Capítulo 11

Cuando terminó de saludar a sus fans, Rex comenzó a caminar hacia mí. No supe en qué instante había tomado la mano de Olivia, pero la apretaba con tanta fuerza que me di cuenta de que estaba nerviosa.

—¡Auch! —se quejó ella, haciendo una mueca de dolor.

—Lo siento... —respondí rápidamente, soltando su mano.

Rex avanzaba con una despreocupación que casi parecía desafiante, como si nada en el mundo tuviera el poder de afectarlo, como si fuese un dios observando desde lo alto. Cada paso suyo irradiaba una tranquilidad que chocaba directamente con mi estado. Yo, en cambio, sentía cómo la tensión me recorría de pies a cabeza, y no podía evitar pensar que en cualquier momento mis piernas echarían a correr por su cuenta, movidas por un impulso incontrolable.

Quería huir.

Pero ya era demasiado tarde.

Rex estaba frente a mí, sosteniendo un ramo de rosas que parecía más grande con cada segundo que pasaba.

—Para ti —dijo con una sonrisa tranquila, casi segura, como si no hubiera ninguna duda de que yo lo aceptaría.

Me quedé paralizada, incapaz de moverme o decir algo. Mi mente estaba en blanco, y mis manos, temblorosas, se mantenían firmes junto a mi cuerpo. Fue entonces cuando Olivia intervino, como si hubiera estado esperando este momento.

Con un movimiento fluido, tomó el ramo de sus manos y le dedicó una sonrisa encantadora.

—Ella está muy agradecida —respondió en mi lugar, sonriendo.

Sentí un leve codazo que me dio Olivia en las costillas, obligándome a reaccionar.

—Gracias... —susurré, con la voz tan baja que casi ni yo misma la escuché.

Rex esbozó otra de sus tranquilas sonrisas mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón, que era notoriamente más grande de lo necesario, pero parecía parte de su estilo despreocupado.

—Bueno, ¿a dónde vamos? —preguntó, con ese tono casual que hacía parecer que tenía todo bajo control.

—¿Vamos a tomar algo? —propuso Olivia, lanzándome una mirada que claramente esperaba mi aprobación, como si la decisión dependiera de mí.

—Eh, sí... —respondí, balbuceando ligeramente, todavía algo fuera de lugar.

Sin perder tiempo, los cuatro nos encaminamos hacia el coche de Olivia. Ella, con su carácter siempre resuelto, tomó el control de la situación y acomodó al amigo de Rex en el asiento del copiloto, dejando a Rex y a mí atrás, compartiendo el reducido espacio del asiento trasero.

El silencio entre nosotros era palpable, casi incómodo, mientras Olivia encendía el motor y el coche comenzaba a avanzar. Cada movimiento suyo parecía calculado, y yo no podía evitar sentirme atrapada entre la presencia relajada de Rex y la extraña tensión que crecía en mi pecho.

Olivia comenzó a charlar con Wilder, el amigo de Rex, con una facilidad que parecía natural para ella. Mientras tanto, yo me mantenía en silencio, sin querer involucrarme demasiado en la conversación. Sin embargo, no podía ignorar cómo me miraba Olivia a través del espejo retrovisor. Su mirada era clara y directa, como si intentara empujarme sin palabras. Estaba buscando algo. Ella quería que yo hablara con Rex. Sentí una presión sutil pero constante que me hacía cuestionar si debía ceder o seguir en mi mutismo.

—¿Te gustaron? —preguntó Rex de repente, su voz rompiendo la tensión en el aire.

La pregunta me tomó desprevenida. Por un instante, sentí cómo mis hombros se tensaban y mi respiración se volvía un poco más superficial. Pero me forcé a recomponerme. Dejé escapar un suspiro casi imperceptible, relajé los hombros y deslicé mis dedos sobre mi pantalón, buscando algo que pareciera casualidad en mis gestos.

—Sí —respondí finalmente.

Dibujé una sonrisa ligera, tratando de restarle importancia al momento, aunque por dentro sentía la insistencia de Olivia.

—Son mis favoritas —dijo Rex.

—No son las mías, pero sí me gustan mucho —admití.

Hubo un breve silencio, uno de esos momentos que parecen alargarse más de lo necesario, y entonces Olivia, siempre directa, rompió la calma con una pregunta que no vi venir.

—Rex, ¿puedo preguntarte algo? —dijo, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si estuviera a punto de soltar algo importante—. Pero tienes que ser cien por ciento honesto.

Rex arqueó una ceja, intrigado.

—Claro, ¿de qué se trata?

Y ahí fue cuando ocurrió.

—¿Sonia es tu novia? —soltó Olivia, directa como una flecha.

Mis pensamientos se detuvieron por un instante, como si alguien hubiera apretado un botón de pausa en mi cerebro.

¡Olivia! ¡¿Por qué carajos tuviste que preguntarle eso?!

El pánico empezó a arder en mi pecho. Le había contado esa parte porque confiaba en ella, no para que se lo soltase a Rex así, como si fuera un dato trivial o, peor aún, un chisme. Mi mente se llenó de mil posibles reacciones de Rex, pero me sorprendió que se lo tomara tan tranquilo.

—No —dijo Rex—. Es una amiga, pero a la gente le encanta shippearnos.

Sus palabras sonaron tan naturales, tan sinceras, que por un momento me relajé. Algo en esa confesión la hizo sentir más real, más honesta. La forma en que pronunció "shippeo", como si ya estuviera acostumbrado a ese tipo de comentarios, me resultó sorprendentemente reconfortante. Sentí un alivio leve, casi inesperado, como si una presión invisible se hubiera soltado y pudiera respirar un poco más tranquila.

—Pues qué bueno, la verdad —dijo Olivia sin detenerse—. La he visto contigo y, sinceramente, no me gusta para nada su actitud.

¡¡¡OLIVIA!!!

—Pienso lo mismo —dijo Wilder.

Rex se quedó en silencio por un momento, pero luego suspiró y, finalmente, respondió:

—Lo sé.

—¿Y entonces por qué sigues siendo su amigo? —preguntó Olivia, incrédula.

Rex la miró con una expresión cansada antes de responder:

—Porque nuestras familias son socias, y, lamentablemente, no puedo deshacerme de ella.

Después de lo que Rex había dicho, todos nos quedamos en absoluto silencio, conscientes de que había mucho más en juego de lo que parecía a simple vista, y que, por esa razón, no podía alejarse de aquella chica.