El chico que por amor vendió su alma al diablo

La maldita gripe de un agripado maldito

Ha pasado un tiempo desde que escribí por última vez, he estado teniendo sueños raros, lo curioso es que involucran a la chica X y que al despertar no recuerdo que ocurría en ellos, escucho música triste mientras miro la cara de María tatuada en el fondo de mi mente, miro también el rostro de la chica del sueño; la que reclamó sangre. He estado investigando sobre eso, no recuerdo bien si eran los íncubos o los súcubos los que se encargaban de llevarse las almas de los hombres, esa mujer sería uno de esos, es probable. He estado viviendo en una burbuja, lo que pasa a mi alrededor no tiene mucha importancia, recuerdo haber salido con mis amigos y estar ausente, reaccionaba ante las bromas que hacían, pero no emitía bromas o comentario alguno.  

Recuerdo también que no quise salir con María, no me encontraba bien, y ella se dio cuenta de eso, me deseó lo mejor en el día y me dejó en paz por el momento. En la tarde de uno de esos días tomé una siesta, y soñé que estaba haciéndolo con la chica X, me despertaba de inmediato en cuanto me daba cuenta de lo que estaba pasando, con una sensación de pesar, malestar y agrado agridulce; no te voy a negar que esto último es una respuesta biológica ante ese tipo de sueños, que, aunque no lo queramos, son un estímulo. Miré en derredor para ver si había alguien, pero estaba yo solo... 

Ha pasado mucho desde que no escribía y ahora me encuentro tumbado en cama con gripe, tengo la nariz tan tapada que la “n” en las palabras la pronuncio como “d”, una “d” muy marcada, solo que es una pronunciación un poco más nasal que nada. María llamó por teléfono para preguntar cómo estaba, “Estoy bied, gracias” contestaba yo. Ella se reía de mi acento de inepto, yo me reía porque ella estaba riendo, me subió un poco el ánimo. Mientras escribo esto contemplo en silencio los pañuelos casi húmedos que tengo aquí en un lado mío mientras mi nariz escurre vigorosamente y para no usar otro pañuelo, inhalo bruscamente por la nariz sorbiendo los mocos hacia dentro. Me ha mareado ese movimiento, finalmente me harta estar repitiendo ese proceso de la moqueada infinita que produce la gripe, entones tomo uno de los pañuelos casi húmedos y lo termino de humedecer soplándome la nariz con él, la cantidad de fluido fue tal que un segmento del pañuelo se rompió dejando correr el fluido por mis manos con singular alegría en su desfile por mis dedos y mi mano, todo eso patrocinado por la gravedad... Ahora tú que lees esto te lo imaginas y haces una inevitable mueca por asco, y yo, desde aquí me rio de eso.

-Demodios. Digo con mi acento que alegró a María, tomo los otros pañuelos para limpiar mi desastre y los deposito en mi bosa de basura. 

Recuerdo recostarme a dormir con la televisión encendida de fondo, dormí un poco, soñé que mi madre venía de visita y yo le presentaba a la chica que había reclamado mi sangre, ella le encontraba algo malo y como las madres siempre tienen la razón me dio la orden de sacarla de la casa y de mi vida. No recuerdo si hice caso porque sonó mi teléfono, me despertó, y con voz de inepto y tono adormilado contesté.  

- ¿Hola? 

-Hola... Para ese momento la somnolencia se había desvanecido porque había reconocido esa voz. Era la chica X. 

- ¿Qué chidgados quieres y cobo dalgas codseguiste bi dúbero? 

-Estás mal ¿Cierto? Contestaba ella. 

-Siebpre. Alegaba yo  

-Mira solo quiero hablar... 

-Creo que do hay dada de que hablar. Interrumpía yo, puesto que ella había dejado las cosas muy en claro cuando me hizo mierda. 

-Ya me enteré que conseguiste a alguien. 

-Y ¿quieres uda perra bedalla o ud pidche trofeo? 

-Quería felicitarte, estúpido, ya me había olvidado de cómo te pones con la gripe, justamente hace poco me estaba acordando de las veces que... Hizo una sugerente pausa, como para que yo adivinara lo que seguía. 

- ¿...lo haciabos?  

-Exacto.  

-Yo tabbied. En ese momento colgaba porque sé de qué es capaz esa mujer y no me dejaría caer en ese tipo de sugerentes barbaridades... Considero que las cosas están lo suficientemente bien como para echarlas a perder con eso.




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