El chico ojos de fuego

24. El verdadero monstruo

Verás Nahuel, cuando era joven, no mayor a vos, comencé a trabajar en el taller mecánico de un amigo de mi padre. Vos no conociste a tu abuelo, pero él era un hombre muy reservado y estricto. Como el ex oficial que era, insistió en que yo debía aprender disciplina. Al comienzo no entendía cómo trabajar de mecánico me enseñaría eso, pero mi padre... No me convenía desobedecerlo. Y luego comprendí que mi padre no quería que aprendiera a ser mecánico, él quería que aprenda a ser un cazador -como él y todos los hombres de mi familia lo fuero una vez-, que conozca La Orden y a una persona en especial.

En ese taller conocí a Maximiliano Theron.

Max era unos años mayor que yo, simpático y muy bromista. Él siempre encontraba un chiste que decir, en especial en los momentos menos indicados... igual que vos. Pero debajo de tanto humor había un carácter frío y dañino como un iceberg. Sin embargo, inmediatamente nos hicimos amigos, los mejores. Tan inseparables como vos y Lucas, donde iba uno, iba el otro. Él era mi mejor amigo, el hermano que nunca tuve.

Cuando estuvo seguro de mi confianza y mi lealtad hacia él, me contó su mayor secreto: era un cazador. Max conocía la existencia de un mundo que yo no. Un mundo donde él daba muerte a vampiros, duendes, hadas y un montón de criaturas que yo consideraba irreales. ¿Quién no? Él los llamó arcanos, seres ocultos, secretos. Monstruos, seres peligrosos que mataban, usaban y aterraban a los humanos.

Me ofreció unirme a él, ser un cazador. Yo nunca me consideré del tipo violento. No me agradaba la idea de matar, aunque sea a criaturas que no eran humanas y que solamente se las asesinaban cuando rompían la ley o amenazaban la vida de las personas. Pero era demasiado joven, la idea de ser un héroe junto con mi mejor amigo se veía demasiado gloriosa como para negarse. Y además lo llevaba en mis genes, ¿no? Así que acepté.

En ese entonces yo estaba de novio con una chica, su nombre era Bianca. Ella fue mi primer amor; mucho antes de conocer a Alicia, tu madre. Bianca... ella era radiante, tan atolondrada y dulce. Tan hermosa. Cuando caminaba parecía estar volando. Ella siempre encontraba la forma de hacerme reír. Y su voz, hasta ese momento no había conocido una voz tan hermosa y cautivante.

Y los años pasaron. Max y su novia, Eleonor, se casaron siendo bastanteaste jóvenes y tuvieron tres hijos. Ya a los veinticinco Max era un hombre realizado, con una familia y una vida armada. En cambio yo, a los veintidós años no tenía idea de qué hacer. Seguía con Bianca y sabía que estaba enamorado de ella. Pero había conocido a Alicia. Tu madre, ella sabía cómo volverme loco -en el buen y en el mal sentido-. Sin que nos diéramos cuenta ambos fuimos enamorándonos, aun cuando sabíamos que estaba mal. Simplemente no podía dejar de estar cerca de ella. En definitiva, las cosas se me complicaron. Esas dos chicas estaban dividiendo mi corazón a la mitad mientras el entrenamiento como cazador consumía mi energía. Ser un cazador de monstruo no era precisamente un hobbie que combinara con la facultad y mis prácticas en el equipo de fútbol. En ese tiempo mi vida se había convertido en un desastre.

Pero, un día, mi Iniciación llegó.

Un cazador se inicia al matar a su primer arcano. Debe hacerlo con un arma que se hace especialmente para él, algo que con lo que se sienta identificado. Se le entrega esa arma en una especie de ritual donde es bendecida y el cazador le da un nombre. Mi arma era un facón de hoja larga, sencillo y fácil de manejar; la había nombrado Daimon, espíritu guardián. Luego de eso de haber luchado por primera vez contra el mal, te tatúan su Marca y pasás a ser un cazador de por vida.

Habían asignado a Max y otro cazador llamado Elías Archer para que me acompañen. Según los rumores un pueblo cercano estaba siendo atacado por algo, algunos decía que era el chupacabras. Otros afirmaron que vieron a un ser sobrevolando los campos por las noches. Pero por lo que sabíamos se trataba de una criatura que se alimentaba del ganado y había atacado a unos peones de una estancia.

Una noche de luna llena fuimos hasta ese campo y esperamos en un rancho a que ese bicho apareciera. El plan era sencillo: Max y Elías acorralarían a la criatura para que yo haga los honores con mi nueva arma. Pero las cosas nunca salen como se las planean.

Al principio vimos merodear a un sujeto por la chacra. Su forma de moverse, como la de un tigre acechando y la sangre en sus ropas nos hizo suponer que era un vampiro. Daba vueltas a la casa y estaba seguro que intentaría atacar a las personas que había allí. Max y yo estábamos atrincherados en la casa esperando el momento adecuado para atacar.

Recuerdo que, en ese momento, Max me había dicho:

—Mierda. Parecés una maraca, Seba —con una sonrisa ansiosa, impaciente por acabar con ese arcano—. Creeme que vas a temer más por tu vida cuando Bianca se entere de lo tuyo con Alicia.

Yo sólo sonreí. Claro que estaba asustado. Creo que nunca temblé tanto en mi vida. Pero por un momento pensé que estaba en el lugar correcto. Estaba con los buenos, con quienes se encargaban de eliminar monstruos como aquel.

Y luego, las cosas se pusieron en marcha.

Elías, desde su lugar en el techo de la casa, le lanzó una flecha al vampiro. Pero éste logró esquivarla. Cuando intentó atacar a Elías, Max y yo salimos disparados del rancho y comenzamos a dispararle.

Pero el vampiro esquivó nuestras balas y llegó hasta mi compañero. Le atravesó la garganta con sus garras.

Eso fue una de las peores cosas que vi en mi vida. La manera en que la sangre de Elías bañó el techo de paja de esa casa... fue horrenda. Supongo que mi único alivio fue saber que él murió al instante, quizás sin sentir nada. Y también saber que vengaríamos su muerte en unos minutos.

Pero lo peor estaba a punto de llegar.

Luego de matar a Elías, el vampiro se volvió hacia nosotros, directo hacia mí. Yo estaba completamente aterrado, paralizado del miedo. Esa criatura me habría matado si algo no me hubiera quitado de su camino.




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