El Chico Malo Del Que Me Enamoré

Cartas del Corazón

 

Querido Chico Malo,

 

Te preguntarás porqué te escribo luego de tanto. Ni yo lo sé, quizás solo quiero decirte que te equivocaste o que sí tenías razón. Agradecerte o decirte que no sirvió de nada lo que hiciste. Mirarte a los ojos y abrazarte o golpearte. No lo sé.

Recuerdo ese día a la perfección, han pasado seis meses y no lo creo, a veces con tristeza otras veces con alegría.

Yo era tan ingenua, enamoradiza y apasionada que desde que te vi con esa aura de misterio y peligro caí rendida ante lo que a mis ojos eran tus encantos.

¡Qué vergüenza! Ahora que lo recuerdo, te seguía a todos lados, siempre de forma discreta, claro, pero tú no parecías notarme ¿Cómo lo harías? Yo no pertenecía a tu mundo.

Ese día cuando iba saliendo de la escuela recordé que no traía mis apuntes y regresé a buscarlos. Iba caminando por el pasillo dispuesta a irme cuando me tomaste del brazo y nos encerraste en esa aula.

Casi se me sale el corazón, primero por el susto, luego por tu presencia. Era la primera vez que estabas frente a mi y me ponías atención.

Me miraste con esos ojos tan profundos y que a la vez se mostraban tan indiferentes y superficiales.

—deja de hacerlo —pediste en un susurro, estoy segura que sabías que nadie nos escuchaba.

—¿Qué estoy haciendo? —cuestioné embelesada en tu rostro.

—sé que me sigues —dijiste con voz dolida y sentí como todo mi cuerpo se puso frío —también sé que te gusto.

En ese momento quise que el suelo se abriera y me tragara, estoy segura que mi cara estaba muy roja en ese momento.

—que vergüenza… —murmuré mirando al suelo, ese encuentro ya no era tan romántico, a decir verdad no lo era.

—debes olvidarte de mi —pediste tomándome de los hombros, sentir tus manos me distrajo de toda idea coherente, tal vez lo notaste porque me soltaste —no soy bueno para ti, olvida lo que sea que sientes por mí.

—no puedo hacer eso —confesé, quería llorar pero traté de contenerme.

—si puedes, solo es una ilusión adolescente pasajera —afirmaste con convicción —¿Cuánto falta para tu cumpleaños? —preguntaste dejándome confundida.

—unos seis meses ¿Por qué? —una ilusión fugaz cruzó mi mente, creí que querías darme un regalo y ahora creo que sí lo hiciste, pero no lo vi.

—para cuando llegue el día de tu cumpleaños habrás dejado de verme como lo estás haciendo justo ahora —mi cara se calentó ¿De qué forma te miraba?

—no puedes decidir sobre lo que siento, sí estoy enamorada de ti —dije con ojos cristalizados tragándome la vergüenza.

—eres demasiado buena para tu bien —dijiste con una pequeña sonrisa —te conozco Adrianna, eres muy lista y bondadosa además de hermosa, mereces a alguien que de verdad cuide de eso. Tengo mis problemas y no estoy dispuesto a que cargues con ellos, no mereces eso.

—¿Crees que no soy capaz? —pregunté llorando, destruías mis sentimientos.

—eres capaz de mucho —esta vez sonreíste ampliamente haciendo dar un salto a mi corazón. —pero no puedes ayudarme, lo que crees que es amor no lo puede todo.

—¡No lo sabes! Ni siquiera me has dado la oportunidad —estaba indignada —si tan solo…

—no eres una psicóloga —interrumpiste—, deja de empeñarte en arreglar a la gente. No puedes arreglar a todos, las personas no son proyectos de ciencias. —ya te habías empezado a molestar, contigo.

—solo me hubieses dicho que no te gusto —susurré limpiando mis lágrimas.

—si lo hiciera, no te darías cuenta que las personas rotas no son atractivas por estar rotas. No puedes decir que me amas basándote en eso. —me miraste con cariño y por primera vez te miré de forma diferente.

—no dejas de gustarme porque digas eso —traté de recoger mis sentimientos rotos.

—nunca te gusté —suspiraste —eres una gran chica, espero que nunca lo olvides. Ámate, mereces a alguien que sepa valorar todo lo que tienes para ofrecer.

—tu has visto cuánto valgo —dije con la última luz de esperanza.

—justo por eso, te pido olvides ese espejismo de sentimientos —pediste por última vez, quería golpearte por romper mi corazón pero me abrazaste hasta que dejé de llorar, te despediste dándome un beso en la frente.

Desde ese día nunca te miré igual, empecé a ver realmente tus problemas y sin embargo me di cuenta que tenías mucho para ofrecer; nunca fuimos amigos pero a pesar de ello, nunca olvidaré lo bondadoso de tu corazón al preocuparse por el mío.

Gracias por abrirme los ojos.

Tenías razón, hoy es mi cumpleaños, tal vez no vengas, pero quiero decirte que ya no te veo igual, ahora solo te veo como la persona más noble de la que enamoré por los motivos incorrectos.

No me arrepiento, después de todo fuiste el chico malo del que me enamoré.




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