El Chico Menos Probable

Las estrellas y los helados

 

Pasamos a un restaurante de comida rápida y ordenamos helados de cono y papas fritas.

Mason estacionó su auto a un lado del lugar y me pidió que saliéramos para comerlo frente al auto pues el clima era agradable y no había muchas personas por aquí.

—Mira las estrellas —me pide con sus ojos hacia arriba.

Yo como helado mientras las observo. Solía pensar que las estrellas eran lágrimas pero, ¿Cómo algo tan bello puede resultar de algo tan triste? —Son hermosas.

Mason permanece en silencio unos segundos, luego habla sin verme. — ¿Cómo te sientes ahora?

Tomo una respiración larga. —Me siento mejor.

Él saca una papa frita de la bolsa. —Nadie tiene derecho a tratarte así, Karlie.

No sé si refiriere a Adam o a Raquelle. —Gracias —ahora yo tomo una papa.

Ambos permanecemos en silencio. Es un silencio cómodo, necesario incluso. Me gusta estar recostada sobre el capo de su auto, me gusta tener el saco de Mason sobre mis hombros y me gusta que él esté a mi lado.

Siempre pensé que mi alma gemela era Adam. Pensaba que estábamos predestinados, que la forma en que mi corazón latía por él era indicación de que todo terminaría bien entre nosotros.

Pero estaba equivocada.

Creo que al final, las almas gemelas si existen. Erick y Mason lo son, ellos se han llamado de esa forma. Ellos estaban predestinados para conocerse, encontrarse y permanecer en la vida del otro. Mis hermanas y yo lo somos, almas gemelas. O trillizas. Aunque Allie y Hannah son complicadas, sé que ellas me quieren y harían cualquier cosa por mí.

Las almas gemelas no son quienes creemos, no son ni siquiera quienes queremos catalogar de esa forma. Son personas que llegan a tu vida, de pronto y sin aviso, y se acercan a ti lentamente. Arrivan a tu corazón, a tu lado y simplemente se quedan.

No tienes que hacer nada para que se queden, lo hacen porque es parte de su esencia. No te cambian, no te remplazan. Permanecen.

—Estoy lista —susurro a Mason—. Creo que, aunque este año escolar acaba de empezar, es mi momento de dejarlo ir. Ya no quiero seguir intentando conquistar su corazón.

Algunas cosas son imposibles, aun si persistes en obtenerlas.

Mason me mira y asiente. —Si eso es lo que quieres.

Señalo hacia arriba. —Las estrellas, por más bellas que sean, también tienen un final. No es feliz ni triste, solo es un final. Creo que es hora de mi final, de dejar ir esas ideas y solo… seguir.

Mason sonríe. —Te diré algo —toma un poco de helado, seguido, aparta su rostro de mí—. Sé que puedes hacerlo, tal vez sea difícil al comienzo pero lo harás. No sabemos qué tan fuertes somos hasta que estamos bajo presión, pero lo harás. Todo resultará bien Karlie, tú lo mereces. Mereces que te quieran tal y como eres.

—Mason —hablo pero no voltea—. Mason —llamo de nuevo—. Mason…

Me muevo y me coloco frente a él para que me mire, aclara su garganta. — ¿Qué pasa? —lame su helado una vez más.

—Gracias —sonrío.

Mason se acomoda. — ¿Gracias?

Limpio mi mano libre en mi pantalón y me acerco para tomar la suya. —Gracias.

Por aparecer en mi vida cuando no te buscaba. Por ser el chico que me ha enseñado tanto en poco tiempo. Por creer en mí. Por estar ahora mismo conmigo.

—No tienes que agradecerme de nada —aprieta mi mano—. Somos amigos, los amigos se ayudan.

Amigos.

—Sí, somos amigos —suspiro—. Muy buenos amigos.

—Estoy a nada de quitarle el puesto de mejor amigo a Rossy y Mel —bromea.

Me encojo de hombros. —Y yo a Erick, adiós a tu amistad de toda la vida.

Él mece nuestras manos en el aire. —Adiós para siempre —suelta, riendo por lo bajo.

Tomo un poco más de helado antes que se derrita y comienza a gotear. —Um, entonces… esa canción que cantaste, ¿Qué fue lo que me dijiste en el baile?

Entorna sus ojos. —No lo recuerdo.

Resoplo. —Sí lo haces —estoy segura que está mintiendo.

Mason acerca el helado a sus labios y en un murmullo, confiesa: —Era para alguien del club.

Intento disimular mi sonrisa. — ¿Para Chase? ¿Tal vez Henry?

Mason se mueve para despegarse del capo, da un paso levantando el brazo y lo eleva con nuestras manos entrelazadas como si fuera a girarme. —Mejor bailemos, ¿sí?

Río mientras intento que el helado no se me caiga. —Espera, tropezaré.

—No importa —vuelve a levantarme la mano y esta vez, giro debajo de nuestras manos—. Perfecto.

Ahora yo subo nuestros brazos y Mason se inclina para dar una vuelta. Ambos reímos a carcajadas, tan fuerte que el sonido llega hasta unas personas que caminaban del otro lado y voltearon.

Pero por esta noche, no importa nada más.

A pesar que hace una hora estaba llorando en el baño sintiéndome como el mayor error del mundo, ahora me siento muy bien.

Ambos tomamos largas respiraciones. —Aun no me has enseñado tus pinturas —le digo riendo, acordándome de ello.

Mason acerca su cono de helado a mi nariz y mancha la punta. —Si quieres puedes verlas mañana.

Quería limpiarme la nariz pero en una mano tengo el cono de helado y en la otra su mano. Así que me acerco y ensucio su nariz también.

Ninguno se limpia el helado de la nariz hasta que regresamos al auto.




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