Estábamos pos subir al camión cuando pensé en agradecerle —de nuevo— al señor Gates por todo. Dejé a los coristas en el camión y le pedí a una de las meseras que los vigilara, entré en el restaurante y cuando estaba por tocar la puerta escuché mi nombre en la discusión que salía de la oficina del señor Gates.
—¿Hortensia es tu novia? —preguntó el señor Gates.
—Ojalá —respondió Jimmy— pero ella es demasiado aplicada, no se fijaría en mí.
Mis ojos se abrieron como platos.
—Es una buena chica —afirmó el señor Gates.
—Lo sé, me agrada mucho —le respondió Jimmy y sonreí.
—¿Cómo la conociste? —le preguntó el señor Gates.
—Robaron mi motocicleta —le dijo Jimmy con dificultad— ella me dio un aventón.
—¿De nuevo? —preguntó el señor Gates con un tono incrédulo— no me digas que le dejaste las llaves puestas como las otras veces. —supongo que Jimmy asintió, pues el señor Gates soltó un largo suspiro que pude escuchar incluso a través de la puerta— ¡Es la cuarta que pierdes en poco más de un año! Sé que no me pides que te de las motocicletas, pero no puedes seguir con eso de los aventones siempre, hay gente desquiciada allá afuera.
—Es parte de la aventura papá, conozco gente todos los días, las acompaño en su trayecto y me divierte hacerlo, puedo saber mucho más de ellas, hacia dónde van, sus vidas, ¡sus ideas sobre la vida!
—Jimmy, Jimmy —reprochó el señor Gates después de un largo rato en silencio— supongo que ni siquiera la vas a denunciar como robada, tu idea de que nada es tuyo y todo eso... —suspiró de nuevo— bueno, en cierto modo me alegra que la hubiesen robado.
—¿Por qué? —le preguntó Jimmy.
—Si no la hubieras perdido, no hubieras solicitado ese aventón a Hortensia y no estarías aquí —no escuché nada durante unos segundos—. Te he extrañado mucho hijo.
—Igual yo, pero estoy bien papá, de verdad, y te iba a visitar —balbuceó—, o eso planeaba, un día de éstos. Pero hoy fue el destino quien lo quiso.
—¿Por qué quieres dejarle todo al destino siempre? —cuestionó el señor Gates.
—Es mejor, prefiero que las decisiones las tome él —confesó Jimmy.
—¿Qué has pensado sobre la universidad? —le preguntó el señor Gates a Jimmy en un tono calmado.
—Nuestro trato sigue en pie —le informó Jimmy—. Cuando termine mi año sabático empezaré las clases.
—¿Y eso de los aventones y las aventuras diarias sin rumbo... Terminarán? —le preguntó el señor Gates en voz baja que por poco no logro escuchar.
—Definitivamente —aseguró Jimmy.
—Eso me tranquiliza —dijo convencido el señor Gates y suspiró—. Cuando estudies aquí cerca podrás ayudarme... Hay un desorden increíble en este lugar desde que te fuiste, los animales que cuidabas te extrañan.
—Y yo a ellos, me hubiera gustado estar para el nacimiento de la última cría, pero si quieres saber de desorden deberías ver mi apartamento —rieron.
—Estoy orgulloso de ti, Jimmy —sonreí—. Siempre lo estaré, no importa cuántas motocicletas te compre y cuántas de estas te roben. Te quiero hijo.
—No pude haber tenido un mejor papá —mi corazón fue invadido por una ternura desmesurada.
—Sólo deja de vestirte siempre de negro, las aves son coloridas —le pidió el señor Gates.
—Tal vez soy un cuervo —dejé mis ojos en blanco.
—Claro que no, confío en que nunca me sacarás los ojos —ahogué una risa, Jimmy y su padre rieron— sé un buen chico Jimmy, ten cuidado y te espero la próxima semana para el aniversario del restaurante, habrá una gran fiesta y vendrán chefs colegas desde muy lejos.
—Lo prometo, pero tú cuida ese colesterol padre, quiero tenerte conmigo mucho tiempo —la ternura volvía a mi sistema.
—Soy un chef, controlar los sabores en mi comida es un crimen —advirtió en señor Gates con seriedad— mi doctor dice que estoy bien.
—Más te vale, vendré para el aniversario, —sentí que ya era el momento de irme— cuídate.
—Salúdame a Hortensia, —escuché mi nombre de nuevo y me pegué a la puerta otra vez— dile que fue un gusto conocerla.
—Le agradas —asentí, después recordé que ellos no podían verme—, dice que tus hamburguesas son las mejores del mundo.
—Es una chica muy sabia —sonreí ante el comentario del señor Gates.
—Sí, padre —sonreí pensando en Jimmy.
Sentí pasos en dirección a la puerta y corrí por el pasillo hasta el baño, entré en uno de los cubículos y conté hasta diez antes de salir como si nada.