus brazos envolverme—todo estará bien Rose, yo estoy contigo.

—Gracias—respiro hondo.

—Ya, ¿te sientes mejor?

—Sí.

Oigo que se acercan pasos a la puerta y me levanto de prisa y me acuesto rápidamente.

Entre abro un poco los ojos y veo al señor Chad entrar—despierta Rose—me zarandea y abro los ojos completamente—tienes que tomar este medicamento y si no lo haces tendremos que inyectarte
—asevera.

—No te lo tomes—me aconseja el Espíritu.

Tomo la pastilla y la entro a mi boca bebiendome el vaso de agua pero sin tragarme la pastilla—abre la boca—me exige Chad y escondo la pastilla debajo de mi lengua—muy bien, vendré más tarde haber como sigues.

Cuando sale escupo la pastilla y la piso para desbaratarla y luego que lo desmorono lo hecho debajo de la cama.

—Que bueno que no te la tomaste porque puedo ver que no tiene buenas intenciones este hombre—dice el Espíritu—saldremos de aquí está noche, solo esperemos que venga Chad para que tomes las llaves de su auto.

—De acuerdo.
 




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