Ese día lo pasé perdido, en un estado como si estuviese fuera de mi cuerpo, pensaba en María, en la chica X, pensaba en la hipnotista, maquinaba planes para llevar a la hipnotista con María y hacerle un truco para cambiar su mentalidad, había pensado en muchas cosas más, me quedaba viendo a la nada, con los ojos fijos y casi sin parpadear. Llegó un punto en la tarde que me encontraba leyendo un libro sobre una situación de rehenes en una escuela, la depresión puede mostrar diferente clase de síntomas, uno de ellos es la hipersomnia que se puede interpretar como un intento de alejarse del mundo, en esta ocasión luego de terminar un capítulo me dio sueño, cerré el libro marcando la página en la que me había quedado y colocándolo en un lado.
Sueño 8: Me encontraba en un salón parecido al de la hipnotista, pero éste estaba sólo, únicamente me encontraba yo, por un segundo pasó por mi cabeza que me encontraría a la mujer que me sonrió en la vida real, pensé en María y recordé lo que había sucedido, me tiré al piso tapándome los ojos con las manos.
-Que decepción lo que me enteré. Dijo una voz femenina a lado mío. Yo me levanté sentándome, vi a la chica X a mi lado en la posición flor de loto.
- ¿Qué haces aquí? Pregunté yo.
-Enterarme de que ya te involucraste con alguien más.
- ¿A qué te refieres?
-Lo peor es que me entero de esto y me hace daño. Tú y ella me hacen daño.
-Mira cabrona no sé de qué me estás hablando.
-Tú sabes de qué te estoy hablando. Chasqueó los dedos y en mi mente se reflejó la imagen de María.
-Ella no quiere estar conmigo, tranquilízate. Sus ojos se abrieron como platos, como si tuviese esperanza- Igualmente tampoco voy a estar contigo por que la chica con la que hice el amor ya no está ahí, la mataste o se suicidó, vete de aquí.
Ella se desvaneció aparentemente porque su presencia permanecía ahí, sentía que alguien me estaba observando, sentía mariposas en el estómago, sentía una presión aplastante en mis hombros y su imagen no se iba de mi mente.
Me levanté y caminé hacia la salida, en donde se supone debería el conducto que daba a la calle, se había convertido en el medio para llegar a la habitación de la chica X, las cosas estaban en el lugar en el que las había visto por última vez, la televisión encima de un mueble con cajones, en los cajones había ropa interior, había un tocador colocado bastante cerca de la pared, en dicho tocador había un espejo y en la imagen del espejo se veía una pared tapizada con hojas de revistas, la cama tenía las mismas sábanas y la misma cabecera blanca con adornos en rosa. Recorrí la habitación de arriba a abajo sentí la sangre en los pies de repente, y recordé las veces que estuvimos ahí, me senté en la cama y me miré en espejo, mis facciones comenzaron a escurrirse en mi perspectiva, como si se derritiera una vela, me tallé los ojos estupefacto y al abrirlos me di cuenta que en el espejo junto a mi estaba la mujer de la hipnosis, volteé a ver y no había nadie, pero en la imagen del espejo estaba ahí, se escuchó que cantó una lechuza, miré hacia afuera por un ventanal que ahí había y no vi nada. La mujer de la hipnosis en el espejo me miraba y me dijo con voz alterada y cambiada.
- ¿Quisieras volver con ella? O quizás, ¿estar con María?, o ¿a ambas y que estén de acuerdo?, ¿o quedarte solo?... Yo no sabía cómo reaccionar ante la propuesta, lo se ojos de ella se pintaron negros por completo, le salieron bolsas y a en mi reflejo podía verse como se formaba una calavera de mi cara.
- ¿A qué te refieres? Decía yo mientras permanecía tranquilo.
-Ven. Dijo indicando que me acercara al espejo.
Estando cara a cara me dijo susurrando.
-Te estoy ofreciendo a la chica que elijas, a la que más desees, o cualquier otra cosa; de cualquier modo, puedo darte lo que quieras. Si no me equivoco, que no lo hago, estás pensando en María, por ende te pregunto: ¿En verdad la amas?
Yo asentí con la cabeza mientras mantenía mis ojos fijos, hipnotizados en los suyos, veía su sonrisa ladina y traviesa sabiendo que había algo peligroso detrás, me importa una mierda, este parece ser un buen negocio. Sensualmente movía sus labios explicándome lo que era capaz de hacer.
-Quiero pensar que amo lo suficiente a María para hacer cualquier cosa por ella; menos dejarla ir, me encantaría estar con ella sin contratiempos, sin envidia de otras personas y con lo más importante, que ella también me ame. Dije mientras seguía hipnotizado en sus ojos.
- ¿Morirías por ella?
-Sí.
- ¿Cuántas veces?
- ¿Cómo debo responder a eso?
-Con la verdad, hijo de perra.