Revivir era muy doloroso. Al menos cuando te despertabas un rayo.
—No te quejes —me regañó la pequeña bruja a mi lado.
—¿Me diste un electro-choque? —pregunté con voz ronca a causa del sueño, el dolor y el cansancio. Últimamente la expresión 'hecho mierda' estaba comenzando a quedarse corta para describir mi estado de ánimo.
—Algo así. Tu corazón casi dejó de latir curando estaba curando tus huesos rotos. Los que por cierto, son muchos —respondió con ese tono malhumorado y fastidioso de siempre.
—Mis... Los demás, ¿dónde están? —exigí, haciendo un fallido intento por sentarme. Pero Nara puso sus manos en las partes menos dañadas de mi pecho y me impidió moverme.
Hice un esfuerzo por abrir Más los ojos y ver dónde me encontraba.
Como me lo esperaba, pero aun así para mi sorpresa, estaba en Claro de Luna; acostado en uno de los sillones del living de la estancia. En realidad no recordaba mucho lo que había pasado luego de que Alfonsina hiciera ese vínculo con Sofi. Lo último que recordaba era a Brenda había conseguido comunicarse con nuestros padres y con el Dr. Cabral a través del celular de Yemelyan. Y ellos nos habían traído acá. Y ahora estábamos en la estancia de Doc. En los otros dos sillones estaban Lucas y Alfonsina, durmiendo profundamente. Ambos parecían estar bien. Sucios, agotados, con sus heridas vendadas, pero bien. Al menos mejor que yo. Inseguro por lo que vería, me eché un vistazo. Aun llevaba puesto el misterioso pantalón que había aparecido de la nada; y mi pecho y brazos estaban cubiertos de vendajes y más vendajes, al igual que mi cabeza. Había dejado de ser un lobizón para convertirme en la momia.
La luz del sol entraba por el gran ventanal del patio, de donde parecían venir algunas voces.
—Como ves, tu amigo y la vampira todavía están durmiendo —contestó, mientas cambiaba algunas vendas de mi brazo que ya estaban manchadas de sangre—. Les ofrecimos unas camas pero ellos no quisieron apartarse de vos. Después de que le dimos de beber un poco de sangre, ella comenzó a curarse sola. Estará de pie en cuanto despierte de su siesta de belleza. Tu hermana ya está despierta. Está en el patio con tu familia y Esther y Pilar.
Mi familia... Si salía vivo de los cuidados de Nara, ellos seguramente me matarán por haberme puesto en peligro.
—Y los... —apenas me animaba a preguntarle—. ¿Los Centinelas?
—Rodrigo. Él no... —contestó con tristeza y unas lágrimas amenazaron con aparecer en sus ojos, pero las espantó con un suspiro antes de que yo me diera cuenta—. Mi papá y el tuyo se fueron a decírselo a su familia y a hacer los arreglos funerarios.
—¿Tenía familia? —pregunté, no muy seguro de querer saber cuánto dolor traería la muerte del Centinela.
—Casado y con un hijo de seis años.
—Lo siento —contesté con aquellas palabras que siempre parecían tan frívolas. Pero yo realmente lo sentía, porque realmente había sido mi culpa. ¡Dios! Un nene de seis años, de la edad de Mica, había quedado huérfano de padre por mi culpa. Porque aquel cíclope me salvó la vida. Él había muerto por mi culpa, por intentar protegerme.
—Él sabía de los peligros que acarreaban su trabajo —respondió Nara, adivinando lo que estaba pensando—. Siempre se lo recordará como el héroe que fue.
No sabía que decir, así que simplemente asentí ligeramente con la cabeza.
—Maitei y Yem están recuperándose en uno de los cuartos; Milagros se está encargando de ellos —continuó explicándome mientras cubría mi brazo derecho con vendas limpias. Mi piel estaba cubierta de costras en formación, cortes y moretones, incluso tenía una uña menos. Sin embargo, no sentía dolor ni nada. Quizás me habían dado algún calmante o una poción, quién sabe. Pero lo que más me sorprendió fue la delicadeza con la que Nara trataba mis heridas—. Van a estar bien. Por suerte siempre tenemos algunas bosas de sangre para Yem. Pero Maitei usó demasiada magia —agregó con un tono de regaño, pero su voz temblaba ligeramente por la preocupación. Ella se veía realmente preocupada por él, después de todo era su alma gemela o algo así—. Pero yo sé que vos querés saber de Sofi.
—Ella...
En ese instante, la imagen de Sofi llenó mi mente. La sangre, sus ojos cerrados, su corazón silencioso... Ella casi había muerto por mi culpa.
¡Todo esto era mi maldita culpa!
—Ella está bien —dijo, sin prestarle atención a las lágrimas de rabia que comenzaron a correr por mi rostro—. Está en la pieza de huéspedes, durmiendo. Ella seguramente dormirá todo el día, por el cambio. Cuando una persona bebe sangre de vampiro, su cuerpo entra en un letargo temporal mientras se adapta a su nuevo metabolismo —me explicó—. Pero siendo que ella tiene sangre arcana no sabemos si tardará menos o más en cambiar. La verdad no sabemos qué esperar de ella.
—Pero... vivirá, ¿verdad?
—Seguro. Aunque ella es sólo mitad banshee, no sabremos cómo va a reaccionar al cambio hasta que despierte. Pero no es necesario que nos preocupemos mucho por eso. Lo más seguro es que simplemente sus premoniciones se vuelvan más fuerte. —Nara hablaba de manera práctica y firme, como si ella estuviera completamente acostumbrada a estos sucesos oscuros y seguramente así era. A diferencia de mí, ella se había criado sabiendo que un día alunaría y se convertiría en una bruja—. Lo que sí, ella tendrá que quedarse unos días acá, hasta que la sangre de Alfonsina desaparezca de su organismo, así podrá tener una vida normal como mestiza.
—Gracias —contesté algo más tranquilo y realmente agradecido por habernos ido a buscar, por salvarnos y cuidar de nosotros, por darle a Sofi la oportunidad de tener una vida normal, por haberme dado esa extraña albóndiga mágica—. Por todo.
—No hay de qué. Pero ahora vos tenés que descansar un poco, casi te morís —finalizó, poniéndose de pie. No me había dado cuenta de que terminó de vendarme hasta que me soltó.
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Editado: 11.11.2020