El chico ojos de fuego

26. Mi ángel guardián

Explicarle a Brenda que era un lobizón fue más fácil de lo que esperaba.

Ella ya me había visto semi-convertido y había escuchado el relato de nuestro padre, incluso había visto cómo Nara practicaba sus hechizos de sanación conmigo. La parte de los arcanos lo entendió bastante bien. Además tenía a Lucas y a Sofi para respaldarme con cualquier cosa que me olvidara. Sofi incluso había ido a buscar su cuaderno y no paraba de anotar quién sabe qué cosas.

Mientras les explicaba a mis amigos todo lo que había pasado el viernes descubrí que era bueno resumiendo los hechos. Sólo necesité un par de minutos para contarles que habíamos seguido a nuestro padre luego del trabajo hasta La Gallareta, el ataque de los dos cazadores en el Parque Industrial. Pero mi hermana era otro caso. Ella me interrumpía a cada segundo para dar datos innecesarios: como estaba el día, lo fea que era la fachada del asilo... Esas cosas tontas.

—¡Tendrían que haberlo visto! —exclamó con ese tono de chica fanática—. La forma en la que Nahuel luchó contra esos cazadores. Parecía salido de un capítulo de The Vampire Diaries.

¿Ven? Ese tipo de comentarios innecesarios.

Luego llegamos a la parte donde yo recibí un disparo. Y fue el momento de Sofi para enloquecer. Se puso histérica y hasta me ordenó subirme la manga del pantalón para ver mi herida. La cual, gracias a los hechizos de Nara y mi supercuración de lobizón, ya estaba comenzando a cicatrizar.

Pero por más que le explicara que la hija bruja del Dr. Cabral me había curado o que ya me sentía bien, Sofi no parecía sentirse mejor. No estaba seguro si a ella le convenía salir con un chico que se la pasaba estando al borde de la muerte.

—Estoy bien —volví a repetir—. No es como si casi me mataran.

Sofi me fulminó con la mirada. Mi chiste no le pareció gracioso. Así que la rodeé con un brazo y la atraje más a mí, sin importarme las miradas pícaras que nos dirigían Lucas y Brenda.

Luego de que le diera un beso en la coronilla, ella volvió su vista a su libreta. Estiré el cuello para ver que tanto garabateaba Sofi. La hoja de su cuaderno estaba llena de oraciones desparramadas por todos lados, en forma de listas, tachonadas, conectadas con flechas, rodeando los dibujos como si fueran un caligrama. No importaba si yo le robaba su diario, necesitaría un milenio para llegar a comprender el caos de sus palabras. También había algunos dibujos atrapados entre las palabras: un lobo, algo que se parecía a Robin Hood. Mientras Brenda les explicaba a los chicos la historia de Sebastián y Maximiliano, Sofi estaba garabateando el cuerpo de una mujer y de sus brazos trazaba las líneas de unas alas emplumadas. Era Bianca, la arpía que había muerto intentando impedir que el chico que amaba se convirtiera en un asesino, la chica que Maximiliano mató.

—Así que Nahuel es... —estaba diciendo Brenda.

—Adoptado —concluí, tomando un sorbo del Red Bull de mi hermana, esperando que la cafeína me libere un poco del cansancio—. Misterio resuelto.

Todos quedamos un segundo en silencio, esperando que Lucas y Sofi asimilen toda esa información, la cual era bastante.

Uno esperaría que, cuando les cuenta a sus seres queridos que es una criatura mitológica, que su padre asesinó a su madre e intentó asesinarlo también a él, que en estos momentos era perseguido por cazadores y vampiros dementes, dichas personas se espantarían o tendrían alguna reacción dramática. Pero los Nardelli se veían tranquilos, o todo lo tranquilos que se pueden ver un par de primos con hiperactividad.

—¡Wow! Eso es a lo que llamo una semana movida.

—Yo lo llamaría una semana de mierda —agregué, dándole una sonrisa cómplice a mi amigo.

Hasta ahora no había encontrado una situación que espante a Lucas. Ni un motor desastroso, ni un examen sorpresa de Literatura, ni el ataque de cazadores armados... Ningún problema parecía ser tan grande como para que Lucas Nardelli no le encontrara solución. Bueno, estaba la vez que me transformé frente a él y cuando nos atacaron esos vampiros, pero aún entonces Lucas se había mostrado valiente y hasta había encontrado la forma de defenderse y dar pelea. Y Sofi podría verse pequeña e indefensa, pero si activabas el interruptor correcto podrías convertirla en un demonio de Tasmania.

Y aquí estaban los dos, frente a la verdadera identidad de su mejor amigo: un lobizón, hijo de un asesino, perseguido por más asesinos. Y a ninguno parecía molestarle en lo más mínimo.

—Así que tu padre era un cazador —dijo Lucas, su rostro había recuperado un poco de la seriedad que había tenido mientras les resumía la historia que nos había contado Sebastián—, de monstruos.

—Sip. Ambos.

Y volvimos a quedarnos callados de vuelta. Lo único que se oía en el patio era el susurro de las hojas con la suave y tibia brisa de la siesta. La llegada de febrero no estaba haciendo nada para aminorar el sofocante calor del verano. Desde la casa nos llegaba la voz de mi mamá, cantando a la par de La Sirenita que sonaba en la televisión. Era la primera vez en días que la oía cantar en días. Esperaba que yo no le haya causado tanto estrés como para que deje de cantar. No quería pensar que yo había detenido la vida de mi familia al punto de que dejen de hacer lo que le gustaba por estar demasiado preocupados por mí.

—¿Y ahora qué? —preguntó Lucas, con un atisbo de entusiasmo en su voz, listo para la nueva aventura.

—Pretender que todo volverá a la normalidad —contesté, pero mi voz salió como una pregunta.

—Nada de eso —exclamó Sofi. Había dejado de dibujar y me miraba con una mezcla de reproche y decisión—. Tenemos que averiguar qué pasará en la próxima luna llena. Esther y Francisco se veían muy preocupados por eso. Creo que debemos prepararnos para ello, todos.

—¿Qué creés que pasará en la luna llena? —preguntó Brenda, quien había entendido la parte de las predicciones mejor que yo.




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