Me pregunto en qué momento todo ocurrió de forma tan vertiginosa. Es decir, un día sentía que iba a explotar, y al siguiente, lo conocí. La vida tiene una forma extraña de dar giros inesperados, y nunca estamos verdaderamente preparados para lo que viene. Se trata de una constante sucesión de sorpresas. De pasar de un estado emocionalmente devastador, a sentirme, aunque sea por momentos, un poco mejor. No se trata de sanar, porque soy consciente de que aún no he sanado por completo, sino de aprender a sobrellevarlo. A vivir con la tristeza y la culpa que llevo dentro, tratando de encontrar algo de paz en medio del caos de mi corazón.
Y creo que él tuvo algo que ver con todo esto.
Hace tiempo que no sentía lo que siento ahora. Me siento como una niña, como si el tiempo hubiera retrocedido y me ofreciera la oportunidad de vivir algo genuinamente bonito y normal, algo que es diferente a todo lo que he experimentado hasta ahora. He dejado pasar muchas etapas, tal vez por las circunstancias o por mis propias decisiones, pero hoy creo que, con paciencia y constancia, aún puedo recuperarlas.
Rex había dicho que en un mes estaría aquí, y mis ansias por volver a interactuar con él no hacían más que incrementar cada día. Era insoportable.
La primera semana fue bastante normal. Lo vi casi todos los días haciendo transmisiones en vivo y había comenzado a hablarme por ahí, enviándome saludos y cosas por el estilo. En la segunda semana, tuve la suerte de conseguir una entrevista de trabajo para un puesto en un hotel. Aunque finalmente no me llamaron, lo cual me desanimó un poco. La tercera semana, mi madre logró entrar a una empresa de costura, donde estaba pasando un buen momento y había hecho nuevas amigas. Además, retomó sus sesiones de terapia, y según lo que me contó su terapeuta, está mostrando mejoras notables. La cuarta semana, sin embargo, fue un poco más caótica para mí. Tuve una pequeña discusión con el Sr. Ricci, el padre de Alessandro y Giuseppe. En realidad, él fue quien la inició. Simplemente llegó de mal humor y descargó su frustración con la primera persona que encontró en su camino: yo. Me despidió y, la verdad, la pasé muy mal en ese momento. Sin embargo, a los pocos días, Alessandro volvió a llamarme, lo que, de alguna manera, me dio algo de alivio.
Estábamos a punto de entrar en el mes de julio, y ya solo faltaban unos días para que Rex llegara. ¿De dónde salía tanta ansiedad? ¿Por qué me sentía así? Definitivamente, no lo sabía. En cuestión de segundos, él había logrado convertirse en alguien importante para mí, todo gracias a esos pequeños gestos como hablarme constantemente de cosas randoms o simplemente sacar una sonrisa en los momentos más inesperados. Es increíble cómo alguien puede lograr tanto con tan poco.
Finalmente, el día tan esperado había llegado.
Él aterrizaría esta tarde, y había sido muy claro al pedirme, con insistencia, que fuera a recogerlo al aeropuerto.
El problema, sin embargo, era que no tenía coche con el que poder hacerlo. Así que, aquí estoy, en casa de Olivia, esperando que ella pueda ayudarme y llevarme hasta allí.
—¿Porfi? —insistí, poniendo una voz infantil que sabía que a veces la derretía.
Ella sonrió de forma divertida, pero su expresión seguía firme; no parecía dispuesta a ceder tan fácilmente.
—Te lo he dicho ya —respondió, cruzando los brazos—. Te llevaré solo si me dices a quién vas a buscar y, sobre todo, por qué.
—¡Olivia! —protesté, sintiendo que la impaciencia comenzaba a asomarse.
—¡No puedo ayudarte sin contexto, Aida! —replicó, con una sonrisa juguetona pero decidida.
—Bueno, yo...
—¿Tú...? —preguntó, arqueando una ceja con curiosidad.
Finalmente, decidí contarle la verdad, porque se lo debía. Es mi mejor amiga, y ocultarle algo tan importante me estaba carcomiendo por dentro. Ella merece saberlo, y además, me sentía culpable por no haberle hablado antes. Necesita encontrar la razón para sonreír de nuevo, y creo que, con esto, podría ayudarla a recuperar su esencia, a volver a ser la misma.
—He estado interactuando con un streamer bastante reconocido. De hecho, lo conocí en persona el día en que me obligaste a salir de fiesta. Y de hecho también es el mejor amigo de aquel que inauguró Tahití.
Las palabras salieron de mi boca casi sin pensarlo.
—¿No estarás hablando de...? —comenzó a decir, pero luego se detuvo, claramente sorprendida.
—Se llama...
—¡Aida Carson! ¡¿Estás ligando con Rex Harrington?! —exclamó, casi incrédula, con los ojos muy abiertos.
—¡No estoy ligando! ¡Somos solo buenos amigos!
—Ajá, claro, haré como si te creyera —dijo, esbozando una sonrisa picaresca.
—¿Entonces me vas a llevar o no?
—¿Y todavía me lo preguntas? —respondió, levantándose de un salto—. ¡Vamos! ¡Mueve ese trasero, que no tengo todo el día!
Ambas nos subimos a su coche, y rápidamente comenzamos a dirigirnos hacia el aeropuerto. Olivia, visiblemente alterada, no dejaba de hiperventilar por todo lo que le había contado. Estaba completamente obsesionada con la idea, y no paró de hablar sobre ellos durante todo el trayecto. Cada vez que mencionaba algo nuevo, su tono de voz subía de intensidad, como si estuviera tratando de procesar todo a la vez.
—Espera, ¿no me habías dicho que no los conocías? —dije, recordando el día en que tuvo que atender a Ian.
—No los conocía —respondió—. El día después de la fiesta, comencé a buscar información, y fue entonces cuando descubrí que había atendido a alguien famoso y que, además, habíamos estado en la fiesta del mismo famoso. No lo podía creer, Aida. ¿Cómo es que Alessandro conoce a Ian? ¡Tenemos que preguntarle!
—No sé cómo los conoce, pero lo que sí sé es que Alessandro tuvo algo que ver con que Rex me encontrara en Instagram.
—¡¿Qué?! —exclamó, sorprendida—. ¡Pero si Alessandro está loco por ti! ¿De verdad le pasó tu Instagram a alguien que está interesado en ti?