El chico que quería ser un ave

4. Cerrar Una Puerta

Pensé, recorrí cada recóndito lugar de mi cabeza buscando una razón para que Minerva Strinch me llamara tan enojada y sólo podía ser por una persona. Evan. 
La casa del alcalde Julius quedaba cerca al parque, yo estaba a un par de calles del parque, me apresuré corriendo hasta llegar y me pegué al timbre de la puerta con ansiedad.

—Escuché las primeras veinte mil veces —dijo Minerva un segundo después de abrir la puerta y verme de arriba a abajo sin disimular— entra —ordenó.

—¿Por qué estoy aquí? —le pregunté caminando por la casa.

—Tu sabes perfectamente qué haces aquí —acusó ella.

—No, no lo sé —me encogí de hombros— por eso te pregunté.

—Eres tan cínica —soltó un bufido— ¡por tu culpa a Evan le falta medio pulgar!

—¿Qué?

La vi a los ojos y estaba cruzaba de brazos con una postura iracunda.

—Escuchaste bien.

—Yo...

—Velo por ti misma, está en la sala.

Seguí mirándola a los ojos hasta entrar en la habitación del lado y subí dos escalones, Evan estaba sentado en el sofá con los codos sobre las rodillas y una de sus amamos abrazaba a la otra. Estaba en la típica postura de alguien preocupado.

—Tenesi... —se puso en pie con las manos atrás— yo...

—¿Qué está pasando Evan?

—Lo siento...

—No repetiré la pregunta.

—Fue un accidente —suspiró, no podía ni verme a la cara—, no te dije nada porque de poco serviría —admitió con dificultad.

—Déjame ver tus manos —me acerqué un par de pasos a él, pero no obedeció— ¡déjame ver tus manos!

—Tenesi... —levantó su mirada y lentamente puso su mano izquierda sobre la mía.

La abrió con cuidado y mis ojos vieron con horror su dedo pulgar, estaba solamente la mitad, la uña intacta pero la parte de la huella no estaba. Parecía que la herida ya había sanado, pero de todos modos un pedazo de su dedo ya no existía.

—¡¿Qué rayos te pasó en el dedo?! —tomé su mano para apreciar mejor y su cara se contrajo, le dolía aún— lo siento... —la solté en seguida.

Él no pudo mantener su vista en mis ojos mucho tiempo, vio hacia otra lado de la habitación tensando la mandíbula.

—La canción —balbuceó—, la que iban a cantar ese día, es una canción original, ¿correcto? —asentí.

Cuando dije que Dan era el mejor guitarrista que te pudieras imaginar, no exageré, de hecho también es compositor y escribió la canción que nos llevó a ganar el concurso.

—Como era original —continuó—, una de las niñas la traía en una USB, y cuando se estaba preparando, le pedí que me la diera para hacerme cargo de la música y poder ayudar al menos en eso..., yo... la iba a conectar al parlante, pero se me calló en una pequeña alcantarilla —mordió su labio inferior con nerviosismo—, todos iban a pensar que lo hice a propósito, creerían que soy como mi padre y que sólo fui a boicotear las cosas, no podía permitir que creyeran eso, las manos me empezaron a sudar y sentí miedo, sin pensarlo demasiado, metí mi mano en la alcantarilla, y cuando logré tomar la USB, y en vez de hacerlo lento, la saqué de un jalón temiendo que se cayera porque mis manos estaban resbalosas... Al sacarla... Al sacarla el pulgar me ardió y sentí un dolor increíble, pude ver toda mi huella pendiendo de un pequeño cuero, bastó con mover un poco la mano para que terminara de zafarse —se encogió de hombros, sus labios temblaban—. Un tipo de mantenimiento me puso alcohol y una venda.

—¡Y ahora le falta medio dedo! ¡Todo por tu culpa! ¡No puedes cuidar ni de ti misma! ¡Sólo un inconsciente te dejaría a cargo de alguien más! —reclamó Minerva detrás de mi.

Fruncí mis labios ante su comentario y me abstuve de girarme para proporcionar en su hocico una patada voladora —bueno, lo hubiese hecho, si supiera lanzar una de esas.

—No es tu culpa —susurró Evan.

—¡¿Cómo es que la defiendes?! ¡Espera a que el señor Julius sepa esto! ¡Habrá una demanda! ¡No te...

—¡¡¡Cierra la boca!!! —le gritó Evan a su niñera interrunpiéndola, quedé estupefacta y Minerva también— ¡no seas ingenua! ¡Si lo acepté yo, ya es hora de que tú también lo hagas! Él no va a volver, se fue, con dinero suficiente para no sentir ningún remordimiento. Todos sabemos que esa psicóloga volverá el mes entrante y terminaré en un orfanato —Minerva levantó su dedo, seguro estaba lista para darle un sermón a Evan— Acéptalo, tu amante no va a regresar —se pudo escuchar la fuerte inhalación de Minerva en todo el cuarto—... primera dama —dijo el niño, con un tono burlesco y sarcástico.



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En el texto hay: adolescentes, historia corta, amor

Editado: 19.12.2018

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