El chico que salvó mi vida

Capítulo 3

Nos metimos en cubículos separados y nos duchamos rápidamente. El agua caliente me relajó, aunque sabía que no era momento de distraerse. Después, nos secamos con prisa, tratando de recuperar algo de tiempo, y nos enfundamos en los vestidos. A decir verdad, hacía mucho tiempo que no me veía a mí misma con esa sensación de belleza. Había dejado de sentirme así hace bastante, y aunque solía preocuparme por no cumplir con ciertos estándares, en ese momento no me disgustaba para nada cómo me veía. Al contrario, era como si hubiera aceptado por fin mi propio reflejo.

—¡Te ves preciosa! —exclamó Olivia, pasándome unos tacones negros que hacían juego con el elegante vestido que llevaba.

Ella, por su parte, llevaba un vestido verde intenso que resaltaba su tono de piel, y unos zapatos del mismo color que completaban su look. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta alta, que le daba un aire moderno y sofisticado. Al verme luchando con mi propio peinado, se acercó y, con delicadeza, comenzó a atarme el cabello castaño oscuro en una coleta similar a la suya. Dejó unos finos mechones sueltos que caían suavemente sobre mi rostro, dándole un toque de frescura y naturalidad a mi apariencia.

Cuando salimos, cruzamos la cocina, que ya había sido limpiada a la perfección por el personal, dejando solo unas ligeras huellas de su trabajo. Atravesamos el salón, que, aunque vacío, seguía irradiando esa atmósfera de elegancia que siempre lo había caracterizado, y nos dirigimos hacia el exterior. Allí, frente a la puerta, Alessandro y Boris nos esperaban, visiblemente exasperados, como si hubieran estado esperando mucho más tiempo del que se había acordado.

—¿Una hora? ¿En serio? —dijo Alessandro, visiblemente incrédulo.

—Una hora no es nada —respondí con una ligera sonrisa, mientras mis pensamientos volvían a aquellos días de mi adolescencia—. Una vez, me pasé casi todo el día preparándome para pasar solo unas horas en un cumpleaños. Me acuerdo de cómo me obsesionaba con cada detalle, como si el mundo entero dependiera de esa única ocasión.

—Ustedes las mujeres están locas —dijo Boris, soltando una risa mientras caminaba hacia su auto.

—Y ustedes los hombres son unos cabezas huecas —replicó Olivia al instante, con una sonrisa pícara y un tono de voz que dejaba claro que no se tomaba nada demasiado en serio.

Sin perder el ritmo, se dirigió hacia el coche de Boris, casi como si estuviera disfrutando de la pequeña disputa.

Alessandro y yo nos quedamos atrás, observándolos discutir como niños, con una mezcla de diversión y resignación en nuestros rostros.

—Esos dos están locos el uno por el otro —comentó él, cruzando los brazos mientras miraba a Boris y Olivia con una expresión entre divertida y escéptica.

—Lo sé —respondí, con una pequeña sonrisa—. Pero creo que ambos son demasiado orgullosos como para admitirlo, aunque lo sepan.

Alessandro se rió suavemente, y por un momento el aire entre nosotros se llenó de una calma cómplice. Luego, sin previo aviso, me dedicó una mirada furtiva, casi imperceptible, pero cargada de algo que no pude identificar de inmediato.

—Te ves linda —dijo, con una voz baja que parecía más un susurro, pero que me alcanzó perfectamente.

—Gracias... —susurré, mirando al suelo para ocultar la ligera sonrojez que se apoderó de mi rostro.

Se sintió extraño, como si algo hubiera cambiado de repente. Él nunca me había halagado por nada, siempre habíamos sido buenos amigos, pero nunca había habido ese tipo de comentarios entre nosotros. Su halago, aunque sencillo, me descolocó un poco, como si hubiera cruzado una línea invisible que hasta entonces parecía inquebrantable.

Ambos comenzamos a caminar en silencio hacia su auto. Aún no entendía por qué íbamos en coches separados, pero no era momento de preguntar. Entré en el asiento del copiloto, y él encendió el motor sin decir palabra, arrancando suavemente y comenzando a seguir a Boris, que ya estaba adelante. El ambiente se había vuelto tenso, cargado de algo indefinido, extraño, como si las palabras que habíamos dicho antes flotaran en el aire sin ser completamente procesadas. Sin embargo, no quería que esa atmósfera incómoda persistiera, así que, buscando algo que aligerara el momento, me forcé a pensar en algo para romper el hielo.

—¿Y tu padre no dijo cuándo nos aumentará la paga? —fue lo primero que se me ocurrió decir.

Demonios... de todo lo que podía haber mencionado, ¿tuve que sacar eso? Pero, para mi sorpresa, Alessandro soltó una risa suave, como si lo hubiera encontrado gracioso, y la tensión en el aire se desvaneció al instante. Su reacción rompió la incomodidad, y de alguna manera, todo volvió a ser normal. Era como si esa tontería hubiera sido el antídoto perfecto para lo que había quedado en el aire, devolviendo la ligereza de antes.

—No seas pesada, Aida —respondió él, con una ligera sonrisa, como si intentara restarle importancia al tema—. Mañana hablaré con él, lo prometo.

—No soy pesada —repliqué—. Tú eres muy adinerado y por eso no entiendes lo que realmente significa esperar una mejora en la paga. Para ti, todo parece fácil, como si las soluciones vinieran por sí solas, pero para algunos, eso puede marcar una gran diferencia. No se trata solo de dinero, sino de dignidad.

—Lo sé, Aida... —dijo, visiblemente frustrado—. Por dios, no me hagas quedar como el rico que no le importa nada. Créeme, si tuviese el poder, les pagaría lo que realmente merecen.

—Tranquilo, yo sé cómo eres —respondí, intentando calmarlo, aunque un pequeño nudo se formó en mi estómago al escuchar sus palabras.

Sabía que no era su culpa, pero la situación seguía siendo tensa.

—En un año mi padre se jubilará y el restaurante pasará a mis manos —continuó, con un tono más serio, como si estuviera compartiendo un secreto importante.

—¿Y si no estoy dentro de un año? —pregunté, sin pensar demasiado, dejando qué las palabras salieran antes de poder detenerlas.



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En el texto hay: romance, drama, streamers

Editado: 30.12.2024

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